Por un modelo económico que cambie la vida de los mexicanos
Por: Laura Castillo García
(Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México)
Como todo mundo sabe, hace 50 años nació Antorcha Campesina en un marginado pueblo de la Baja Mixteca poblana, en Tecomatlán, Puebla. Los fundadores, mucho se ha dicho también, fueron tan solo 30 campesinos y lo hicieron urgidos por la necesidad de gestionar una escuela secundaria para que sus hijos tuvieran oportunidad de cursar ese grado toda vez que, a fines del siglo XX, solo existía una escuela primaria y nada más.
Ese hecho detonó el trabajo de construcción de una organización de masas que durante 50 años ha ayudado a cambiar las condiciones de existencia de millones de mexicanos.
Hay en México tantos mexicanos a los que no hacen caso los gobiernos locales, estatales y federal, que Antorcha fue muy bien recibida, pues con arduo trabajo, gestiones y organización, fue posible mejorar las condiciones materiales de vida de miles de poblanos, primero, y luego de millones de mexicanos. En pocos años Tecomatlán pasó de ser un pueblo productor de migrantes, a un pueblo con todas las comodidades de la vida moderna y, lo que es más importante, con escuelas suficientes para dar educación, en todos los grados académicos, a toda la población.
En 1984, los éxitos del trabajo antorchista en Tecomatlán, y otros municipios poblanos, llegó a oídos de los habitantes de Huitzilan de Serdán, Pue., quienes por años padecieron la violencia y explotación de parte de caciques y sus aliados, un grupo de matones, que sintieron la necesidad de solicitar la intervención de la organización a la que sabían defensora de los intereses del pueblo. Bajo la guía de valientes activistas antorchistas que se jugaron la vida para ayudar a los huitziltecos, el pueblo organizado venció a quienes asesinaron a cientos de sus familiares y, una vez pacificado el pueblo, empezó el trabajo colectivo y llegó el progreso. Hace más de 20 años conocí Huitzilan de Serdán, un verdadero paraíso natural, con un pueblo con infraestructura moderna en el que sus habitantes viven en un clima de paz y trabajo.
Todo el inmenso trabajo que miles de activistas del antorchismo han desplegado durante 50 años a favor de los mexicanos marginados del país, es la concreción del ideal originario de la organización antorchista: construir una sociedad en la que todos tengamos mejores oportunidades de trabajo, vivienda, salud, educación, cultura y deporte, entre otros rubros.
Toda clase de obras gestionadas durante 50 años, y construidas en todo el país, se consiguieron con base a gestiones y desgastantes marchas para hacerse escuchar por los gobernantes que no fueron menos necios y cerrados que los actuales, mismas que suavizaron la terrible situación de pobreza en la que vivían los mexicanos más desprotegidos por el injusto régimen económico prevaleciente, pues los trabajadores de todas las ramas de producción reciben un miserable salario a pesar de que son ellos los que generan la gran riqueza que disfrutan los dueños de medios de producción.
Cambiar este sistema injusto de distribución de la riqueza, es el objetivo profundo de la organización social más exitosa del país: Antorcha lo que quiere es construir una sociedad más justa e igualitaria para todos los mexicanos, no solo para unos cuantos ricachos como hasta ahora sucede en México y a los que una y otra vez defiende y protege el presidente López Obrador.
Desde hace 50 años Antorcha se planteó trabajar en la construcción de una sociedad en la que todos los mexicanos gocen de empleo y salarios suficientes para que solventen todas las necesidades propias y de sus familias y, a fin de que tengan una vida plena y satisfactoria, para lo que se requiere de obras en las que se atiendan la salud, se eduquen, hagan deporte, tengan recreación y se acerquen a la cultura sin ninguna restricción. Todo esto, pues, coadyuva a que la gente tenga un desarrollo sano e integral, a que no enferme mentalmente y, por tanto, que no lastimen a la sociedad como hasta ahora lo hacen los múltiples delitos sociales que padecemos, entre los que se encuentran la violencia, los secuestros, los feminicidios y los asesinatos que cada día lastiman a la sociedad.
Para lograr eso, debemos estar conscientes de que necesitamos un gobierno visionario que, sin destruir la propiedad privada, llegue a consensos con los individuos más ricos de la sociedad para que acepten una política fiscal progresiva en la que paguen más impuestos los que más tienen y que paguen menos impuestos quienes tengan salarios más bajos. Es decir, queremos que se revierta la situación actual en que la mayor carga fiscal recae en los que menos tienen.
Con esos simples, pero grandes cambios en el funcionamiento de la sociedad, y con un gobierno empático a los sectores más vulnerables, cambiaremos a la sociedad y, por supuesto, cambiará la vida de millones de mexicanos a los que hasta ahora se les han negado todas las oportunidades para acceder a una vida más digna.
El próximo 24 de marzo, los huitziltecos festejarán que Antorcha Campesina llegó hace 40 años a su pueblo, y lo hizo no sólo para frenar la violencia y el terror que sembraron caciques y matones de la Unión Campesina Independiente (UCI) con etiqueta de luchadores sociales; sino que, una vez que conquistaron la paz, trabajaron colectivamente para hacer de su municipio un lugar habitable, con las comodidades de la vida moderna.
Esa gran historia de éxito de cuando los huitziltecos derrotaron a los caciques, está escrita en el más reciente libro de Alejandro Envila Fisher intitulado, precisamente, “Huitzilan de Serdán, la derrota de los caciques”. Hay que leerlo para que nos convenzamos que un pueblo organizado puede cambiar sus circunstancias cuando está bien dirigido.