Moral distraída

La moral no es un árbol que da moras, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua; perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual, y sobre todo, colectiva. La moral viene a ser la conducta de una persona, donde dicha conducta generalmente es aceptada (o bien vista) en un tiempo y lugar determinado. Asimismo, la moral tiende a ser cambiante en el tiempo o espacio, lo que para unos es moralmente aceptado (refiriéndose al comportamiento del ser humano) para otros no lo es. Por eso se habla de variabilidad.

Sin embargo, hay cosas que a pesar del tiempo no cambian y jamás serán “bien vistas” y a unos cuantos días de las elecciones en Coahuila y en el Estado de México, es conveniente traer a la mesa de discusión temas como: la compra del voto, el condicionamiento de programas sociales y las falsas promesas de candidatas y candidatos, así como de los integrantes de sus equipos de campaña y simpatizantes.

El 4 de junio está muy cerca, y lo mejor, es que esto se va a poner peor ¿En qué sentido? Debemos prepararnos para ser testigos de las prácticas más deleznables por parte de los integrantes de los partidos políticos ¿Cuáles? Todos, ninguno se escapa, unos con mayor sigilo y otros de manera descarada, pues desde los eventos que realizaban como parte de los actos de campaña se encontraba a personas que sí, acudían por voluntad propia, no obstante, había otros que lo hacían en contra de esta. Horas de espera con calor, viento, frio, lluvia, sin comer, pero que importa, la ambición para llegar al poder no les permite ver todo lo que la gente tiene que padecer para ir a llenarles sus eventos, porque eso es lo que les importa, llenar plazas (aunque sea con Photoshop), y a partir de ello crear narrativas de respaldo, aunque las y los candidatos saben que aquello en gran medida es ficticio por la forma en que se da “su convocatoria”.

Los aspirantes a las gubernaturas piden a los ciudadanos que se olviden de ese rechazo, rivalidad y hasta odio que existía entre rojos y azules, azules y amarillos y las demás combinaciones que se les ocurran, pues ahora, por el bien del país, por el bien de la sociedad mexicana, de Coahuila y el Estado de México, los que literalmente se dijeron hasta de lo que se iban a morir, ahora ya se perdonaron, y esas diferencias “irreconciliables” quedaron en el pasado, almas buenas que no son rencorosas y actúan pensando en los ciudadanos ¿En quién más?

Desde hace mucho se vive una sequía en cuanto a la búsqueda de ofertas políticas, pues lo que llaman “nuevas propuestas” son personajes reciclados de uno o dos partidos políticos que buscan llegar a los cargos públicos con otro color de partido, punto. Simulación pura, pues de acuerdo con la evidencia, los partidos (sus integrantes y no todos) no conocen de principios, de moral, y con toda la desfachatez del mundo van brincando de un partido político a otro vendiéndose al mejor postor o buscando aquel partido que les permita “replicar sus mañas”.

De manera coloquial se le conoce como “chapulineo”, académicamente podemos denominarlo como “transfuguismo político”, el cual plantea un debate desde la filosofía moral: si es aceptable o no permitir las traiciones en el marco de la libertad política para cambiar de un partido político a otro. Por un lado, al tránsfuga se le asocia con los aspectos más negativos de la naturaleza humana: traición, deslealtad, codicia, oportunismo, avaricia, doblez. Por el otro, esta conducta puede ser una virtud cívica: romper y oponerse al grupo del poder, el punto es que en el caso mexicano ya se les hizo costumbre y se han colocado la camiseta de todos los colores de partido perdiendo credibilidad.

En otra de sus acepciones, el transfuguismo se explica en el marco cultural de hacer política a la mexicana: ir por otro partido cuando el suyo no lo presenta a las elecciones, lo que constituye una práctica común del juego político, y por más inmoral que sea el móvil del tránsfuga, no existe regulación legal que prohíba tal práctica.

El transfuguismo o bien, el chapulineo, es una estrategia política rentable donde lo último que se están cuestionando quienes lo realizan es si esto es moralmente aceptable, pero ojo, recuerden que en la actualidad existe una sociedad crítica incipiente, una ciudadanía más activa que no ha dudado en cobrarles factura a las y los políticos en una elección como la del 2018. El cambio no siempre será para mejorar, aunque esta valoración corresponde a un análisis individual, pero hoy, no hay marcha atrás, el domingo la gente saldrá a votar y sabremos que quieren los Coahuilenses y los Mexiquenses. Que si las elecciones serán “limpias” depende de todos, pero no olviden que el 4 de junio habrá mucha gente —más de la que imaginan— de moral distraída.