Jornada laboral de 40 horas ¿para beneficio de los trabajadores?

Laura Castillo García

(Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México)

Dicen que la jornada laboral de 40 horas —que la presidenta Claudia Sheinbaum asegura que se aplicará en México— beneficiará la vida de los millones de trabajadores mexicanos, quienes se desgastarán menos en fábricas, oficinas o cualquier empleo formal que ejerzan y además podrán gozar de más tiempo libre para dedicarlo a la familia, la educación, la reducción del estrés, una mejor salud mental y emprendimientos personales. Nadie, ni el más desquiciado, puede oponerse al anhelo de que el ser humano alcance una mejor calidad de vida con la jornada de 40 horas. México, aseguran, se convertirá en un país más productivo y competitivo.

Pero esas metas son difíciles de alcanzar en un sistema económico como en el que vivimos en México —y en la mayoría de los países del mundo—, en el que la sociedad está dividida en clases: por un lado, la de los dueños de los medios de producción —que son el grupo minoritario—, pero que vive del trabajo de la mayoría de la sociedad, quienes día a día salen de sus casas para ganarse un salario que les permita vivir, aunque en muchos casos ese sueldo es tan raquítico que se ven obligados a trabajar horas extras o a contratarse en más de una empresa.

Desde que en 1764 se inventó la máquina que impulsó la producción textil en Inglaterra —la hiladora Jenny, que permitió que cada operador manejara ocho carretes a la vez para producir hilo (antes solo manejaban uno)—, tanto el inventor (James Hargreaves, tejedor y carpintero) como los dueños de fábricas y talleres aseguraron que esa rústica máquina facilitaría el trabajo de los operadores, que gastarían menos energía y producirían más.

Al principio, los operadores de la Jenny estaban felices por la multiplicación de la producción, pero al poco tiempo se dieron cuenta que no facilitaba su trabajo, sino que gastaban más fuerza y energía para operar la máquina hilandera, o cualquier otra, la cual exigían que el obrero siguiera el ritmo de la máquina. A pesar del desgaste, el salario no aumentó y, por tanto, no tuvieron acceso a más alimentos o a medicina para tratar de soportar el excesivo esfuerzo que ningún salario, por alto que sea, puede frenar.

Los inventores de las máquinas que potenciaron la producción en la época de la Revolución Industrial (Inglaterra, 1760-1840) aseguraban que habían desarrollado sus invenciones para facilitar el trabajo del hombre; pero no fue así. Bueno, rectificaré: ciertamente la producción de bienes materiales se incrementó grandemente, pero a costa de la salud de los trabajadores, quienes pasaron de trabajar al ritmo del ser humano a hacerlo al ritmo de las máquinas. Por eso, la raza inglesa, otrora sana y alta, se empequeñeció, bajó de estatura y talla y experimentó un desgaste físico tan grave que la esperanza de vida era de 35 a 42 años debido a: la peligrosidad de trabajar en fábricas mecanizadas, la mala alimentación, viviendas deficientes y antihigiénicas, y la alta contaminación generada por la gran cantidad de fábricas.

Entonces, ¿cómo se mejoró la vida de los obreros y qué implicaciones hubo en sus condiciones de vida? Quien se interese por estudiar este importante periodo de desarrollo tecnológico y productivo, se dará cuenta de que esos cambios más bien acarrearon perjuicios a la clase trabajadora, no beneficios.

La jornada de 40 horas es un espejismo, promete que los trabajadores tendrán mejor calidad de vida, pero se verán obligados a trabajar más aceleradamente para cubrir las ocho horas que dejarán de estar en la fábrica, oficina o escuela.

¿Acaso alguien piensa que los dueños de las fábricas, talleres, escuelas, etc., dejarán tan tranquilamente, y cruzados de brazos, que sus trabajadores dejen de generarles plusvalía durante ocho horas? No, definitivamente no será así, pues los ricos dueños de los medios de producción desean, si fuera posible, que sus máquinas y toda la infraestructura que instalaron, y tanto les costó, estén produciendo las 24 horas del día, sin importar si es de día o de noche y, menos aún, sin importarles que el trabajo nocturno sea perjudicial para el ser humano.

No, los ricachos y multimillonarios no estarán dispuestos a olvidarse de la plusvalía que los obreros les producían en 48 horas. No son tan humanistas como sus defensores y propagandistas quieren hacernos creer, incluida la presidenta Sheinbaum y todos los aduladores de la 4T. A ellos lo único que les interesa es una gran producción para obtener plustrabajo y grandes ganancias que incrementen sus fortunas, y saben que eso lo lograrán con una jornada de trabajo más corta, pero en detrimento de la salud de los trabajadores. 

Actualmente el obrero genera su propio salario en menos de 10 minutos gracias a la tecnología de punta aplicada a los procesos productivos. Un estudio de la UNAM, publicado en mayo de 2012, informó que: “Un trabajador que gana el salario mínimo en México genera el valor de su sueldo con solo laborar 9 minutos; lo que produce en el resto de su jornada de trabajo (7 horas con 51 minutos), se queda en las arcas del gobierno y las empresas”. Y agregó: “El tiempo de trabajo destinado a obtener el salario pasó de 12 minutos en 2008 a 9 minutos en abril de este año…” (“Un trabajador con salario mínimo genera el valor de su sueldo en solo 9 minutos”, La Jornada, 7 de mayo de 2012).

Esos contundentes datos fueron publicados en 2012. ¿En cuántos minutos cree que actualmente genera su propio salario una persona que hace trabajos simples? No tengo el dato, pero imagino que en menos minutos que hace 13 años.

Si los dueños de los medios de producción fueran humanistas, recortarían la jornada de trabajo a ¡una hora!, tiempo suficiente para que el obrero genere su propio salario y, además, aporte suficiente plusvalía y ganancias a los dueños del capital.

Estudios económicos internacionales han demostrado que la productividad por hora tiende a incrementarse en jornadas laborales más cortas. Esto también lo demostró Inglaterra cuando pasó de la jornada de trabajo de 18 horas a 12. Los dueños de las fábricas primero se aterrorizaron porque creían que perderían plustrabajo del obrero, pero luego vieron que la jornada recortada los beneficiaba, y por eso finalmente aceptaron legalmente la de ocho horas.

Mentira redonda que los gobiernos y los dueños del poder económico tomen medidas laborales para beneficiar a los trabajadores; en realidad lo hacen para beneficiarse a sí mismos y, de paso, engañar a la clase trabajadora a fin de perpetuar la dominación y explotación que ejercen sobre ella.

Para que realmente cambie la situación de la clase trabajadora en México —y en el mundo—, es necesario que esa clase trabaje para sí, que se eduque y se organice para, junto con todos los desposeídos del país, tomen medidas determinantes para acabar con la explotación y la pobreza que, dicho sea de paso, seguirá habiendo pobreza pese a que aumenten los salarios cada cierto tiempo o recorten las horas laborables.