SIN TON NI SON

Esta vez me voy a referir a la escuela filosófica que todos creemos se dedicaba a los placeres del cuerpo, sin embargo, no es totalmente cierto.
Los epicúreos fueron aquellos filósofos que siguieron la escuela fundada en el siglo IV antes de Cristo por Epicuro (341-270). No eran políticos y vivían en comunas que se encontraban apartadas. La escuela que Epicuro fundó en Atenas era conocida como “el Jardín”.
Los epicúreos sostenían que lo único que existe son los átomos y el vacío, y en este sentido de las cosas el alma debe estar compuesta por átomos. De esta manera, el alma es material y muere con el cuerpo. Creían en los dioses, pero no eran fanáticos de ellos, ya que pensaban que deberían estar demasiado ocupados en sus propios placeres como para preocuparse por los asuntos de los humanos.
Como muchas escuelas filosóficas de la antigua Grecia, los epicúreos se centraron en una cuestión: ¿cómo hay que vivir? La respuesta de esta escuela filosófica era que la forma correcta de vivir pasaba por la felicidad, siendo ésta la presencia de placer y la ausencia de dolor. Sin embargo, su concepción de los placeres y dolores era única.
Los epicúreos dividían los placeres en estáticos y cinéticos. Para disfrutar de los cinéticos había que tener un deseo, satisfacerlo y luego experimentar la falta de ese deseo. Por ejemplo, desear comida era un placer cinético, pues uno tiene hambre, come y queda saciado. Por el contrario, disfrutar un placer estático no hacía disminuir el deseo. Un ejemplo era la discusión filosófica: cuanto más se filosofa, más se quiere filosofar.
Aunque reconocían que algunos placeres cinéticos eran buenos y necesarios, los epicúreos no estaban muy de acuerdo contra aquellos que creaban cada vez deseos mayores y más variadas formas de estimulación. Por ejemplo, el deseo de comer postres apetitosos hace más difícil apreciar los postres más sencillos o incluso quedarse satisfecho sin postre. Por ello, creían que uno debe vivir la mayor parte del tiempo de forma austera, comiendo alimentos sencillos y disfrutando sólo ocasionalmente de otros lujos.
Es curioso que la palabra “epicúreo” tiene precisamente el significado contrario a lo que esta escuela defendía y lo entendemos actualmente: “Entregado a los placeres”.
Comentarios: [email protected] Twitter: @_copitoo

SIN TON NI SON

Esta vez me voy a referir a la escuela filosófica que todos creemos se dedicaba a los placeres del cuerpo, sin embargo, no es totalmente cierto.
Los epicúreos fueron aquellos filósofos que siguieron la escuela fundada en el siglo IV antes de Cristo por Epicuro (341-270). No eran políticos y vivían en comunas que se encontraban apartadas. La escuela que Epicuro fundó en Atenas era conocida como “el Jardín”.
Los epicúreos sostenían que lo único que existe son los átomos y el vacío, y en este sentido de las cosas el alma debe estar compuesta por átomos. De esta manera, el alma es material y muere con el cuerpo. Creían en los dioses, pero no eran fanáticos de ellos, ya que pensaban que deberían estar demasiado ocupados en sus propios placeres como para preocuparse por los asuntos de los humanos.
Como muchas escuelas filosóficas de la antigua Grecia, los epicúreos se centraron en una cuestión: ¿cómo hay que vivir? La respuesta de esta escuela filosófica era que la forma correcta de vivir pasaba por la felicidad, siendo ésta la presencia de placer y la ausencia de dolor. Sin embargo, su concepción de los placeres y dolores era única.
Los epicúreos dividían los placeres en estáticos y cinéticos. Para disfrutar de los cinéticos había que tener un deseo, satisfacerlo y luego experimentar la falta de ese deseo. Por ejemplo, desear comida era un placer cinético, pues uno tiene hambre, come y queda saciado. Por el contrario, disfrutar un placer estático no hacía disminuir el deseo. Un ejemplo era la discusión filosófica: cuanto más se filosofa, más se quiere filosofar.
Aunque reconocían que algunos placeres cinéticos eran buenos y necesarios, los epicúreos no estaban muy de acuerdo contra aquellos que creaban cada vez deseos mayores y más variadas formas de estimulación. Por ejemplo, el deseo de comer postres apetitosos hace más difícil apreciar los postres más sencillos o incluso quedarse satisfecho sin postre. Por ello, creían que uno debe vivir la mayor parte del tiempo de forma austera, comiendo alimentos sencillos y disfrutando sólo ocasionalmente de otros lujos.
Es curioso que la palabra “epicúreo” tiene precisamente el significado contrario a lo que esta escuela defendía y lo entendemos actualmente: “Entregado a los placeres”.
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