
SANAR HERIDAS DURANTE LA CUARESMA 9
- Daniel Valdez García
- 14 marzo, 2025
- Columnas
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Jueves I de Cuaresma
Sacerdote Daniel Valdez García
Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús.
En este día, Jueves Eucarístico, Sacerdotal y de amor al prójimo, tengamos presente que nuestra sociedad lleva heridas debido a diversas circunstancias. Cada uno de nosotros carga con heridas, ya sea de la infancia, la juventud o la vida adulta. La oración puede sanar las heridas personales y el perdón puede curar las heridas familiares, ya que los padres, como cualquier ser humano, no son perfectos y a menudo cometen errores. Como humanidad, familia, Iglesia y personas, necesitamos un cambio radical de dirección, un giro de 180 grados, no de 360 grados que nos devuelva al mismo punto de partida.
Esta escalada cuaresmal nos conduce a la cumbre Pascual para renovarnos en el poder de Cristo resucitado, quien nos libera del sepulcro del dolor y la autojustificación. Debemos asumir la responsabilidad, abandonando la búsqueda de culpables.
Las lecturas de hoy son una exquisita selección que nos motiva en este tiempo de penitencia y oración. Del libro de Ester, escuchamos la oración de la reina que conmueve a Dios para salvar a su pueblo, gracias a la advertencia de su tío Mardoqueo. Ester, elegida por el rey como esposa después de una especie de concurso de belleza, se convierte en el instrumento por el cual Dios salva a su pueblo de una muerte segura (4,17).
En el Evangelio de San Mateo 7, 7-12: Jesús utiliza tres verbos para destacar la importancia de la oración, la perseverancia y la permanencia: Pedir, Buscar y Llamar. “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá.” Jesús hace una promesa sorprendente: toda oración será escuchada en el momento oportuno. Nos invita a orar al Padre celestial con confianza absoluta. Si un niño puede pedir a su padre lo que necesita y obtenerlo, con mayor razón nosotros obtendremos lo que pedimos al Padre eterno y bondadoso. Su bondad nos invita a practicar la “regla de oro” en nuestro trato con los demás.
Ayer mencioné brevemente la incredulidad que surge de diferentes causas comprensibles. A menudo, nos encontramos con “productos milagrosos” que prometen todo pero solo afectan nuestro bolsillo. Los fraudes y el abuso de la compasión nos hacen desconfiados. Sin embargo, la incredulidad en Dios es pecado, porque implica dejar de confiar en Él y poner nuestra fe en cosas mundanas, como supersticiones o creencias falsas. Esto abarca desde lo que venden los nuevos charlatanes hasta las supersticiones populares.
A propósito, ayer unos alumnos me consultaron sobre un sacerdote de otra diócesis que realiza “misas de sanación”, algo que el Vaticano desde el año 2000 no aprueba. En realidad, se trata de misas por los enfermos, pero este hermano sacerdote vende productos bendecidos, les dijo que estaban muy mal y tenían que regresar, generando en ellos confusión y temor. Fui claro: ¡fíjense dónde se meten!, no vuelvan ahí, busquen a Dios con sinceridad de corazón, sírvanlo con humildad, sean generosos en su servicio en su grupo parroquial y vivan lo que Jesús nos dice: ¡traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes
Amén, Señor Jesús.