EL VALLE DEPORTIVO
- Pedro Eric Fuentes López
- 29 abril, 2024
- Columnas
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Se acuerdan con la “señora” Guevara, en su etapa como velocista y previo al inicio de su competencia, durante la presentación de las atletas que intervenían, donde las cámaras de circuito cerrado dentro del estadio mundialista -en esos ayeres- tomaban las reacciones, la mexicana cuando se vio como el foco de atención y en el graderío el éxtasis explotando con sonoros gritos de vítores y manifestado de esta forma su apoyo, de pronto en un punto de inflexión, la sonorense se llevó el dedo índice a la boca haciendo la señal de silencio, es decir, pedía al aficionado que guardara silencio, como para no entorpecerle o -según dijo- no distraerle de su concentración. Aquella batiseñal, aunada a sus constantes desplantes y pseudo respuestas a los medios de comunicación y a la gente en general, era la muestra inequívoca de que lo más tarde y hasta nuestros días, habríamos de dar cuenta y nos quedamos cortos con esos ademanes, porque la falta de tacto, empatía, asertividad y, sobre todas las cosas, educación, crean y generan conflictos arrasando con todo aquel que esté enfrente, ya sea en la coincidencia o en el terreno que sea; además, se supone que con el andar del tiempo, adquieres cierta experiencia que los años te van dando como madurez y responsabilidad, pero existen casos tales que, a menudo hay excepciones gravitacionales muy presentes qué ni cómo evitarlos y peor aún, ni cómo poder ayudar. Aquel pasado inmediato fue el anuncio del presente vigente y nadie me lo cuenta, yo lo viví, la vi de cerca, con micrófono y grabadora en mano y no se me olvidan detalles que a los demás pueden parecer intrascendentes y quizás lo sean, pero qué le hago si mi disco duro mental está más vivo y los recuerdos se agolpan como extractos justos en la línea del tiempo.
Este tipo de actitudes encierran un estrés acumulado, con frustraciones, limitaciones, aspiraciones, sueños, anhelos y más, la combinación perfecta para perder el piso y hacerse el grande, donde los miedos y temores invaden la debilidad y perfectibilidad del individuo colocándole en un nicho que, cuando se rompe, el hipermadrazo es el más fuerte de toda la eternidad. A unos enseña y deja aprendizajes, otros más, como el caso en comento, les pasa por el arco del triunfo en una clara muestra de síntoma de supremacía, pero la vida coloca y señala la ruta de cada uno, con pros y contras, a viento y marea, a menudo sucumbiendo y otras emergiendo, pero al final de la historia lo que permea son los actos y la buena voluntad, no así los negativos que, aunque forman parte del proceso, son los utensilios acordes a una mejor evolución y mejor andar. Hay quienes hacen todo al revés y siguen creyendo que está bien lo que dicen, piensan y realizan hasta que se topan con pared, cuando, incluso, lo ganado, obtenido, lo dejan y pierden por lo menos, por temores, por no arriesgar, por “seguridad”, comodidad y conveniencia. Infortunadamente no hay manera de corregir eso ni con la mejor terapia, sino que los resultados de los actos son la evidencia.
Así el caso anterior, me da mucha pena, coraje e impotencia, como nuestros medios de comunicación en materia deportiva han sido inundados de variantes histriónicas en lugar de personajes altamente preparados y calificados, con autoridad para cuestionar y en su caso aportar a la sociedad, me cuesta trabajo creer que los gritones, ridículos payasos, porristas y fanáticos también tengan cabida en las pantallas y/o en los micrófonos y hasta en la prensa escrita ni qué se diga del mal uso de las redes sociales. Si el caso en primera instancia fue y ha sido grotesco, solo basta ver que el fascinante mundo deportivo se convierte en la aldea perfecta para denostar a diestra y siniestra sin mirar a quien. Hace una semana y en cuentos de nunca acabar, veo como se despotrica en televisión abierta, a nivel nacional y mundial, con toda la intención y sin importar nada, porque al final y al cabo resta salir a ofrecer una disculpa que en nada ayuda. Eso no es ni prudencia ni congruencia. El tema es que, para que exista conflicto se necesitan 2 y basta que uno no quiera para se rompa dicha maldición, la situación real es que muchos se enganchan y pierden los estribos y es casi imposible controlarse, pero, de ahí a las agresiones verbales, físicas, y otras, dista mucho de una realidad, aunque, dicho sea de paso, la muestra se pone desde casa, escuela y trabajo.
Varios ejemplos saltaron este fin de semana extra deporte y dentro de las disciplinas. Ya señalé el recuerdo, lo de la televisión y sus personajes pagados, pero en el deporte existen tendencias a horrorizar el momento vivido. El caso del mejor tenista español en la figura de Rafael Nadal, molestándose y reclamando al juez principal, que su rival grita mucho. ¡¡¡Por Dios!!! ¿Eso qué???? me di a la tarea de checar el reglamento de tenis y sus competencias y en ningún párrafo se acusa eso. Entonces pasa por temas de complejidad personal donde se sienten intocables ellos y otros. En el futbol es pan de todos los días, el basquetbol vive una de sus peores rachas de agresiones constantes, el béisbol ni se diga, solo basta -incluso- que se vean “feo” para vaciarse las bancas y darse hasta con la cubeta. Luego está el comportamiento inverosímil del peleador de artes marciales mixtas que lanzó una patada a una chica en bikini que anuncia los rounds en el cuadrilátero. Eso pasa por el extremismo y fanatismo por sus preferencias religiosas. Y si le sigo no termino y obvio, hay mucha tela de donde echar mano, hoy lo toqué porque más allá de las fases deportivas de las justas, están las acciones de los que quieren ser protagonistas y centellean porque sus actitudes son tan pero tan deplorables que tienen que surtir efecto en el: ¡eso no se hace! porque si de por sí la vida es un pañuelo, cualquier decisión surte efecto y el pañuelo es desechable…
Pásenla bien!!!