La belleza como mandato
- Elva María Maya Marquez
- 26 noviembre, 2025
- Columnas
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La imposición cultural de la belleza tiene un impacto profundo en las personas, en especial, en las mujeres. Motivo por el cual, es necesario cuestionar que en pleno siglo XXI, en una época en la que la mujer busca mayores oportunidades y reconocimiento en función de sus capacidades, de su formación académica y de las habilidades con las que cuenta para desenvolverse en el espacio público, se siga contando con un concurso como “Miss Universo”, el cual premia y reconoce un solo tipo de belleza con ciertas características físicas como: el peso, color de piel, de cabello, color de ojos y que las participantes sean capaces de estructurar oraciones y planteamientos medianamente coherentes y convincentes que vayan en sintonía con el traje de baño que portan.
En 1921 nació el antecedente directo de este certamen con la primera Miss America. Para 1952, se creó “Miss USA” y “Miss Universo”, concursos que a pesar de las críticas, siguen vigentes. Como dato “curioso”, Donald Trump compró los derechos en 1996 y trasladó su sede de Los Ángeles a la ciudad de Nueva York. La participación de Trump se dio por terminada en 2015 en medio de una serie de polémicas. Actualmente, Raúl Rocha Cantú, empresario mexicano, es copropietario del 50% de la franquicia global de la Organización Miss Universo, junto a Anne Jakkaphong del grupo tailandés JKN Global.
En resumen, los certámenes de belleza son un tipo de concurso centrado en juzgar y en clasificar el atractivo físico de las participantes, aunque aparentemente han evolucionado para calificar, además del físico, rasgos de personalidad, inteligencia y talentos, la realidad es que se continúa fomentando que la mujer sea vista como objeto de belleza y de placer para el hombre.
Pero ¿Cómo determinar la belleza de una persona? Aunque la belleza es un término familiar, no es sencillo de definir. Esto se debe a que la concepción de la belleza ha evolucionado a lo largo del tiempo y varía significativamente entre distintas culturas. Por ejemplo, para los griegos, la belleza física era un reflejo de un alma bella y un estado moral y ético elevado.
Las ideas pitagóricas reforzaban esta noción, asociando la belleza con la búsqueda de orden y proporción, donde un cuerpo armónico y bien proporcionado se consideraba evidencia de una mente y alma igualmente bella y virtuosa. Para Umberto Eco, la belleza no era un
concepto universal, sino un fenómeno histórico y cultural en constante cambio y depende de la mirada del observador. En este sentido, la belleza no sólo se alcanza a través de la apariencia estética, sino también en su dimensión ética y moral. Ahora bien, vale la pena preguntarse ¿Cómo determinan y califican la belleza en este tipo de certámenes?
Actualmente, el mandato de belleza femenina impone un color de piel y rasgos faciales, edad, una manera de caminar, de sentarse y de vestir, con lo que se refuerzan estereotipos que promueven la discriminación y el racismo. En este orden de ideas, la búsqueda de la belleza tiene un alto costo emocional y físico para quienes intentan cumplir con estos estándares como: trastornos alimenticios (bulimia y anorexia) y el trastorno dismórfico (preocupación obsesiva por defectos percibidos en la apariencia física, que al ser menores, no son percibidos por los demás).
La socióloga Ester Pineda denomina este fenómeno “violencia estética”: la presión social que obliga a las mujeres a cumplir estándares irreales de belleza y comportarse como seres perfectos, sonrientes en todo momento y derrochando delicadeza. En “Miss Universo”, las participantes no compiten por sus capacidades científicas, atléticas o de liderazgo, sino por encarnar el ideal femenino que la sociedad aún celebra.
En cuanto a las características, las participantes son prácticamente iguales, mujeres jóvenes, altas y delgadas, con piernas largas, cabello largo, pestañas postizas, dientes blancos perfectos y rasgos esculpidos con precisión (sin importar que sean mediante cirugías estéticas) en vestidos ajustados y llamativos.
Estos concursos no deberían existir. Reducen el éxito de una mujer a un cuerpo. Es sorprendente que a las concursantes se les festeje que sean capaces de formular una opinión política y que ante diferentes preguntas puedan responder algo más que “la paz mundial”. Este tipo de certámenes refuerzan la idea de que las mujeres son objeto de exhibición y deseo, donde es un logro que puedan pensar y pronunciar algo “interesante”.
Como sociedad tendríamos que ser más críticos hacía este tipo de concursos y pensar si realmente aportan más de lo que pueden llegar a perjudicar el pensamiento de niñas, adolescentes y mujeres de mayor edad, ya que festejar el triunfo de una “Miss Universo” como la gran hazaña, es encasillar a las mujeres en su físico y validar la idea de que “calladita te ves más bonita”, en lugar de reconocerlas por lo que verdaderamente son capaces de aportar.





