Esta vez me voy a referir al mayor dramaturgo de la historia: William Shakespeare.
- Francisco Javier Escamilla
- 31 marzo, 2022
- Columnas
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En torno a 1860, al tiempo que culminaba su obra Los miserables, Víctor Hugo escribió desde el destierro: “Shakespeare no tiene el monumento que Inglaterra le debe”. A esas alturas del siglo XIX, la obra del que hoy es considerado el autor dramático más grande de todos los tiempos era ignorada por la mayoría y despreciada por los exquisitos. Las palabras del patriarca francés cayeron como una maza sobre las conciencias patrióticas inglesas; decenas de monumentos a Shakespeare fueron erigidos inmediatamente.
Es muy poco lo que se sabe de la vida de William Shakespeare. Nació y murió en Stratford upon-Avon (Inglaterra) entre 1564 y 1616; se supone que recibió una muy pobre educación académica. Se casó con una mujer llamada Anne Hathaway (así se llama una reconocida actriz de la actualidad) y después inició su carrera de dramaturgo, habiéndose trasladado a Londres trabajó como actor y director, además de ser copropietario de su propia compañía de teatro. Su calidad como autor fue reconocida en vida y sus obras se hicieron populares rápidamente, tanto entre el público aristocrático como entre la plebe.
La obra de Shakespeare, que lo ha hecho famoso en todo el mundo desde el siglo XVI hasta la actualidad, está compuesta por 38 obras de teatro, las cuales han sido clasificadas en diferentes categorías, entre las que se ubican: históricas, como “Ricardo II” y “Enrique V”; las obras históricas consistían en la elaboración de retratos de personajes históricos, normalmente reyes de Inglaterra, y analizaba el perfil sicológico del liderazgo, integridad personal o villanía del protagonista. Otra categoría fue la tragedia, como “Hamlet”, “Macbeth” y “El Rey Lear”, donde se sumergía en las monumentales ramificaciones de las decisiones y acciones erróneas de un individuo, o de dos de ellos como en “Romeo y Julieta”. Otra categoría bien diferenciada es la comedia, como en “El sueño de una noche de verano” y “Las alegres comadres de Windsor”, donde alternaba casos en los que el amor ponía a prueba a los personajes y les alegraba la vida con confusiones de identidad y finales con boda. Otras obras, como “Medida por medida” y “La Tempestad”, son difíciles de catalogar ya que combinan elementos de diversos géneros.
A lo largo de más de cuatrocientos años, estas 38 obras de teatro tan diversas han demostrado ser inmortales, así como un terreno fértil para montar escenarios de reinterpretación donde directores y actores de todos estos siglos lo han venido usando como escaparate para mostrar, analizar y explorar las preocupaciones de cada época.
Shakespeare es sin duda el más grande dramaturgo de todos los tiempos. Su impacto en la cultura, sobre todo de occidente, durante estos cuatro siglos no se puede exagerar. ¡Por favor, lea algo de Shakespeare!
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