¡FELIZ NAVIDAD!

Estamos a una semana de celebrar la Nochebuena y en la recta final de este año. Ahora, el espíritu de la Navidad lo inunda todo y cambia la perspectiva de muchas cosas. Sin duda, es tiempo de reencuentros y de buenos deseos. Quizás estos últimos no deban faltar el resto del año. Nunca está demás anhelar lo mejor para los demás y para uno mismo. 

Precisamente, en la época más fría del año llegan la fiestas más cálidas. Es cierto que extrañar a los que no están y ver los asientos vacíos conlleva mucha nostalgia y el corazón nos da esos pinchazos que hasta nos pueden poner vidriosos los ojos. Sin embargo, estoy convencida de que los que ya no están son los que nos enseñaron a disfrutar de estas fechas y sólo por eso hay que tenerlos muy presentes y recordar los momentos vividos. 

Es cierto que la nostalgia y la ilusión pueden ser sentimientos encontrados que provoquen un terremoto de emociones, pero, quizás, lo mejor sea dejarse llevar por el momento y dar rienda suelta a lo que sentimos. Es lógico que la sensibilidad esté a flor de piel pero hay que disfrutar de la Navidad con quienes de verdad nos quieren. Son momentos únicos y la vida pasa y la Navidad con ella. La familia y los auténticos amigos valen oro y, por eso, no podemos perder la ocasión de gozar cada momento que estemos con ellos.

En la vida, en un segundo todo puede cambiar y a escasos días de celebrar la Navidad tenemos que valorar todo lo positivo que este año nos ha dejado. Hacer balance es inevitable, pero como siempre digo, de lo malo hay que quedarse con lo mejor. Y lo mejor es abrazar a los que más queremos. Seguro que todos hemos puesto ya el árbol y el Belén, hemos comprado los turrones, polvorones, mantecados y demás dulces para preparar los días más entrañables. La banda sonora ha ido cambiando porque los tradicionales villancicos han dado paso a versiones más modernas. No descarto que más de uno coja la zambomba y la pandereta y se venga muy arriba. 

El tiempo se inmortaliza en imágenes y en recuerdos y las fotos, año a año, aunque pueden parecer iguales no lo son. Éste es, sin duda, uno de los mejores motivos para disfrutar y, por supuesto, para ser felices con los que nos quieren. Los que derrochan hipocresía es mejor que se queden con ella porque el año tiene trescientos sesenta y cinco días. Tengo claro que ser feliz es lo que cuenta y, por eso, aunque estemos en la época navideña hay falsedades que no tienen hueco en ella.

En estos días sólo tienen hueco la ilusión, los deseos y los sueños por cumplir. Estos son el motor que nos mueve a superar las adversidades que el día a día nos presenta. Ya me gustaría una Navidad de trescientos sesenta y cinco días. Quizás nos iría mejor. En realidad es todo actitud y, sin duda, la autenticidad de las personas debería ser primordial y no envolver lo que no se es en un paquete especial por estas fechas. 

Unas fechas que todos tenemos marcadas en el calendario. La Navidad nos guste o no es mágica. Cada uno de nosotros sabemos cual es el verdadero truco para que ésta sea especial. Seguiré escribiendo mi carta a los Reyes Magos y nunca faltará el deseo de ver sonreír a los míos. Su sonrisa lo cambia todo, porque la felicidad empieza ahí. 

Y dicho esto solo me queda decir de todo corazón: ¡Feliz Navidad!