
SANAR HERIDAS DURANTE LA CUARESMA 21
- Daniel Valdez García
- 25 marzo, 2025
- Columnas
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SANAR HERIDAS DURANTE LA CUARESMA 21
Martes III de Cuaresma 25 de marzo: Solemnidad de la anunciación del Señor
Sacerdote Daniel Valdez García
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Estas han sido las lecturas para la celebración de hoy: Isaías 7, 10-14; 8, 10; Hebreos 10, 4-10; y el Evangelio según San Lucas 1, 26-38.
Hoy, una de las promesas más resonantes que Dios hizo a través de los profetas del Antiguo Testamento es la profecía de Emanuel por Isaías: “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” (7, 14). El pasaje de Hebreos nos ayuda a comprender por qué Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre: “Cristo suprime los sacrificios antiguos y establece el nuevo, en virtud del cual todos somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez por todas” (10, 4-10), y el pasaje del evangelio de San Lucas nos lleva al sublime momento de la encarnación del Verbo (1, 26-38).
Celebramos la Solemnidad de la Anunciación nueve meses antes de la Natividad del Señor, recordando el día en que el Arcángel Gabriel se apareció a la Virgen María para revelar la voluntad de Dios: que ella se convirtiera en la Madre de su Hijo. Con su aceptación, “el Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14). El venerable obispo Fulton Sheen dijo: “Al elevar a una mujer, preservándola del pecado y permitiéndole aceptar libremente ese don en la Anunciación, Dios dio esperanza a nuestra humanidad perturbada y débil.”
El Catecismo de la Iglesia Católica (párrafos 484-486) enseña que la Anunciación a María inaugura “la plenitud de los tiempos” y el cumplimiento de las promesas de Dios. María fue llamada a concebir a aquel en quien “habitaría corporalmente la plenitud de la divinidad.” A su pregunta, “¿Cómo puede ser esto, si no conozco hombre?”, la respuesta divina fue: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti.”
“La misión del Espíritu Santo está unida a la del Hijo, santificando el vientre de María para concebir al Hijo eterno del Padre. El Hijo, “Cristo”, fue ungido por el Espíritu Santo desde el comienzo de su existencia, aunque se manifestó progresivamente: a los pastores, a los magos, a Juan el Bautista, y a los discípulos. Así, toda la vida de Jesús destacó cómo Dios lo ungió con el Espíritu Santo y con poder”.
El Papa San Juan Pablo II expresó que en la Anunciación, María se entregó completamente a Dios con “obediencia de la fe”, manifestando perfecta cooperación con “la gracia de Dios que precede y ayuda,” siendo plenamente abierta a la acción del Espíritu Santo.
El Papa San Juan Pablo II expresó que en la Anunciación, María se entregó completamente a Dios con “obediencia de la fe”, manifestando perfecta cooperación con “la gracia de Dios que precede y ayuda,” siendo plenamente abierta a la acción del Espíritu Santo.
Nosotros podemos asegurar que Dios quiso que María colaborara en la historia de la salvación. Con su “Hágase”, hizo posible la formación de Jesús en su seno por obra del Espíritu Santo. Dice san Juan Damaceno que “en cada Eucaristía el Espíritu Santo cubre al sacerdote con su sombra, y es Dios quien transforma el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo. La Encarnación permitió que el cielo bajara a la tierra; cada Eucaristía es el cielo en la tierra.
Si la Encarnación unió el cielo y la tierra en seno de María, por la Eucaristía el cielo nos une a Jesús. Santa Teresa de Lisieux decía que “la Eucaristía era un beso de amor de Jesús a su alma”. Para ella, la comunión era una experiencia amorosa que la unía para siempre a Jesús. Vivamos en esta solemidad esta gran esperanza de que Jesús hace de nuestro corazón su cielo.
Amén, Señor Jesús .