Breves apuntes sobre el marketing político de las campañas electorales en México.
- José Edgar Marín Pérez
- 27 mayo, 2021
- Columnas
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Aunque no milito en algún partido político, no voy a negar que en el pasado me han contratado distintos institutos, actores políticos y gobiernos para brindar cursos, o bien, para asesorarlos en temas como oratoria, políticas públicas y derecho electoral a través de distintas consultorías para las que he prestado mis servicios, esos cursos, talleres o asistencia me han permitido reconocer algunos detalles indiscutibles. El primero, es que no se puede forzar al partido o al candidato para que aparente lo que no es, es decir, si a la persona se le dificulta hablar en público, no conoce los problemas de la demarcación que pretende gobernar o no cuenta con una formación académica (si no especializada por lo menos elemental) para poder afrontar una responsabilidad política, estas aptitudes no las va a lograr en el tiempo corto que dure la campaña electoral.
Otro hecho, es que la esencia y la empatía no se adquieren tampoco en campaña, sino que es producto de la formación educativa no solamente escolarizada, sino la que se adquiere desde el hogar, he sido testigo de candidatos que en el cargo público se ostentan con una personalidad cuasi burguesa y en campaña hasta han llegado a utilizar trajes regionales como una forma de mimetizar su oportunismo electoral, del mismo modo el exceso de ímpetu para conectar con las personas llega a molestar al electorado, es decir, si el candidato que es sumamente frío y distante en el cargo público, pero de pronto en campaña se convierte en atento, cariñoso, servicial y protector, en vez de conectar va a alejar a su electorado.
Asimismo, la congruencia política es otro tema recurrente que se deja a un lado al momento de diseñar y ejecutar una campaña, es decir, muchos partidos en tiempos electorales, por no decir todos, se asumen como feministas, incluyentes, ambientalistas, liberales y profundamente asistencialistas, pero cuando llegan al cargo público se olvidan de los grupos socialmente vulnerables, por ejemplo: los adultos mayores, los niños, la comunidad LGBTTTIQ+, por citar algunos, o de temas como los daños ecológicos, el maltrato animal, la violencia intrafamiliar, etc.
Bajo este tenor, generalmente previo al comienzo de las campañas electorales las empresas dedicadas al marketing político ofrecen sus servicios a los distintos actores y partidos políticos, lo cual está bien, no se pone en tela de juicio su libertad para conseguir clientes, sin embargo, la experiencia ha demostrado cómo el grueso de las campañas electorales por lo menos desde los años 90’s del pasado siglo XX a la actualidad, le apuestan más a la imagen del candidato y a posicionar un spot que en el contenido y sustento de la campaña, para muestra es que si el candidato es gordo, lo hacen flaco, si es moreno el Photoshop lo hace blanco, si es mayor lo hacen joven y viceversa, por lo que respecta a las propuestas de campaña es muy común ver a candidatos para alguna alcaldía haciendo propuestas de campaña que no corresponden a las atribuciones legales de los ayuntamientos, o qué decir, de aquellos candidatos que hablan por ejemplo de atraer inversión pero cuando les preguntas: ¿Cómo?, sencillamente se quedan callados (véanse los debates de los aspirantes a las gubernaturas de Campeche, Colima y Baja California).
Otro problema, es precisamente el de las promesas de campaña, hay un dicho popular que reza que el “prometer no empobrece”, pero si crea altas expectativas en el electorado, pero por el contrario, si la campaña se centra en tres o cuatro propuestas reales de acción de gobierno, resulta ser una campaña más creíble y objetiva.
Finalmente, la campaña negra también es otra área en la que suelen asesorar las empresas de marketing político, sin embargo, ¿Qué sucede cuando se manipula la información para hacer campaña negra?, a manera de respuesta se afirma que es una acción quizás legítima partiendo de la efervescencia del juego político, pero ¿Qué tan ética puede ser aquella campaña negra que destruye reputaciones, hace imputaciones faltas de la comisión de delitos o establece hechos falsos?. En fin, de ese tamaño muchas de las acciones de las empresas que se dedican al marketing político en México, aunque confío en que usted amable lector habrá de sacar sus propias conclusiones.
Twitter: @EdgarMaPe