2 de octubre SI se olvida
- Elva María Maya Marquez
- 5 octubre, 2022
- Columnas
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A 54 años de la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968, la consigna parece diluirse, la demanda social que exigía “ni perdón ni olvido” cada vez está menos presente, la memoria colectiva se está borrando, y la exigencia de saber la verdad sobre lo acontecido en la Plaza de las Tres Culturas y dar justicia a todas las víctimas de un gobierno autoritario que prefirió disparar antes que dialogar, se está perdiendo.
La memoria es traicionera y la historia también. Hay mentiras que han ocupado primeras planas y otras tantas que se han plasmado en los libros de texto. Los medios de comunicación han estado dispuestos a callar o bien, dispuestos a repetir una noticia falsa las veces que sea necesario, ya que como lo dijo el general Álvaro Obregón; “Nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos”, y varios comunicadores y “periodistas” lo saben.
El 2 de octubre fue producto de un abuso de autoridad, de un ejercicio criminal de las fuerzas del Estado, un acto de represión contra jóvenes estudiantes que lo único que pedían eran mayores libertades. Las principales demandas de los estudiantes giraron en torno al cumplimiento de la Constitución, el fin de la represión gubernamental, la libertad a presos políticos y la exigencia de diálogo, lo cual era mucho pedir para el gobierno en turno.
A más de 50 años de este suceso, se desconoce el número de fallecidos, se dice que fueron más de 300, pero en realidad la cifra no se conoce y tal vez nunca se conocerá. Para que el 2 de octubre no se olvide, no basta conmemorar la fecha, lo que hace falta es comprender lo que pasó, reconocer que fue un crimen de Estado donde después de la brutal matanza no podíamos estar en condiciones de celebrar una justa deportiva, pero se hizo, el 12 de octubre se inauguraron los juegos olímpicos del 68 como si nada hubiera pasado, la maquinaria del Estado se echó andar y todo siguió conforme a lo planeado ¿Y la sociedad? Disfrutando de los juegos olímpicos, que más podía hacer, sino pasar por alto este grito de exigencia de miles de estudiantes de la UNAM, el IPN y otras instituciones de educación superior que desde semanas antes repetían; “No queremos olimpiadas, queremos revolución”.
Esto fue un delito perpetrado desde el gobierno de México [encabezado por Gustavo Díaz Ordaz, en la presidencia de la República, y Luis Echeverría Álvarez, en la Secretaría de Gobernación] en contra de los estudiantes. Algunos no habíamos nacido cuando este terrible hecho tenía lugar, pero somos pasado y somos presente, no podemos desconocer nuestra historia por triste y dolorosa que sea. Por el contrario, hay que recordar a quienes alzaron la voz, aquellos que buscaban un México mejor y que fueron muy valientes al salir a las calles sin imaginar el desenlace que habrían de tener, y hoy, merecen todo nuestro reconocimiento, pues no cedieron ante las presiones del Estado, pero un civil jamás podrá estar a la altura de un militar.
Arrastramos los vestigios del 68, de la sangre derramada por un gobierno que demostró que no siempre es quien nos cuida, sino también quien nos mata. La memoria está sometida a este recorte, selección de momentos y de etapas que nos hace pensar que hay cosas que en realidad no fueron tan malas, y otras tantas que se han intentado justificar, por lo que otra lección que debemos aprender es, seleccionar de mejor forma a quien decidimos que nos cuente la historia, aunque no aplicará para todos, pues algunos prefieren que les mientan.
Pensar que lo mejor es darle vuelta a la página es un acto de total cobardía, representa anular el dolor y el sufrimiento de las madres y padres de familia que perdieron a sus hijos de la manera más vil. Aquellos jóvenes no eran delincuentes, eran universitarios en busca de una reivindicación de derechos y que sin duda, a la distancia, se sabe que marcaron un antes y un después en las protestas de México.
Sin memoria, no hay cultura. La memoria es una condición indispensable para intentar comprender lo que se ha vivido y para dirigirse hacia un futuro con menos agravios. Reflexionemos ¿Cómo recordar el pasado? ¿Por qué recordar? ¿Qué significado puede tener una memoria que pretenda confrontarse con el pasado?
La memoria es la presencia viva y activa del pasado, muchas heridas permanecen abiertas y sin solución, por lo cual no podemos simplemente ignorar o hacer como que no pasó nada. La memoria colectiva es lo que nos permite decir que somos parte del mismo mundo, y del mismo país, así que con plena convicción y con una frase cargada de significado y de sentido, que se escuche fuerte hasta que no haya justicia, “2 de octubre no se olvida”.