EL MUSICAL DE LA VIDA

Diciembre es un mes en el que poco a poco todo lo va envolviendo un espíritu que, nos guste o no, lo va cambiado todo a medida que pasan los días. Las calles lucen, y nunca mejor dicho, sus mejores adornos. La oscuridad de las tardes de invierno brillan gracias a ellas y son, sin duda, el preludio de lo que vamos a festejar. La Navidad cada vez está más cerca y las ilusiones y los sueños tienen derecho a aflorar más que nunca en esta época del año.
Soñar es ilusionarse porque, precisamente, los sueños son el motor inspirador que nos mueve día a día para alcanzar aquello que sabemos que nos va a dar la felicidad que tanto anhelamos. El camino puede no ser fácil, pero la recompensa siempre merecerá la pena. Después de ver “La gran noche de los musicales”, una obra más que recomendable, podríamos decir que nuestra propia vida es un musical y nosotros vamos adaptando esas canciones a nuestras circunstancias y experiencias. Todo puede cambiar en cualquier momento, por eso, es importante saber seguir el compás que el destino nos pone por delante.
Ahora, los villancicos comienzan a sonar. Afortunadamente, los tradicionales de zambomba y pandereta han cedido su reinado a versiones que perfectamente nos pueden acompañar en nuestra rutina prenavideña. Una rutina que nos lleva a preparar paulatinamente los planes para los días festivos. Aquellos que se consideran “El Grinch” no van a tener más remedio que pasar estos días a duras penas, porque el calendario no entiende de gustos y el tiempo pasa igual para todos. Eso sí, la actitud ayuda a que éste sea más o menos llevadero.
Y muy llevadero y ya que he hablado de él es el musical de los musicales. El Teatro Amaya de Madrid reúne en “La gran noche de los musicales” a un elenco de artista que nos cuentan a través de los clásicos los entresijos de este género teatral, sus pros y contras, con un matiz de humor. Su talento es arrollador y no está mal revivir en noventa minutos los temas principales de “El Mago de Oz”, “El fantasma de la Ópera”, “Los Miserables”, “West Side Story”… No desvelaré el resto, pero sí puedo asegurar que es un buen recordatorio de la historia de este género.
Madrid está plagado de musicales, los hay para todos los gustos y edades. Además, disfrutar en vivo del trabajo de quienes están sobre las tablas es un gran lujo. Reconozco que todos los que forman parte de “La gran noche de los musicales” consiguen trasladar al público a todos los escenarios posibles sin moverse de la butaca con una sencilla puesta en escena. Hacer soñar no es fácil, pero no es imposible cuando la historia es ágil y entretenida. También, tiene un gran valor ver a la orquesta sobre el escenario porque ellos también son protagonistas de esta “particular” historia.
Y volviendo al principio y a las historias de cada uno, hay que retomar los sueños que creemos imposibles. La vida es caprichosa y “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos” como dijo Shakespeare. Eso sí, yo sé que vivo los sueños y sueño la vida.