MADRES Y VÍNCULOS

La mejor manera de comenzar el mes de mayo es festejando el “Día de la Madre”. Cada uno de nosotros tenemos a la mejor del mundo y cada uno de nosotros estamos en lo cierto porque una madre es especial. De la mía puedo decir que es la mejor amiga y el mejor ejemplo a seguir, de hecho, ella es la responsable de que sea como soy. Me ha transmitido su fuerza para afrontar las adversidades pero también me ha enseñado a disfrutar. Por eso, con verla sonreír yo ya soy feliz. Todos los días habría que festejar a las madres, pero si tienen un día especial es para brindarles el mejor homenaje que podemos hacerles los hijos. Madre no hay más que una y, por eso, no podemos despreciar los días sin demostrarles nuestro cariño.

Un cariño que nos lleve a la felicidad junto a ella. Cada uno sabe cuales son las teclas que tiene que tocar para que su madre se sienta especial. No siempre es fácil acertar con el mejor regalo, pero lo que tengo claro es que siempre el mejor obsequio será nuestra compañía. El destino ha querido que este año la mía esté junto a mí y, por eso, el domingo no fue un día cualquiera.

Está claro que todos los días son especiales por el hecho de tener la oportunidad de seguir escribiendo la historia de nuestras vidas. Mi madre me enseñó que su felicidad está vinculada a la mía y, por eso, tras la experiencia más dura que hemos vivido, sólo quiero sonreírle al presente. Un presente que esta semana nos trasladará al Madrid más castizo. Es cierto que esta burgalesa de Madrid sigue teniendo pasión por su tierra, pero con el paso de los años, las tradiciones van calando. Por delante se avecinan unos días cargados de chotis, de rosquillas, de pasarse por la pradera, de pedirle al santo sobre todo mucha salud y, por supuesto, de disfrutar también de las muchas actividades que hay organizadas. Me quedo, sin duda, con la Zarzuela y las antologías que hay preparadas. Un género musical que a mi madre le fascina y su pasión me la trasladó a mi desde muy pequeña.

Al final, la vida está llena de vínculos. Un vínculo que van formándose desde nuestra infancia. Nuestras madres son nuestros pilares fundamentales, lo mismo sucede con nuestros padres y el tiempo se encarga de entretejer todo eso, para que a medida que vamos creciendo y madurando todo eso vaya forjando nuestra propia personalidad. Un personalidad que marca nuestro carácter pero también nuestra forma de afrontar el día a día. Además, hay que reconocer que todos tenemos ese recuerdo de aquello que nos gusta porque les gustaba a nuestros padres. Quizás, algo así me suceda a mí con el “género chico”, pero reconozco que esos recuerdos van más allá.

Un más allá que está vinculado con el futuro y que, sin duda, a medida que pasa el tiempo se irá llenando de más recuerdos, de más experiencias… y los vínculos se irán endureciendo y forjando de tal manera que seamos nosotros mismos, pero cargados de matices que hemos adquirido de nuestros padres y, por supuesto, de nuestros abuelos. El árbol de la vida es así y hay que regarlo con la felicidad de ir viéndolo crecer mientras asienta firmes sus raíces.