HOMENAJEANDO A LOS QUE NO ESTÁN
- Jimena Bañuelos
- 29 octubre, 2024
- Columnas
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Octubre está llegando a su fin y como marca la tradición estamos en la época de Don Juan, de los buñuelos, de los huesos de santo y, por supuesto, es momento de honrar a los que ya no están. El Día de Muertos, en México, es una fecha más que señalada y es digna de ver porque los altares no dejan indiferente a nadie.
El tiempo pasa, pero los recuerdos siempre permanecen. Hace diez años viví un Halloween al más puro estilo americano, pero también viví y fui participe de una de las tradiciones más espectaculares que recuerdo. Todo se tiñe de naranja, pero no del naranja de las calabazas sino del naranja de la flor de Cempasúchitl. Ésta junto con las ‘calaveritas’ de todos los diseños, protagonizan la festividad que fue declarada en Francia por la UNESCO como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Y es que el Día de Muertos es “…una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo…”
Sin duda, la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos como decía Cicerón. No hace falta que sea noviembre para echar de menos a los que no están porque ya escribió el historiador francés Lamartine: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd.” Tengo claro que el amor nunca muere por mucho que pase el tiempo. De hecho, hace años era mi abuela la que traía siempre los huesos de santo, tan queridos por unos y tan odiados por otros. Siempre he sido más de buñuelos, pero su ilusión al llegar a casa con una cajita de su dulce favorito bien merecía hacer el esfuerzo y comerse uno. Es cierto que “sólo se muere cuando se olvida. Y yo nunca te olvido” como decían en la película de Coco. Son días de nostalgia, pero también hay que ver en los recuerdos esa alegría de todos los momentos vividos con quienes aprendimos lecciones de la vida difíciles de olvidar. Quizás, nos ayudaron a forjar nuestra personalidad, en mi caso, no lo dudo, por eso, extrañar a quienes queremos es lo normal y no es necesario que sea únicamente un día en el calendario.
Y como de tradiciones he hablado y todos sabemos que toda fiesta que se precie tiene un dulce que la acompaña, además de los españoles, desde hace diez años en mi casa no puede faltar el pan de muerto. No soy muy de cocinar, pero con el delantal puesto y acompañada por la harina, el azúcar, la mantequilla, la levadura, los huevos y el resto de los ingredientes se hornea un auténtico pan de muerto en el que no pueden faltar: la representación del cráneo, el sabor a azahar en honor a los fallecidos, los huesos del difunto que son las lágrimas derramadas y la forma circular que equivale al ciclo de la vida y la muerte.
Los que estamos vivos tenemos que seguir adelante a pesar de las ausencias. “Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años” como dijo Abraham Lincoln.