EL NEGATIVO Y EL POSITIVO

El mes de enero ha quedado atrás y con él su temida cuesta entre otras cosas. A veces tengo la sensación de que los primeros treinta y un días del año duran más de lo normal, pero esa percepción es personal y siempre está vinculada a lo que el día a día nos depara. Hoy estamos de estreno y por delante tenemos veintiocho jornadas en los que iremos ganando luz. Si el tiempo lo permite el frío debería ir remitiendo según avancen las semanas. A estas alturas no voy a negar que me gusta el buen tiempo y la llegada de la primavera es el preludio del verano. Aún así, vayamos día a día viendo qué es lo que nos depara el futuro a corto plazo.
Evidentemente, las ansias de recuperar la normalidad están aumentando. Los datos están desvelando una ligera mejoría pero si pudiéramos medir el hartazgo de las personas estoy convencida de que los valores serían muy altos. No sabemos cuándo va a terminar todo esto y esa sensación provoca una bomba de sentimientos que ni nosotros mismos sabemos controlar. Para ella no hay vacuna porque en cualquier momento nuestro carácter puede dar un giro de ciento ochenta grados. Las consecuencias de tanto aguante son cada día más palpables. Hay que reconocer que cada persona es un mundo, pero seguro que muchos coincidimos en que la situación pandémica está siendo muy larga. Las noticias que nos llegan son de todo tipo. Unos días son alentadoras, en cambio, otros son demoledoras. Ese subir y bajar del optimismo al pesimismo también pasa factura.
Una factura que nos agota mentalmente en la mayoría de los casos. Está claro que hay que seguir viviendo, pero cada persona es libre de elegir cómo lo quiere hacer. No es bueno juzgar cuando alguien prefiere estar más aislado del resto. Sus motivos tendrá, pero la felicidad depende de nosotros mismos y no de los consejos de los demás. Es agotador recibir palabras vacías solo por el hecho de quedar bien. A estas alturas de la pandemia, creo que ya sabemos cómo gestionarnos a nosotros mismos. Conocemos los consejos que han sido el mantra desde marzo de 2020, pero el escenario ha ido cambiando y el bicho ha tenido diferentes nombres a los que hemos hecho frente a golpe de Antígenos y otras pruebas para controlar su transmisión. En definitiva, se trata de protegernos mutuamente, pero no estamos exentos de contagiarnos en el momento que menos lo esperemos. Ahora tener unos Antígenos es tan básico como tener el Paracetamol, pero es la realidad que hay y a la que no podemos renunciar.
Obviamente, ya hemos renunciado a muchas cosas en estos dos años como para seguir perdiéndonos momentos que se convertirán en futuros recuerdos. Demos a febrero la oportunidad de dar un giro a la historia. Es el mes más corto, pero quizás nos sorprenda. La esperanza es lo último que se pierde y yo nunca he renunciado a ella. Reconozco que estoy cansada de todo, pero no por eso voy a tirar la toalla. Con precaución y con ganas de disfrutar doy la bienvenida a un mes que me trae duros recuerdos a los que sabré sobreponerme porque como decía Neruda: “Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.” Y yo, ante todo, quiero ser feliz.