Apuntes sobre el Tren Maya

Por: Julián Chávez Trueba

A mitad de la Semana

El Shinkansen, el mítico tren bala de Japón, comenzó a operar en 1964. Su construcción representó una inversión aproximada de 1.1 mil millones de dólares de aquella época, lo que hoy equivale —ajustado por inflación— a unos 11.5 mil millones de dólares. El primer tramo del Tōkaidō Shinkansen, de 515.4 kilómetros, tuvo un costo proporcional cercano a los 800 millones de dólares actuales, es decir, unos 80 millones de dólares entonces. En términos prácticos: cada kilómetro costó alrededor de 1.5 millones de dólares.

Este dato no es una cifra más: es la clave del análisis, porque 1.5 MDD por kilómetro significa eficiencia, ingeniería, planeación y utilidad real. Significa una obra que, desde el primer día, fue utilizada masivamente; que ha transportado miles de millones de pasajeros; que hoy mueve cerca de 200 millones de personas al año; que alcanza velocidades cercanas a los 550 km/h —con promedios operativos de hasta 340 km/h— en uno de los territorios más sísmicos del planeta.

El Shinkansen no sólo es un tren: es un símbolo de modernidad, previsión y exactitud. Es la prueba de que cuando una obra está bien pensada, ejecutada con ingeniería seria y administrada con disciplina y habla por sí sola.

El Tren Maya, por su parte, fue presentado como la obra emblemática del México moderno: la que llevaría desarrollo, conectividad, turismo, integración regional y justicia histórica al sureste abandonado. Un proyecto que, según el discurso oficial, no sólo es rentable, sino moralmente superior a cualquier obra del pasado, pues —afirmaron— se construyó sin corrupción.

Pero los números no mienten. De acuerdo con cifras difundidas por el propio gobierno, el Tren Maya comprende aproximadamente 3,400 kilómetros de vía y tuvo un costo cercano a los 470 mil millones de pesos, es decir, unos 26 mil millones de dólares. Lo que arroja un costo promedio de 7.6 millones de dólares por kilómetro.

En otras palabras:

Japón: 1.5 MDD por km

México: 7.6 MDD por km

Sí, el Tren Maya resultó cinco veces más caro por kilómetro que uno de los proyectos ferroviarios más complejos, eficientes y tecnológicamente avanzados del planeta.

Y no, no es una comparación injusta, porque el Shinkansen se construyó en tierra sísmica, en zonas urbanas densamente pobladas, con ingeniería de punta y con estándares de seguridad que rozan la obsesión. Mientras que el Tren Maya corre, en gran parte, por terrenos rurales, selva devastada y zonas donde previamente ni siquiera existía infraestructura ferroviaria que requiriera desmontaje técnico mayor.

Aún así, es más caro. A ello súmese que el Tren Maya no supera los 160 km/h, que en un año apenas ha movido alrededor de 1.4 millones de usuarios, y que gran parte de esos traslados corresponden a viajes promocionales, traslados oficiales o recorridos subsidiados.

Y esto sin entrar —todavía— en los presuntos escándalos de corrupción, las adjudicaciones directas, los sobrecostos, los contratos militares fuera de escrutinio público, el ecocidio documentado y la nula transparencia financiera real.

Hasta aquí mis apuntes, amables lectores.