ANTÍPODAS

En muy contadas veces hemos hecho el intento de desenmarañar a aquella ola globalizadora que nos alcanzó hace ya un tiempo, más o menoscuando escuchábamos noticias de un muro que caía en el corazón de Europay cuando el valor de nuestro peso se desplomaba sin que nadie pudiera hacer algo. En ese ir y venir de nuevas modas, productos, servicios y tecnologías, nos hemos quedado entre maravillados y pasmados por la majestuosidad de todoesospoderesabstractos que mueven los hilos de nuestras vidas.

La economía que ocupa un lugar central en toda retórica política y social, ha escapado por completo a nuestro entendimiento y control. Asentimos la idea de que el bienestar general es alcanzableúnicamente (quizá por falta de conocimiento o por influencia de la mentalidad de rebaño),poniendo en práctica la fórmula de más poder al sector privado para potenciar el crecimiento económico, menos restricciones a las inversiones extranjeras, más privatizaciones de empresas de titularidad estatalmenos regularización de mercados de capitales y más integración económica a través de los tratados de libre comercio. 

Detrás de laaparente benevolencia que representa restar poder a un Estado corrupto e ineficaz y a la eliminación de aranceles para beneficio de exportadores e importadores, hayuna perversa intención de armonizar ciertas leyes entre los países firmantes, empecinándose en que estasnacionesabran sus economías a los grandes servicios financieros, buscando permitir niveles ilimitados de inversión extranjera y la no limitación de los flujos de capital, dando total libertad a los particulares de sacarlo e introducirloa placerde los países al son de un clic, evitando que la riqueza generada sea empleadanuevamente en el desarrollo local, para finalmente destinarla a inversiones especulativas que no tiene ningún beneficio real en la economía, más que para agrandar los bolsillos delos ricos y darles aún más influenciaAdemás, estos tratados de libre comercio permiten a los inversores extranjeros demandar a los gobiernos de las naciones miembro ante tribunales internacionales si estas aprueban nuevas regulaciones internas que reduzcan las ganancias de sus operaciones, exigiéndoles pagos exorbitantes en indemnizaciones.

Las supuestas bondades recién mencionadasque trajo la globalización, limitan el alcance del poder democrático del que hoy hacemos tanto alarde.Los funcionarios públicos elegidos por los ciudadanos a través del votopopular no tienen ninguna otra opción más que obedecer los imperativos del sistema, el cual los hace propensos a la corrupción, allanando el camino para quitarse de encima la carga que implica planear una economía justapara entregárselas al estanque de pirañas que representa a las fuerzas del mercado, moldeándola en función de sus intereses.

La globalización, tal y como la conocemos no es la culpable de esto, es solo una consecuencia de una equivocada planeación a largo plazo de una sociedad justa y equitativa. Cuando la democracia moderna estaba en pañales en los recién creados Estados Unidos de América, el discurso político no estabacentradoen los vacuos propósitos económicos de hoy en día, sino,precisamente, en la creación de un sistema económico que evitara las concentraciones de un poder que rebasará al Estado y que además propiciara la creación de ciudadano participativo comprometido con su comunidad. 

La interconexión, los avances tecnológicos y la diversidad de ideas no han equilibrado la balanza, solo han acentuado la desigualdad que había antes de todo esto para fomentar todo lo contrario, un ciudadano que trabaja, en algunos casos, para consumir, y en muchos otros, para sobrevivir. 

Nacemos, consumimos, nos reproducimos y morimos,¿y quémás? La maravilla de los mercados y de la economía actual es que nos han entregado entretenimientos huecos y estilos de vida materialistas, desterrando esa incómoda pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez, ¿para qué vivimos? 

Es el momento de replantear nuestra relación con los demás y con la naturaleza, desarrollar nuestra espiritualidad sin los peligrosos fundamentalismos, para que, porconsiguienteplanteemos un sistema político participativo, teniendo como base la educación colectiva que evite a toda costa la proliferación de intereses particulares. 

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