La mala administración también pega en el bolsillo

Muchos aún incautos siguen pensan- do que las grandes obras impulsa- das por el presidente López Obra- dor resultan muy beneficiosas para
el pueblo y que además, no resulta un pérdida para el erario puesto que la obra es tangible, funciona y queda- rá para el uso y disfrute de todos los mexicanos, sobre todo cuando según ellos ya no hay corrupción. Al respecto existen varias apreciaciones:
Se tienen numerosos ejemplos de que entregar al Estado la operación de toda clase de servicios no es lo más eficiente, como se observa en Venezuela o Cuba, puesto que muchas veces estos servicios son burocratizados y dejan de ser de calidad lo que los convierte en servicios caros (aunque parezcan baratos al consumidor final por estar subsidiados se debe tomar el costo que pagamos todos mediante el subsidio) y que por la mala calidad, no son utilizados por los usuarios esperados y aun así se mantienen vigentes para la población. Ahora bien, recordemos que las fuerzas militares no cuentan con las mismas obligaciones como las tienen los civiles, ya que ellos no tienen como prioridad el bienestar de la población, sino el cumplimiento de una orden por absurda que parezca; ahí radica la mayoría de las intervenciones de derechos humanos en contra de la actuación militar.
Es complicado que una empresa para-estatal funcione si no se le otorga autonomía financiera y de gestión, puesto que los trabajadores y jefes, no cuentan con incentivos para mejorar ni para mantener el servicio en óptimas condiciones, sobre todo en el caso de los puestos gerenciales, su permanencia en su plaza no depende de su productividad, sino de mantenerse en el agrado de quien los colocaron en esa posición y de quien depende su permanencia. Si dependiera de la productividad como es el caso de cualquier empresa, significa que se buscaría maximizar el rendimiento económico. Esto último para muchos obtusos es el argumento fatalista de que se busca el dinero en lugar del bienestar social, lo cual no es del todo cierto, puesto que el rendimiento económico encuentra su soporte en la preferencia del consumidor lo que implica que deberá ser un servicio de calidad al precio más justo, lo que conlleva a pensar que aunque no se tenga como objetivo el bienestar, este concepto será encontrado de camino al objetivo del máximo rendimiento, ya que entre más consumidores se tenga, entonces habrá mayores réditos, pero para tener más consumidores habrá que hacer el servicio
más útil para ellos, con un precio que les otorgue los máximos beneficios por su dinero, es decir, que encuentren en el servicio el mayor bienestar.
Gran Cardoné diría que de esto se trata el modelo de negocio, de las acciones que vas a realizar para que tu producto tenga la máxima eficiencia y que ésta sea percibida de manera natural por el consumidor para que prefiera tus productos o servicios. Ya que un servicio que no funciona, aunque sea barato (tal vez por estar subsidiado), no otorgará ese bienestar, no será de la preferencia de los consumidores y provocaría pérdidas al no ser un modelo de negocio sostenible, lo que resultaría en la quiebra y la eliminación de ese servicio. Algo así pasa en el tan criticado PEMEX, que no cuenta con un modelo de negocio eficiente y que se sostiene por los millones de dólares que se le inyectan desde el gobierno, para su existencia, sin embargo tiene décadas con pérdidas lo que implica que nuestro dinero, el dinero de nuestros impuestos, se esta mal gastando o mal invirtiendo en un negocio que no es redituable. Hoy, tomando en cuenta esa crítica a PEMEX, el presidente López Obrador ha impulsado grandes obras que benefician al pueblo como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) o la empresa estatal Mexicana de Aviación, según algunos.
Un AIFA que sólo para cancelar el aeropuerto de Texcoco costó casi 332 mil millones de pesos, entre lo construido a medias y los cargos por cancelación (según la ASF, Fobres). La construccióndel AIFA aún no se ha terminado, pero según el INAI para el año 2022 se consideró una cantidad de 88 mil millones de pesos. A pesar de que los secretarios de comunicaciones y de hacienda, le dijeron a AMLO que se debía continuar con el aeropuerto de Texcoco y no cancelarlo (mañanera del 16 de febrero de 2023). El Aeropuerto de Texcoco iba a costar 113 mil millones de pesos. Esto quiere decir que por una mala decisión los mexicanos perdimos más de 200 mil millones de pesos,
contando que se elevara en el doble su construcción. Ahora este dinero podría entenderse que es el precio de eliminar la corrupción, pero si mencionamos que los contratos otorgados para la construcción del AIFA son 60% adjudicación directa, sin concurso ni competencia; que el proyecto se encontraba entre enormes dudas entre la comunidad empresarial, científica y conocedora de urbanización, que omitieron numerosos informes de factibilidad; que se declararon los gastos como confidenciales y que a pesar de eso el día de hoy se encuentra subutilizado por no ser un aeropuerto de calidad, significa que aunque salió muy caro, es un aeropuerto ineficiente, por lo que para que se utilice AMLO a pesar de que señaló que no se iba obligar su uso por decreto, ya se ha otorgado de manera coercitiva que el transporte de mercancía no se realizara por el AICM y la semana pasada, se redujo el flujo de operaciones por hora de 56 a 47 en el AICM; además se cuenta con un subsidio en las operaciones y que a pesar de que se vuelven baratas, la gente no lo prefiere, por lo que en realidad se está soportando una decisión unilateral, sin sustento administrativo ni político, ni con la veracidad del bienestar al a población.
Sin mencionar el Tren Maya o la Refinería de Dos Bocas, hoy se conoce que la nueva aerolínea estatal Mexicana de Aviación no cuenta con un modelo de negocio (según lo informó la Secretaría de la Defensa), se encuentra subsidiada, con precios baratos en sus servicios y aún así, la gente no la utiliza ni la utilizará, por la manea tan deficiente en la que presta sus servicios, atendiendo el viejo adagio que lo barato sale caro, pues de qué sirve que esté barato si no garantiza que llegaré a mi destino conforme a lo programado. En conclusión, cada mala decisión que hace cualquier presidente repercute en el bolsillo de los gobernados, puesto que son ellos los que con su trabajo y el cobro de numerosas actividades, sostienen el costo de esas malas decisiones administrativas; dinero que puede gastarse en un sistema de salud o por lo menos en medicinas para todos los males o en vacunas. AMLO contrató poco más de 3.3 billones de pesos en deuda en los últimos 5 años, (ASF) un histórico en términos reales y que a la vez representa en un cambio de decisión, puesto que AMLO hizo recurrentes señalamientos de no contratar más deuda para México.
Por ello es criticable el dinero que ejecuta el gobierno de una manera tan deficiente, porque impacta directamente en los bolsillos de todos, sobre todo porque son proyectos que cuestan más de lo que nos beneficia.
Solo pensar que al día de hoy, cada mexicano debe poco más de 126 mil pesos por la deuda, que sin duda es una cantidad que la vamos a pagar y que casi 20 mil pesos de esa cantidad, se nos acumularon en los últimos 5 años (El Economista).