Semiconductores: La Puerta a lo Digital
Por: Jesús Humberto López Aguilar
En el ideario colectivo, el recurso estratégico por antonomasia es el petróleo. Para otros, este lugar quizá pudiese ser ocupado por materias primas de otra naturaleza, como, por ejemplo, el agua, al ser un recurso esencial para la vida y para las necesidades básicas del ser humano, además de los muchos usos que tiene en los procesos productivos.
Probablemente, también podría ocuparlo la arena, por el papel fundamental que tiene en la industria de la construcción, o, el gas, como una de las principales fuentes de energía.
Si pensamos a largo plazo, el litio también podría entrar en esta contienda, al ser el elemento primario de las baterías de los aparatos electrónicos de uso común, como los teléfonos inteligentes.
Sin embargo, ninguno de los recursos previamente mencionados está entre las grandes preocupaciones de las superpotencias. Mientras que en países como el nuestro los dirigentes de la clase política se avocan en conseguir la soberanía energética a través de la construcción de plantas de refinamiento de una materia prima tan contaminante como el petróleo, en la República Popular de China han por fin entendido que la supremacía mundial está en los semiconductores, o en términos más coloquiales, los chips.
No es casualidad que las cadenas de suministro de los titanes del sector automotriz hayan acusado tanto la falta de estos últimos, la realidad es que ya nada funciona sin estas hojas de silicio con garabatos. Desde refrigeradores, hasta automóviles.
La causa de esta escasez provenía de una pequeña isla, separada de la China continental por un pequeño estrecho y también, por muchas diferencias ideológicas. Se trata de Taiwán, hogar de la República de China.
En este país tiene su sede la compañía fabricadora de semiconductores más grande, e importante, de todo el planeta, la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company. Con más del 50% del mercado de producción de chips, no hay nada que se le compare. Y aquí yace, precisamente, el interés geopolítico de la isla.
Los procesos y la tecnología que esta empresa goza son tan avanzados que países como Estados Unidos y China se rompen la cabeza tratando de deslocalizar la producción a sus respectivos territorios, pero sin muchos resultados.
Para ponerlo en perspectiva, es preciso entender que es un circuito integrado, o chip. Fundamentalmente, se trata de una oblea o lámina de silicio con transistores en su superficie. Su uso comenzó a extenderse gracias a la invención del transistor, que sirvió como alternativa a las hoy obsoletas, válvulas de vacío. La función de los chips es realizar una función electrónica específica. Por ejemplo, hoy existen chips como la CPU, que es la unidad de procesamiento principal de cualquier computadora, la DRAM, que es un tipo de memoria que conserva la información mientras la computadora está encendida o, la GPU, dedicada al procesamiento de gráficos.
En los albores de los circuitos integrados, únicamente era posible colocar en una oblea de silicio unas pocas decenas de transistores. Hoy en día, la TSMC, junto con Intel, Samsung y otras selectas compañías, cuentan con la tecnología suficiente para colocar diez mil millones de transistores en una pequeña oblea de silicio. Un número muy difícil de imaginar en términos reales. Lo hace a través de un proceso que se conoce como fotolitografía, cuya variante más vanguardista usa la luz ultravioleta extrema (UVE), cuyas máquinas solo las fabrica una empresa en todo el mundo: ASML, una compañía de origen neerlandés.
Apple, Nvidia y Qualcomm son algunas de las compañías más valiosas y conocidas por los consumidores, y sus respectivos chips, los más potentes del mercado, pero sin la intervención de gigantes como TSMC, sería imposible que el diseño de sus chips se materialice.
La clase política mexicana debería estar buscando acaparar eslabones de esta cadena de suministro, la más valiosa y redituable de toda la economía mundial. Si bien, en términos tecnológicos, estamos muy rezagados, apuntar inicialmente a la explotación responsable del silicio, materia prima de los circuitos integrados y segundo elemento más abundante en la corteza terrestre, sería una apuesta beneficiosa para el desarrollo de nuestro país.
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