Inclusión en su máxima expresión

Por: Jesús Humberto López Aguilar

Las proyecciones económicas no son nada alentadoras para Occidente. Los que antaño ostentaron el poder colonial, hoy día están quedando a la sombra de aquellas naciones que en el pasado estaban bajo su yugo político y económico. La consolidación como potencia de países como China, India, Brasil, e incluso, aunque a un ritmo no tan acelerado, Nigeria y otros países africanos, ya está en camino.

Todos estos territorios tienen un común denominador, el cual explica por qué un país poscolonial, otrora desfavorecido y desprovisto de cualquier atisbo de prosperidad, se encuentra en esta exclusiva lista.

Este común denominador es el factor poblacional. Mientras que en el continente africano el número medio de hijos que una mujer da a luz durante su vida fértil está entre los 4 y 6, en la Unión Europea ya han empezado a sonar las alarmas porque este número ronda los 1.5 hijos por mujer. El nombre que ha recibido este “problema” es envejecimiento poblacional. Se da cuando el número de personas que exceden la edad de jubilación supera al de personas en edad de trabajar, provocando que los recursos que los gobiernos destinan a las pensiones de la población envejecida sean mayúsculos, restando productividad a sus respectivas economías. 

Según esta teoría, las personas jubiladas se están convirtiendo en un lastre para nuestra sociedad, algo que resulta contradictorio de manera inequívoca. Los esfuerzos de la medicina están a la busca de todo aquello que pueda alargar la vida, sin embargo, confinamos a las personas mayores a asilos y casas de descanso, donde la mayoría de las veces son maltratados o menospreciados por el personal que está a su cargo.

Antes de la llegada de la civilización globalizada, lo que determinaba el aprecio y la sabiduría de un individuo, era la forma en la que se había conducido a lo largo de su vida, apelando a su honorabilidad. Se le concede excesiva valía a la vida de un joven, sin importar las acciones que llevará a cabo a lo largo de su existencia, y, por otro lado, se desprecia la vida de una persona mayor, enterrando su invaluable experiencia, actos y obras.

Tristemente, los puestos de trabajo que se ofrecen en la actualidad están diseñados exclusivamente para personas jóvenes. Resulta muy complicado para una persona con licenciatura de más de 40 años encontrar una vacante relacionada con su área profesional y, además, que esté bien remunerado. Si bien, los jóvenes pueden traer consigo ideas frescas y mayor energía, las personas de edad más avanzada, vislumbran con mejor claridad el panorama que se les presenta y tienen conocimientos más prácticos de su entorno, al contrario que los jóvenes, que abrevan de conocimientos teóricos que pocas veces tienen la capacidad de comprobar por ellos mismos.

Es preocupante que esta suerte de nihilismo moderno haya superpuesto la productividad a la adjudicación de valor a la vida de las personas. Recordamos a los que, sin mérito alguno, representan algo para nuestra historia, y olvidamos a aquellos que, con su buen actuar, dejaron una huella en las personas. Es lamentable observar como las personas de edad avanzada son relegadas a un tercer plano, echando a tierra ya ni siquiera sus experiencias y consejos, su valía como individuos. La calidad de vida de una persona no tiene por qué decrecer paulatinamente a partir de cierta edad. A la par de que la sociedad moderna busca atender las causas del envejecimiento, debe de luchar por integrar a este grupo marginado en sus sectores productivos o educativos.

En tiempos donde se habla constantemente de inclusión, se debería de dar voz a todos, no solo a aquellos que, con discursos banales y retorcidos, buscan ser el centro de atención.

Devaluamos el pasado y el presente en beneficio del futuro. Preferimos un horizonte cambiante, sujeto a un sinfín de variables, a lo real, aquello que sin tapujos podemos disfrutar. El reconocimiento de una persona no debe de hacerse con base en las preferencias, recursos o ideas que posea, sino en que tan amable, caritativo y honesto haya sido con todo aquel que convivió.

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