Encabronados

“Encabronados” es el título del libro del periodista Julio Hernández Astillero, publicado en 2017, en el cual menciona que entre las personas de mayor consciencia social y política, se percibe enojo, así como una marcada y creciente irritación. De igual forma, apunta que existe una base social que de manera paulatina ha ido entrando a este mismo enojo que no expresan abiertamente por falta de espacios, pero al caminar por las calles y al observar el entorno, se percibe algo más que su indiferencia y apatía, gente molesta que cada vez lo refleja más en actos violentos de ciudadanos contra fuerzas policiacas e instituciones, en discusiones subidas de tono en debates públicos, reuniones familiares y que decir en redes sociales, espacios que cada día están más llenos de ese encono que hace que las personas quieran desahogar su furia por alguna vía al acumular demasiadas cosas que afectan su día a día.
Este es el sentir de cientos de mexicanos; “encabronados” al darse cuenta que a más de una semana de lo acontecido en el estadio Corregidora en Querétaro, en el cual, bajo la mirada atónita y perpleja de miles de televidentes que lo único que buscaban era disfrutar un momento de entretenimiento y descanso en compañía de su familia, amigos o solos, fueron testigos de aquel acto de salvajismo y barbarie durante el partido de Gallos Blancos contra el Atlas, donde una vez más, sí, una vez más se hace evidente la ineficiencia del gobierno a diferentes niveles, y la impartición de justicia se convierte en algo así como una leyenda urbana, y si no como entender que al día de hoy no exista una explicación clara y convincente sobre lo ocurrido.
No quiero detenerme en los detalles de los actos de violencia que se dieron entre los “aficionados“ de ambos equipos, ya que varios medios de comunicación sin mayor responsabilidad social, no dudaron en seguir transmitiendo sin considerar que no solo eran adultos los que estarían viendo el partido, sino también niñas y niños, menores que no tenían por qué estar expuestos a un hecho tan lamentable, pero como lo que interesa a ese tipo de medios es el rating, que importa quien este del otro lado de la pantalla.
Lo que sucedió en el estadio se pudo prevenir, por un lado; con la aplicación de los protocolos de seguridad que no solo son necesarios en cualquier estadio de futbol, sino que deben ser obligatorios para garantizar que todas y cada una de las personas que ingresan a un partido saldrán ilesas, y no se llegará al extremo de preguntar en un hospital sobre el paradero de las mismas. Y por el otro; porque una o varias de las barras anfitrionas, advirtieron en redes sociales lo que podía pasar en ese partido.
La realidad que acompaña esta situación, es la estrecha relación que existe entre la magia del futbol y la mafia alrededor del mismo, donde jugadores, entrenadores, comentaristas deportivos, patrocinadores, televisoras y todos aquellos involucrados en este “negocio” que representa el balompié, saben lo que ha pasado con el Querétaro desde hace tiempo y con muchos otros equipos que se han visto inmersos en diversas irregularidades, en las que el tema del narcotráfico ha estado presente y para muestra el caso de Tirso Martínez, apodado “el futbolista”, expropietario de Gallos blancos detenido en México en 2014, y extraditado a Estados Unidos, quien confesó haber invertido sus ganancias del tráfico de drogas en la compra de equipos de futbol como el Querétaro, Irapuato, Venados de Yucatán y La Piedad ¿Qué si las autoridades deportivas lo sabían? Por supuesto que lo sabían, pero cuando lo que importa es llenarse las bolsas de dinero y no el deporte, resulta más sencillo fingir que no se sabe absolutamente nada de lo acontecido el pasado 5 de marzo.
En este sentido, vale la pena recordar escenas en las que de acuerdo con los comentaristas Carlos Albert y Roberto Gómez Junco, a jugadores del Querétaro, hombres que nadie conocía llegaban al estadio con maletas de dinero (dólares) a pagar la nómina “en sobrecitos amarillos”, como refieren los jugadores, y los medios de comunicación que sin mayor empacho decidieron dar cobertura a las escenas de violencia suscitadas en el estadio, no dieron la misma cobertura a este tema que también fue ampliamente conocido en el ámbito deportivo.
Lo que se necesita es una limpia de fondo en el futbol mexicano, comenzando por cuestionar la llegada del actual presidente de la Liga MX, cómo es que el excandidato priista al gobierno de la Ciudad de México en el proceso electoral de 2018, Mikel Arriola, quien durante su campaña mostró rechazo a la adopción entre parejas homoparentales, al aborto y la legalización de la mariguana para fines lúdicos, llego a ser presidente de la liga.
Finalmente, mientras se antepongan las ganancias económicas por encima de las sociales, las cosas no cambiarán, pues, lo que han mostrado algunos dueños de los clubes como Ricardo Salinas Pliego (Grupo Salinas), Emilio Azcárraga Jean (Grupo Televisa) y José Antonio Fernández Carbajal (FEMSA), es que su interés está puesto en apoderarse de este lucrativo negocio sin importar la integridad de los aficionados y jugadores.
Nuevamente los ánimos están encendidos, gente sumamente molesta con todo lo que está pasando, la autoridad brilla por su ausencia y el tejido social se vuelve cada vez más endeble. Frustración, indignación y una profunda desesperanza ante lo que estamos viviendo. Todos debemos moderarnos, todos, hace falta ser más empáticos, solidarios y tolerantes, no podemos permitir que un hecho así vuelva a ocurrir, el deporte no es ni debe ser eso que vimos en el estadio de Querétaro, o dejamos de lado esta batalla insensata entre buenos y malos, de izquierda o derecha, América o Guadalajara, o este sentir se convertirá en algo generalizado….