
Adictos a las Pantallas
- Elva María Maya Marquez
- 10 junio, 2025
- Columnas
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Para quienes no tienen hijos o no están en contacto con algún infante, “Cocomelon” tal vez no les diga nada, pero intentaré explicar cómo esta caricatura ha logrado hipnotizar a los más pequeños — me refiero a los bebés— esto, a través de las pantallas, situación similar a la que sucede con los adultos al exponerse a redes sociales.
Para comenzar, es necesario hablar de la dopamina, un neurotransmisor que juega un papel importante en el sistema de recompensa del cerebro, responsable de las sensaciones de placer y motivación. Esta sustancia también está involucrada en el aprendizaje y la memoria. Por ejemplo, cuando hacemos algo que nos gusta, cuando comemos nuestro alimento favorito o escuchamos música, nuestro cerebro libera dopamina, lo que nos hace sentir bien y nos motiva a repetir la acción.
La dopamina es crucial para el refuerzo de los comportamientos. Sin embargo, el cerebro está tan sobreestimulado actualmente por redes sociales y alimentos chatarra, que las personas comienzan a presentar desensibilización hacia la dopamina. Esto significa que se necesita mayor cantidad de alimentos que producen placer o bien, realizar con mayor frecuencia la actividad que genera agrado para obtener el mismo efecto, lo que puede llevar a un aumento en el ciclo de consumo y dependencia.
La respuesta que se observa en los niños que ven caricaturas como “Cocomelon”, es la activación de su sistema de recompensa que los sobreestimula con una saturación de colores, música e imágenes que cambian cada segundo, lo que mantiene el cerebro de los niños atado a cada episodio.
Hasta ahora, se sabe que la sobreestimulación puede provocar problemas en el desarrollo cognitivo, ya que el exceso de tiempo frente a pantallas puede alterar funciones como la atención, la memoria, la concentración y las habilidades para resolver problemas, generando dificultades en la escuela y en su vida diaria.
Además, estos niños suelen presentar problemas para regular sus emociones, se vuelven irritables y les cuesta superar la frustración, especialmente si se les retira la fuente de su estímulo. También presentan alteraciones del sueño, ya que su producción de melatonina (hormona producida por el cuerpo que regula los ciclos de día y noche) se puede ver afectada por la luz de la pantalla, lo que acentúa sus problemas de irritabilidad y atención.
Asimismo, se ha reportado un déficit en las habilidades sociales de estos niños y un mayor riesgo de conductas adictivas, ya que necesitan permanecer en esa sobreestimulación constante, lo que les dificulta participar en otras actividades porque no encuentran suficiente gratificación.
En 2022, un investigador del New York Times tuvo acceso a las instalaciones de Moonbug, una empresa británica de entretenimiento infantil que produce 29 de los shows más populares para niños, aunque la estrella es “Cocomelon”. Este lugar es donde se desarrolla toda la ingeniería para crear canales que no solo sean entretenidos, sino también adictivos para una mente en formación.
Detrás de estas caricaturas, hay un trabajo realizado por expertos. En 2022, la compañía tenía al menos 390 empleados, es decir, 390 adultos contratados para atrapar el cerebro de los menores de 6 años con un objetivo claro: generar el mayor número de ganancias posibles, aprovechando hasta el último segundo de la atención de un niño.
Todo ese movimiento, colores y melodías presentes en “Cocomelon” genera una química cerebral de recompensa que no puede ser igualada con las actividades cotidianas, como comer en silencio, leer un libro, dibujar o convivir con otras personas. Estas actividades dejan de ser atractivas, parecen muy lentas, los colores son opacos y no hay risas ni canciones entretenidas.
El “Cocomelon” de los adultos es TikTok, Facebook e Instagram; esos videos que cambian cada tres segundos porque no logran captar la atención del usuario ¿Por qué? Porque se ha perdido la capacidad de concentración. La adicción de los adultos y de los niños a las pantallas no es muy diferente. Existen adultos que no son capaces de ir al baño sin celular.
Está comprobado que la exposición temprana a la televisión genera problemas de atención en los niños. En algunos estudios, el déficit de atención se ha medido en comparación con las horas que pasan frente al televisor. Para los niños que están comenzando la vida, es alarmante que una pantalla les esté robando la posibilidad de desarrollar habilidades básicas.
Con todo esto, no quiero decir que las pantallas sean aspiradoras de cerebros, pero la falta de límites y la elección consciente del contenido que se permite ver a los niños es lo problemático. Así como no le darían comida chatarra a un recién nacido, tampoco deberían exponerlos a contenido chatarra. La adicción a las pantallas es un problema social. Seamos personas responsables y evitemos que uno de los primeros contactos de un bebé con este mundo, sea a través de las pantallas.