EL VALLE DEPORTIVO
- Pedro Eric Fuentes López
- 27 enero, 2025
- Columnas
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Pedro Eric Fuentes López
La modernidad decadente del deporte-espectáculo arrasa todo a su paso y puede convertirse en el proyecto de una sociedad sin proyecto. PEFULO
Infortunadamente somos testigos de todo tipo de barbarie que se desata en el deporte, realidad que no puede ocultarse y que, sin embargo, parece no se pueda ni detener ni acabar. A cada momento aparecen y surgen escenas con imágenes dantescas que incluye la participación de menores de edad y se evidencia lo coludido que está el sector, que permite actos sin erradicar y mucho menos sin poner orden ni establecer dinámicas para que ya no aparezcan maldades que cada vez alejan al aficionado de su disciplina favorita. A pesar de que en pocos años, el deporte -sea cual sea la especialidad- se ha convertido, erigido y consolidado en una potencia mundial ineludible, es más, hacia finales del siglo pasado y ahora en este S. XXI se ha detectado que se implantó como una nueva y verdadera religión de nuestros tiempos, situación que si bien es cierto acumulaba centenas de aficionados y deportistas por doquier en todo el mundo, es hoy en día cuando su “culto” sin igual agolpa y moviliza al mismo tiempo, insisto, en todo el orbe desde pequeñas a inmensas masas agolpadas en las afueras de los inmuebles deportivos, al interior de estadios o llanamente congregadas frente a pantallas de todo tipo y tamaño que los aficionados visualizan de manera compulsiva. Y es a partir de esos momentos de conjunción, cuando se confunde la emoción y pasión, con la euforia y descarrilamiento mental, porque es ahí cuando los grupitos, grupos y masas en manada y en el anonimato, obedientes a sus bajos impulsos, emociones descoyuntadas, frustraciones y alteraciones de todo tipo, a las cuales les agregan un “toque” que les alimente su frenesí, muchas veces con acciones violentas, movidas por sus propias persecuciones de superioridad, a veces y hasta en muy a menudo, casi siempre con tintes xenófobas o racistas, sedientos de acciones deportivas como fuente de inspiración y rienda suelta a su imaginación, donde solo buscan causar males sin mirar a quién y en pleno desuso de sus facultades mentales y físicas reaccionan -según ellos en sus tontas excusas- eufóricos tanto a las victorias como a las derrotas restándole la real importancia a la unión de la población con la bandera del deporte.
La organización de un deporte a nivel mundial, sea cual sea y más aún aquel o aquellos que llaman a las grandes masas a reunirse, tienen el nivel de atracción y captación de afición más importante de toda actividad, es decir, su accionar es tal que sin duda alguna se ha erigido y consolidado como un modo de producción y reproducción socioeconómico que lo invade casi absolutamente todo. Al menos yo, de esto detesto que el deporte se haya convertido definitivamente en espectáculo total, a veces frío, a veces caliente, nunca medias tintas y como resultado de ello, se haya dejado de lado el nivel de conciencia, convivencia, unidad, armonía y otras, dando paso al miedo, al caos y lamentablemente a cualquier tipo de agresión que mancha con sangre cada acto deportivo. Mentira que el fin lo justifica todo, ¡patrañas! El deporte era, es, debe ser y seguir siendo el axioma universal de paz a través de la actividad física y sus congregaciones y grupos, no del sometimiento al miedo y terror cuando sale de su casa a “ver” un partido y, en el mejor de los casos, regresar al hogar sin un rasguño, porque hay algunos que no tienen esa facultad de hacerlo y como siempre, los agresores sueltos ideando su siguiente ataque.
Pásenla bien!!!