QUERIDOS SANTOS REYES MAGOS

Pbro. Dr. Daniel Valdez García

Yo tenía diez años de edad la última vez que escribí a los Santos Reyes Magos. Hoy escribo para contribuir a hacer conciencia de nuestro sentido de pertenencia a una gran ciudad como lo es Toluca, ciudad capital del Estado de México y arzobispal de la Provincia católica. Toda ciudad ha de ofrecer realidad y dignidad. 

Era un niño pequeño cuando visitábamos a unos tíos muy queridos por mi mamá y por nosotros, y ahí escuché el relato de cómo los Reyes Magos iban a las casas montados sobre sus animales para dejar los regalos y en el camino echaban “polvo de oro”. Yo escuchaba atentamente y mi corazón latía de emoción a la par de que mis ojos se abrían un poco más imaginando ese mágico y maravilloso peregrinar de aquellos que hacían realidad los sueños de tantos niños. 

Pasaron varios años para que yo supiera que era con la señora Tota Mena con quien se contactaban a tan peculiares personajes que distaban mucho de la sencillez de aquellos que en las Alamedas centrales de la Ciudad de México y de Toluca posaban para la foto del esperado Día de Reyes. Mi mamá la noche del 5 de enero preparaba un delicioso, caliente y espumoso chocolate para partir la rosca de reyes; y nos decía que cuando ella era niña la madrina del Niño Dios era aquella mujer a la que le saliera el “muñequito de la rosca” y se lo llevaba junto con la imagen del niñito Dios para devolverlos el 2 de febrero con su ropa nueva. 

Estoy plenamente convencido de que una Toluca viva es una Toluca que atesora su historia y no pierde su memoria; una Toluca cuya versión más original hunde sus raíces en sus ancestros prehispánicos de la cultura Matlazinca que se remonta hacia el año 1500 antes de nuestra era, de la cual se conservan pocas palabras como la del dios Tolo que le da nombre al cerro del Tololoche y a la ciudad de Toluca que se deriva de la palabra Tollocan. Lo cual se constata en documentos cartográficos del virreinato de la Nueva España que se encuentran en el Archivo General de la Nación (AGN). Así como el nombre de Xinantécatl (hombre desnudo) para el volcán o Nevado de Toluca; cuya hermosa leyenda narra el amor del  sacerdote matlazinca Xinan por la diosa Tlanchana que vivía en la laguna de Metepec, quien era mitad mujer hermosa adornada con peces, acociles y ajolotes, y de la cintura para abajo su cuerpo era cola de serpiente. Xinan se desnudó y se metió a la Laguna, la Tlanchana enfurecida lo lanzó muy lejos, él decepcionado se sacó el corazón y comenzó a salir lava, y como lo estaba destruyendo todo, ella  para apagarlo le lanzó cristales de hielo y apagó la erupción del volcán que había nacido. 

Con lo dicho hasta ahora, quiero insistir en que al perderse la ilusión se pierde la magia; quien no siembra sueños nunca cosecha milagros. Los ideales siempre llevan a puerto seguro, como lo hacen las estrellas a los marineros. La identidad es importante para el desarrollo de cualquier ciudad que a grandes pasos se convierte en metrópoli. En todo el mundo existen ciudades que conservando su vocación original y originante abrieron sus puertas y sus corazones a nuevos ciudadanos por nacimiento o por migración, sumando y con ello enriqueciendo su paisaje, su cultura e identidad de manera cosmopolita. Eso hicieron ciudades como la hermosa y postmoderna Medellín en Colombia; o la sustentable y de energías limpias como la ciudad de Dresde, capital del Estado de Sajonia, y muchas otras. 

Si cada uno recoge lo que siembra, quien siembre sueños cosechará milagros. Ciudades desérticas como la de Israel sembraron palmeras datileras sobre arena y han ganado terreno al desierto. El Israel que se había convertido en ciénagas plagadas de insectos  y de todo tipo de riegos para la salud, fue como la recibieron en 1948 los judíos para recrear el Estado de Israel, teniendo que hacer acuerdos con el pueblo palestino, y hoy es una de las ciudades con gran identidad y calidad de vida para la ciudadanía. 

