La nota, no fue la nota

El 21 de marzo llegó, los árboles reverdecen, las plantas comienzan a florecer y los ánimos se avivan con la llegada de la primavera, pues muchos aprovecharon para cargar energía y vaya que si lo hicieron. 21 de marzo, conmemoración del natalicio de Benito Juárez, uno de los personajes históricos y referente del actual presidente de México, reconocido como uno de los presidentes más importantes de nuestro país al dictar leyes en materia agraria, libertad de prensa, separación entre la Iglesia y el Estado, y el retiro de privilegios a los militares. Así como por mostrar un creciente interés en materia educativa, lo cual se materializó en obras como la fundación de Escuelas Normales.
Pero esto no es todo por lo que el pasado 21 de marzo fue esperado, ya sea desde el júbilo, o desde el rechazo que les provoca una crítica destructiva a niveles de pena y de lástima. El 21 de marzo de 2022, quedará marcado no solo por ser el día que se inauguró el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), sino porque fue el día en el que el racismo y el clasismo de los mexicanos salió a flote una vez más, y menciono que “salió a flote” porque en realidad ahí está, oculto y hasta reprimido en la medida de lo posible, intentando no verse para evitar el señalamiento social, pero ante la mínima provocación, la gente muestra lo que en realidad es.
Impresionante la avalancha de comentarios de todo tipo que surgieron a raíz de la inauguración del AIFA, y era de esperarse, encontrar a quienes aplaudirían la obra casi al punto de que se le hincharan las manos, hasta quienes únicamente querían encontrar un aspecto, solo uno, por mínimo que resultara para intentar descalificar no la obra en sí misma, sino al actual gobierno, y particularmente al presidente López Obrador, el cuento sin fin, o por lo menos hasta 2024.
Desconcertante darse cuenta cómo es que el odio y el rencor es capaz de nublar el juicio de la gente, como es que las personas no miden el alcance de sus palabras y les resulta muy sencillo escribir comentarios detrás de una pantalla o de un dispositivo móvil sin importar que puedan llegar a lastimar u ofender a otros, y al final, lo único que dejan al descubierto, es lo podrida que puede llegar a estar la gente que se encuentra en determinada cuenta de Facebook o de twitter, pero existe algo que no sé si es más, menos, o igual de preocupante; que detrás de esas cuentas haya millones de seguidores, aquellos que “avientan la piedra y esconden la mano”, porque ellas o ellos jamás se atreverían a escribir algo así (es lo que aseguran), pero sí le dan “me gusta” y sí lo comparten, me parece que se llama hipocresía.
Más allá de la inauguración del aeropuerto, la nota se la llevó lo que para algunos resultó una verdadera ofensa; que una mujer llamada María Guadalupe Piña Pichardo, originaria de Santa Cruz Atzcapotzaltongo; localidad del municipio de Toluca, entrara al estacionamiento del AIFA a vender un antojito mexicano conocido como “Huaraches” en la Ciudad de Toluca, pero ¿Cuál es el problema? ¿Qué es lo que realmente les molesta? ¿Qué les ofende? Ver a una mujer que se gana la vida de esta manera como millones en el país ¿Ese es el problema? ¿Qué hubieran preferido? ver una fila como la que se hizo para comprarle a “Lupita”, como es conocida, pidiendo una cajita feliz de McDonald’s o tal vez un café o algún otro alimento en Starbucks.
A todos aquellos que se horrorizan con lo que sucedió, vale la pena recordarles que la base de la alimentación en México ha sido el maíz junto con el frijol y el chile, eso que tanta pena les da y a lo que se refieren de manera despectiva, es parte de lo que somos, negarlo, es negarnos a nosotros mismos, nuestros orígenes, que es parte de lo que nos da identidad cultural y gastronómica.
Para hablar de un México próspero, que se desarrolla y que aspire a ser un país de primer mundo, empecemos por el cambio de mentalidad, mirémonos frente al espejo, reconozcamos quienes somos y pensemos si con eso nos alcanza para convertirnos en el país que nos gustaría llegar a ser. La discriminación, el racismo y el clasismo, es de los peores lastres que podemos cargar, esta descalificación del otro por una cuestión socioeconómica, por su apariencia física, por una manera particular de hablar, por aspectos que en realidad muchas veces no se deciden, es injusta y hasta estúpida.
La nota no fue el AIFA, sino contar en redes sociales con personas como @linda_ dimitrov (quien se describe como consultora en imagen política) quien twitteo: “me da tristeza que nunca vamos a ser un país de primer mundo. Somos la cultura del tianguis y la garnacha”. Tristeza e indignación debería causar contar con personas así, que con comentarios tan carentes de razonamiento son capaces de tener a miles de personas que comparten esta idea.
Esto, es lo que debería causar tristeza, el menosprecio y la falta de reconocimiento al otro. Nadie tiene problema con que establecimientos como: “Starbucks”, “Subway”, “Krispy Kreme”, “Shake Shak”, “Pastes Kikos”, “El Fogoncito”, entre otros, tengan un lugar en el nuevo aeropuerto, pero sí les irrita pensar que en un aeropuerto mexicano, se vendan “antojitos mexicanos”, cómo va a ser posible, eso “afea” la vista. Para quienes sabemos que es la garnacha; una “tortilla de maíz gruesa de borde levantado, con salsa y otros ingredientes (frijoles, queso, crema, a veces carne picada o deshebrada)” y que es un término que se utiliza casi de manera genérica para nombrar la comida que se vende en las calles, mercados, zonas de oficinas o de mayor afluencia de gente, muy orgullosamente podemos decir que sí, somos el México de las garnachas.
El AIFA puede tener muchas críticas, adelante, a emitir comentarios con argumentos al respecto, porque la crítica no solo es sana, sino necesaria, pero que la nota de un evento tan importante sea esto; mexicanos discriminando mexicanos, el darnos cuenta que seguimos siendo un México racista y clasista, vaya nota.