Redes Sociales, ¿quién domina a quién?

Recientes estudios han demostrado que existe una correlación importante entre el uso de las redes sociales, las políticas de privacidad, la publicidad y el ascenso al poder de los mandatarios “izquierdistas” en el mundo. Podemos observar con cierta simplicidad que el uso de las redes sociales ha aumentado ciertas preferencias en los votos de algunos países que han usado este medio como conducto de comunicación.

Bolsonaro en Brasil, Johnson en Inglaterra, Evo en Bolivia, Chávez en Venezuela, Trump en EE.UU. y AMLO en México, coinciden en que usaron las redes sociales para sus campañas y que todos representaron en su momento, el extracto más arraigado de la población, (por ello las comillas en izquierdistas). Evo representando al indígena olvidado, Johnson al londinense tradicionalista, Trump al estadounidense intolerante, miembro del KKK y AMLO representando al pobre y desprotegido en México; todos han pagado cadenas de márquetin en Facebook Twitter y demás.
Lo cierto es que estos medios sociales no cobran por el uso de sus aplicaciones y bien dicen que cuando un producto es gratis, quiere decir que tú eres el producto; esta idea no se aleja nada de la realidad. Todos los usuarios entregan su tiempo, datos de ese tiempo, preferencias e información personal para que alguien más las tome y haga algo, ¿qué? pues un logaritmo para atraerte más y más a consumir esa aplicación, es decir, venden el tiempo de los demás.
La televisión abierta de alguna forma hace lo mismo. Presenta programas interesantes, entretenidos para que continuemos viéndolo, la diferencia es que la televisión no tiene nuestros datos personales, ni el logaritmo que define nuestros gustos.
Les recomiendo ver la docu-serie El Dilema de las Redes Sociales en Netflix, donde de manera cotidiana nos hacen ver como existen grandes similitudes entre las drogas y los medios sociales, y es que ambos les llaman “usuarios” a sus consumidores.
Estas redes (medios) sociales buscan mantener a toda costa nuestra atención, presentando miles de herramientas que eliminan la distracción, así permanecemos con nuestra mirada fija, pasando el dedo una y otra vez, generando problemas mucho más profundos que solo influir en una elección, problemas como la falta de integración familiar (que ya se había notado con la TV), la poca comunicación social, la proliferación de conductas introvertidas y suicidas, etc.
Carlos Monsiváis decía que lo único que limita la integración de él con el mundo, era su piel, pero qué tanto nos integramos al mundo y nos perdemos de nosotros mismos, estaremos propiciando polarización aceptando ese logaritmo impuesto, nosotros definimos esa red o ella nos define a nosotros.