Las enseñanzas que nos dejó Tokio 2020
- José Edgar Marín Pérez
- 12 agosto, 2021
- Columnas
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Los juegos olímpicos han terminado y con ello se cierra otro ciclo deportivo, que dicho sea de paso, este duró cinco años, uno más que como se venía desarrollando mundialmente desde la reanudación de los juegos después de la segunda guerra mundial, unas olimpiadas que quedaron marcadas por una pandemia mundial que puso en riesgo el que pudieran llevarse a cabo las competencias por la amenaza constante de contagio por el virus SARS-COV2 y el miedo generalizado alentado por los Comités Olímpicos de los países y las federaciones deportivas, un miedo fundado por los poco más de cuatro millones trescientos diecinueve mil muertos que ha cobrado día a día dicho virus.
Sin embargo, creo que hay puntos que destacar en el desarrollo de los juegos olímpicos de Tokio 2020 (realizados en 2021), el primero de ellos es precisamente el combate que tuvieron en contra del virus manteniéndolo prácticamente a raya entre los atletas, ya que si bien es cierto, si hubo casos de contagio, estos fueron en una escala mucho menor de la que pudo pensarse, producto quizás de las fuertes medidas de aislamiento a las que tuvieron que someterse los deportistas en la villa olímpica.
Otro aspecto que llamó fuertemente la atención, fue la inauguración y clausura de los juegos, más de uno seguramente pensó que por tratarse de un país sumamente tecnológico desde los albores de los años 70’s del pasado siglo XX, estos eventos serían un derroche de efectos especiales, de sonido, de diseño digital, y que habrían de superar a lo hecho por sedes como Beijing 2008 o Londres 2012, pero nos encontramos con unas ceremonias de apertura y cierre sumamente austeras, la respuesta quizás sería que Japón demostró que además de este avance tecnológico que ha tenido, también es una nación con una cultura milenaria, queriendo dejar patente de ello y que después de una pandemia mundial tan brutal en todas las esferas del desarrollo humano, estos tenían que ser unos juegos que llamaran a la reflexión, la sana competencia y al recogimiento espiritual.
Animismo, destacó por ser un certamen con muy pocos casos de dopaje, con un aumento significativo de participación femenina, donde se les permitió la participación a una delegación conformada por el comité olímpico ruso (no así como delegación rusa), después de que salió a la luz pública en 2015 un proyecto ruso de dopaje que estuvo institucionalizado por el deporte de dicha nación durante años, así como permitir la participación de una delegación de refugiados, atletas que han tenido que salir huyendo de sus países por persecución ideológica, racial, sexual o por motivos bélicos.
Bajo este orden de ideas, otra de las lecciones que deja Tokio 2020, es el incremento en cuanto a la participación se refiere, de atletas que compitieron por otras naciones posterior a vivir un proceso de nacionalización, incluso cuando en otras justas olímpicas ya habían representado a su país de origen, lo que habla de un espíritu olímpico en el que cada vez se eliminan las banderas y limitaciones geográficas.
Sin embargo, esa apertura se vio fuertemente empañada en esta justa, ya que si bien es cierto, se le permitió participar a Laurel Hubbard primera mujer transexual en participar en una justa veraniega en la prueba de halterofilia, esa apertura no fue igual para la atleta sudafricana Caster Semenya, campeona olímpica en los juegos de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, quien siendo mujer de nacimiento no se le permitió competir por ser intersexual, tener un elevado nivel de testosterona (producido naturalmente) y por ser lesbiana, lo cual puso en entredicho a la imparcialidad que debiera mostrar el Comité Olímpico Internacional, en tiempos en los que la diversidad sexual no deberían ser temas de exclusión deportiva.
Sin embargo, quienes se llevaron a mi juicio los juegos olímpicos fueron los tokiotas, la población de una de las ciudades más pobladas y dinámicas del mundo, primero por su alto sentido de fraternidad y hospitalidad mostrado, que recordó a nuestros mayores a la hospitalidad mexicana mostrada en los olímpicos de 1968, pero que en esta ocasión recibió, animó y atendió formidablemente a las delegaciones deportivas, así como porque en las pruebas de maratón, marcha, ruta ciclista, canotaje y todas aquellas justas que se realizaron fuera de los estadios, se demostró la limpieza de sus calles, avenidas y demás espacios al aire libre, lo cual habla muy bien de su cultura, gobierno y educación cívica.
Finalmente, habrá que estar atentos de un tema que pueden pegarle a Tokio y por ende a Japón en el corto tiempo, ya que por el aislamiento que hubo en estos juegos, la derrama económica para la ciudad fue muy poca, contrastando quizás con la fuerte inversión realizada para equipar las sedes olímpicas, lo que en otras justas olímpicas ha llevado a fuertes endeudamientos e incluso recesiones económicas, tal es el caso de ciudades como Montreal, Río, Sarajevo (juegos de invierno), y Atenas, siendo este el caso más lamentable.
Twitter: @EdgarMaPe