A mitad de la semana

El circo de la Casa de los Famosos

La primera vez que vi Big Brother, además de tener mucho más tiempo que ahora, veía el programa por el morbo de conocer al mexicano promedio, como yo, encerrado en una casa, con problemas, sentimientos y ganas de caerle bien a los demás, como cualquier adolescente.

Desde aquel entonces, el programa televisivo parecía un experimento consumista interesante, que hacía un escaparate social identificable e identificado entre el enclaustrado y el televidente, que lograba conectar con la necesidad pública de solventar el tabú y la personalidad privada de quien lo veía, para saber si parámetro con el que se mide a sí mismo es correcto o no; esto hacía que opinaras por lo menos internamente de lo que se debe o no hacer en cada situación presentada, parecido a los “talk shows” de Christina o Rocío Sánchez Azuara..

Tal vez ahora la Casa de los Famosos no cuenta con esa aportación televisiva de primer experimento y por ello, no conecta con mi persona, pues no se trata de gente común y corriente, sino valga la obviedad, trata de famosos que son forzados a vivir con gente con egos igual de grandes, que viven de la adoración pública y que harían todo por tenerlos, luego entonces podría tratarse de un nuevo personaje, más hipócrita, de cada uno de los famosos, con la finalidad de quedarse el mayor tiempo posible dentro de la casa, es decir, deja fuera lo natural del experimento social de la primera vez.

Tal vez esa transformación del famoso a persona normal es la develación que no encontró mi gusto, y que los millones de espectadores sí descubrieron en este show, lo que podría explicar el rating que ha alcanzado números y participación social descomunal.

La verdad es que al fin de cuentas, el espectador promedio del programa busca la violencia que se propinan unos habitantes a otros, equipos, rivalidades y diferencias de personalidades, para así obtener una adecuada identificación, diferenciación y reconocimiento, pues es esto lo que otorga sabor al programa, ya que nadie quisiera ver un mundo feliz ahí adentro, todos coordinados y sonrientes, sino una catarsis que haga pensar que nuestra vida es mejor sobre los famosos exitosos, tal vez para dotar de esperanza de éxito en una comparativa real del espectador .

Pues mientras seguimos siendo rehenes del marketing político de la Casa de los Famosos, ya han acabo los foros de discusión de la reforma judicial y la reforma sigue igual que la propuesta; AMLO ya aceptó que Dos Bocas no iba a funcionar a tiempo (por eso agradece la continuidad que el pueblo sabio mexicano le regaló); aceptó también que SEGALMEX es un punto de corrupción que mancha su gestión (aunque no haya hecho nada para sancionar a los responsables) y sigue sin saber si acusar a EEUU de intromisión o fingir un acuerdo internacional a costa de ofender a los señores del narco.