Además que de joven yo tuve la oportunidad de conocer y recorrer el Calvario, así como entrar a la  llamada “cueva del diablo”. Hoy existen muchos recorridos de este tipo llamados “turismo de aventura”. Toluca tiene mucho que dar al respecto, y no se trata de competir con otros lugares sino de aprender a valorar y a cuidar lo que tenemos. Así, cuanto más crecemos, más valores tenemos. La identidad forma parte esencial de una comunidad a la que no solamente se aplica lo mercadológico, sino que aprovecha cuanto de histórico y de antropológico tiene, y no guarda sólo un acervo muerto, sino que sigue el siguiente principio: “toda tradición se explica, se aplica y se actualiza”. La feria del alfeñique y los esfuerzos por promover un festival el 19 de marzo son muestra de hacer conciencia de la fundación de la ciudad de Toluca hacia 1523, y esos son un poco de lo mucho que Toluca la bella puede ofrecer a los propios y ajenos.  

Hacer conciencia y crear conciencia no sólo es algo que pertenece a la ciencia, muestro de ello es el inagotable acervo de instituciones como el de la Universidad Autónoma del Estado de México, el del Colegio Mexiquense y el del Instituto de Cultura Mexiquense, los cuales son muestra de que la cultura no es letra muerta, sino vivencia y presencia. Lo que crece desordenadamente termina por agotamiento, lo que es planeado significa un auténtico desarrollo holístico, y eso siempre tendrá la mejor ecuación, puesto que no suma sino que multiplica. Desde sus inicios, la inicial “Unión de comerciantes del centro de Toluca” hicieron grandes esfuerzos para darle vida a una ciudad que era fría, que pronto dormida y tarde sus negocios habría. 

Toluca no sólo es bella por su gente que en tiempos de frío se viste elegantemente de abrigo, lo más importante, lo más digno y lo más bello de la ciudad es su gente, puesto que sin su gente pierde toda su belleza, pierde la esencia de su vocación; ella como todas las ciudades nació ciudad con su gente, por la gente y para la gente. Toluca es la segunda ciudad de América latina con el mayor número de museos, tiene hermosas plazas, importantes monumentos y documentos históricos, ofrece una visión de progreso industrial y tiene el mayor número de escuelas y jóvenes en edad estudiantil. Y sin sesgo de error, ha sido considerada “Ciudad educativa”, pero sobretodo tiene que ser una ciudad formativa e innovativa que con su esencia sea competitiva y comprometida. Lo más importante siempre será su gente, aunque algunos no lo saben, y por eso son “exigentes e indiferentes” como diría Aquilino Polaino. Urge ser más sustentables y socialmente responsables. 

Mi padre fue un hombre maravillosamente hacedor de sueños y de magia, de él aprendí juegos tan mexicanos como el Balero, el yoyo, el trompo, las canicas, la rayuela, a rodar nos cuesta abajo cuando íbamos al Volcán o a la Marquesa, así como hacer columpio de un árbol sin dañarlo, disfrutar la ida a la huerta y comer sólo lo que se debía o llevar a casa sólo lo que se podía para que mi mamá hiciera conservas o deliciosas jaleas. Mi papá no nos enseñó a pedir maravillosos juguetes deslumbrantes por su alta tecnología, nos enseñó a vivir el día a día, el quehacer de cada día con juguetes hechos por nuestros artesanos como el muñequito que subía y bajaban la escalera, el pájaro carpintero que se movía con un resorte, la viborita que vendían en Chalma, las miles de burbujas de espuma; así nos enseñó la magia de la imaginación y la maravilla de los sueños que lo mismo podríamos volar con capas de Superman, de Batman o jugar “luchitas” como si fuéramos grandes atletas de la triple A.

Queridos santos Reyes Magos, por favor, siembren sueños en la gente de Toluca, para que todos cosechemos milagros. Que seamos capaces de valorar lo que tenemos y buscar juntos lo que queremos. Que los que no nacimos en esta ciudad, pero la amamos junto a los nacidos en ella, no dejemos de soñar, de imaginar y de pensar en el bien de los demás. Para todo el que tiene fe, siempre será posible la noche mágica de los Santos Reyes Magos trayendo regalos y dejando polvo de oro en el camino. 

Gracias a todos los que en esta ciudad de Toluca me hicieron soñar, los exhorto a luchar juntos para que todos tengamos una mejor ciudad.