EMERGENCIAS Y URGENCIAS 2631 de enero de 2025Sacerdote Daniel Valdez García

Queridos hermanos y hermanas,

Al concluir enero, damos gracias a Dios por la bendición de la vida, la salud, la familia y el trabajo. A quienes les falte algo de esto, les animo a pedir con el corazón lleno de esperanza, porque aunque Dios pueda tardar, nunca olvida.

A lo largo de estas reflexiones, ondeando a través de pasajes bíblicos y las complejidades de la vida humana, frecuentemente tocando aspectos médico-clínicos, hemos alcanzado ya la reflexión número 26. Este camino seguirá hasta el martes anterior al 5 de marzo, justo antes del Miércoles de Ceniza

La psiquiatría nos provoca con la pregunta ‘¿Delusión o delirio?’: ¿Acaso la curación proviene de la fe en un Dios amoroso o de la práctica médica correcta?

En la historia de la medicina, la restauración de la salud ha estado constantemente en diálogo entre lo sagrado y lo científico. Hoy, aunque se invoque a lo divino, el acto médico se reconoce como una postura que honra la ciencia. Los profesionales de la salud tienen la noble misión de atender con integridad a cada paciente, sin juzgar sus creencias. Sanadores han existido siempre, muchos guiados por rituales para buscar la esperanza de la curación.

Desde el siglo II, algunos médicos cristianos dieron la espalda a Galeno, elevando sus plegarias al Dios revelado por Cristo. En el siglo III, la gente llamaba a San Cosme y San Damián para aliviar diversas enfermedades. Santos protectores surgieron, con Santa Águeda para las glándulas mamarias, Santa Lucía para los ojos y San Sebastián trayendo consuelo a muchas almas en las epidemias. Hoy en día, algunos médicos sienten que sus manos son guiadas por un poder divino.

Durante la Peste Antonina, los cristianos ofrecían cuidado compasivo mientras otros abandonaban a los enfermos. Contrasta esto con la Peste Negra, donde el miedo y el castigo divino llevaron a prácticas autodestructivas, como flagelarse tres veces al día, y la sangre atraía mas ratas con la pulga portadora del virus.

Al reflexionar sobre el Evangelio de Marcos 4, 26-34, Jesús nos revela que el Reino de Dios es como una semilla que, en su sencillez, enciende la chispa de lo divino. Nos recuerda que no son nuestros planes, sino la ‘gracia de Dios’ la que florece. Confiar únicamente en nuestros propios esfuerzos nos deja expuestos, tal como palabras de ánimo no son suficientes contra el cáncer, pero la palabra de Dios tiene su propio poder. La medicina y el Reino de Dios, en su humilde majestuosidad, crecen de lo pequeño a lo asombroso, como la semilla de mostaza.

Sin la capacidad de escucha de parte del médico y la palabra oportuna, los diagnósticos desahuciando al paciente o declarando precozmente la fase terminal pueden tener un gran error, hay muchos pacientes que sobreviven por años.

Amén, amén Santísima Trinidad.