TABAQUERÍA: PESSOA, BAÑUELOS Y DE JUAN

“No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. /Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.” Estos son los primeros versos de “Tabaquería.” Un poema de Pessoa que ya forma parte de la obra de Alberto Bañuelos. El arte en estado puro. La poesía plasmada por las manos de un escultor que lleva el talento en las venas. No importa si entre sus manos tiene piedras o papel, porque con ellas transforma lo simple en verdaderas obras de arte.
Recuerdo perfectamente la primera vez que Alberto me dejó leer en su casa el poema. Éste me enamoró como lo hizo a Alberto en su momento y me comentó lo que ya tenía en mente y le gustaría hacer con él. La idea me pareció maravillosa y aquel proyecto o sueño ya es una realidad. No es casualidad que haya comenzado este artículo con los primeros versos porque todos soñamos más despiertos que dormidos. Estos son los responsables, en muchas ocasiones, de que vayamos tirando para adelante sin importarnos las dificultades. Ese motor que encienden los sueños es difícil de parar. Por eso, estaba convencida que ese folio en el que leí “Tabaquería” se iba a convertir en algo muy especial. No puedo negar que, una vez más, este artista ha conseguido que este poema se convierta en un libro muy especial. Un libro-objeto cargado de originalidad, de mucho trabajo y, sobre todo, de mucho sentimiento porque Bañuelos siempre pone su alma en todo lo que hace.
Si hablo de alma, no me puedo olvidar “La liturgia de las piedras”. Sabe que tengo debilidad por ellas, pero reconozco que sus cuadros también me han enamorado. Pero volviendo a “Tabaquería”, la guinda a esta obra llegó en la presentación de ésta en el Club Monteverdi de Madrid junto a La Cama Sol. Hay muchas maneras de presentar un libro y, sin duda, la de “Tabaquería” tenía que ser especial. Es cierto que lo de hablar en público no es algo que le guste a Alberto Bañuelos porque lo suyo es estar en el estudio, pero permíteme que te diga, querido Alberto, que lo hiciste muy bien. Es más, hasta el propio Jorge de Juan, quien puede presumir de tablas, reconoció que el público siempre impone. Y tiene toda la razón. Eso sí, él mejor que nadie para deleitarnos a todos recitando “Tabaquería”. El adjetivo sublime creo que se queda corto, porque durante los diez minutos y pico que estuvo al micrófono la atmósfera cambió. Todos los que estábamos allí nos dejamos llevar por su brillante interpretación. Obviamente se llevó un más que merecido aplauso y, ahí, con tu obra al lado y su voz de fondo, todo el trabajo cobró sentido. Ese momento fue único e irrepetible y ya forma parte de los recuerdos que unirán por siempre tu obra, con Pessoa y con Jorge de Juan.
Dices, querido Alberto, que nosotros construimos nuestros futuros recuerdos y no seré yo quien te lleve la contraria. Eso sí, permíteme que te agradezca que el que me ayudaste a construir el pasado jueves fue impresionante. Crear recuerdos bonitos es fácil, pero cuando te arropa la gente que te quiere siempre la intensidad de estos aumenta mucho. Somos lo que vivimos y, por eso, siempre llevaré conmigo esas instantáneas en mi mente y vendrán a mí cuando vea el nombre de Pessoa o de Jorge de Juan, por ejemplo. Tu nombre, Alberto Bañuelos, me trae muchos recuerdos y a estos hay que añadir los que nos vinculan con el poeta portugués. Brindo por tu éxito, por cómo eres y por vivir más momentos así. Concluyo con estos versos de “Tabaquería”: “El mundo es para quien nace para conquistarlo / y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón”.