¿LOS SACERDOTES SOMOS UNA ESPECIE EN EXTINCIÓN?
11 de septiembre, 2023
Reflexión
Sacerdote Daniel Valdez García
Queridos hermanos y hermanas,
Durante mis ejercicios espirituales de la semana pasada, llevados a cabo con el grupo al que pertenezco en mi etapa de formación sacerdotal, tras haber sido consagrados hace entre 25 y 30 años para siempre, tuve la valiosa oportunidad de meditar sobre una interrogante que me persigue desde hace una década: ¿Seremos los sacerdotes reliquias del pasado? Sin ánimos de ser académico, optimista o pesimista, me dispongo a brindar respuestas hasta llegar al futuro próximo, siendo realista en el “aquí y ahora”.
Hoy nos sugieren celebrar la misa en honor al presidente de la república y así lo hago.
Durante este tiempo hemos escuchado pasajes de las epístolas del apóstol San Pablo, y llevamos dos semanas sumergidos en el evangelio según San Lucas, y es precisamente este último del que deseo hablarles:
“Un sábado, Jesús ingresó a la sinagoga y comenzó a enseñar. En aquel lugar se encontraba un hombre con la mano derecha paralizada, mientras los escribas y fariseos lo observaban cautelosamente, esperando para acusar a Jesús en caso de que lo sanara durante el día de reposo. Sin embargo, Jesús, conociendo sus intenciones, le pidió al hombre con la mano paralizada que se pusiera en medio de todos. El hombre obedeció y se situó en el centro. Entonces, Jesús les formuló una pregunta: “¿Qué está permitido hacer en sábado? ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar vidas o acabar con ellas?”. Y, después de observar detenidamente a todos los presentes, dirigió su mirada al hombre y le dijo: “Extiende tu mano”. El hombre obedeció y quedó completamente sano. Enfurecidos, los escribas y fariseos comenzaron a discutir entre ellos sobre cómo actuarían en contra de Jesús (Lucas 6, 6-11).
Jesús se presenta como el enviado celestial, ungido por Dios, con el propósito de sanar y liberar a las personas de las dolencias corporales y espirituales. Observamos cómo el foco se centra en la figura humana, enalteciendo al hombre tullido de la mano derecha y llevándolo al epicentro. Así, realiza lo que otros rabinos ya habían enseñado: “hacer el bien durante el sábado para preservar la vida humana”. No obstante, la discrepancia surge con los escribas y fariseos, quienes se sumergen en un legalismo que subordina al hombre al servicio del día sábado, incluso cuando está incapacitado para llevar a cabo sus labores diarias y esenciales.
Es probable que muchos de ustedes estén conscientes de que en Nigeria, los sacerdotes se consideran “una especie en riesgo de extinción” ante la ola irracional de secuestros, asesinatos y violencia. Asimismo, es sabido el peligro latente que enfrentan los sacerdotes en Nicaragua bajo el mandato del presidente Daniel Ortega. Además, en nuestra patria mexicana, existe un alarmante índice de asesinatos de sacerdotes y periodistas. Pero vayamos más allá de esta dicha constatación.
Nos encontramos inmersos en una sociedad que avanza vertiginosamente, donde todo está en desequilibrio. Mientras se buscan vidas en el planeta Marte, aquí se niega el derecho a la vida de aquellos que están por nacer. Se otorga protección a los animales, pero se desecha a los hijos indeseados. En palabras del periodista uruguayo Eduardo Galeano: “Vivimos en un mundo donde se le da mayor importancia al funeral que al fallecido, a la boda que al amor, a lo físico que al intelecto. Nos hallamos sumergidos en una cultura del envase, que desprecia el contenido”. En las redes sociales, observo reacciones impulsivas en lugar de un análisis sereno que aporte argumentos sólidos, cayendo en la limitación de mera multiplicación del ruido virtual en vez de promover el discernimiento y la reflexión profunda
Los sacerdotes y todos los creyentes hemos de dirigirnos a la esencia de la experiencia humana, al amor de Jesús al otorgar la sanación, al realizar actos de bondad, y eso debe ocupar siempre el primer lugar. Lejos de la confrontación, la violencia, la descalificación, el legalismo, el rubricismo y la mera parcialidad en favor de la justicia, la cual a menudo da lugar a injusticias aún mayores. Si el sacerdote no es un individuo al servicio de Dios, corre el riesgo de convertirse en una especie en peligro de extinción. El Papa Francisco ha insistido en múltiples ocasiones en que “no convirtamos la Iglesia en una aduana sacramental”. Debemos vivir un sacerdocio activo, uno que busque acercarse a los feligreses sin poseer un apego frío a las reglas y los reglamentos. Para los fariseos y los escribas, el cumplir la ley era una excusa para no actuar en beneficio de los demás. Las propias normas de la Iglesia no deben ser percibidas como limitaciones para evitar hacer el bien; su verdadera esencia es la caridad y asegurar el bienestar, especialmente para aquellos que más lo necesitan, actuando como pastores al estilo de Jesús.
Los primeros doce franciscanos llegados de la Provincia de San Gabriel en España siempre serán un ejemplo de sacerdocio activo, hicieron fundaciones y tuvieron la voluntad de aprender las lenguas indígenas con el fin de eliminar las diferencias y unir al santo pueblo de Dios en el Nuevo Mundo.
Recemos para que el dueño de la cosecha nos otorgue sacerdotes conforme a su corazón.
Amén, amén, Santísima Trinidad.