Una blanca palomita llamada Joe Biden
- José Edgar Marín Pérez
- 15 abril, 2021
- Columnas
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La semana pasada sorpresivamente volvieron a encenderse los focos rojos a nivel internacional por una escalada en la tensa relación entre Ucrania y Rusia en la región del Donbass, zona que parecía haber superado los tiempos violentos del año pasado.
Como se detalló en su momento en Trinchera Global, el Donbass es una zona del territorio ucraniano con una amplia mayoría de población que tienen al ruso como lengua madre y de uso de uso cotidiano, además de un amplio sentimiento de identificación con Rusia. Lo anterior, en virtud de que Ucrania fue una de las repúblicas que conformaron en su momento a la extinta Unión Soviética, y que al igual como sucedió en su momento con Crimea, existe un amplio sector social que pugna por su anexión a la Federación Rusa, frente a la mirada atónita del gobierno ucraniano en Kiev.
Bajo este contexto, resulta muy extraño el por qué de ésta nueva tensión se da pocas semanas después de los desafortunados comentarios del Presidente de Estados Unidos, a quien muchos veían como una figura antibelicista, pero que en el inicio de su mandato ha dado muestra de todo lo contrario, basta recordar los recientes ataques ordenados por su gobierno en Siria, un atentado con el habitual discurso de un libertarismo anquilosado, ese que nos han vendido una y otra vez los norteamericanos en las películas hollywoodenses, pero que se dio sin una autorización previa de parte del Senado y sin aviso al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Estos hechos lamentables, desempolvan la verdadera cara de Joe Biden, basta recordar que él era el Vicepresidente norteamericano cuando en la administración Obama se dio la cacería de Osama Bin Laden en la Operación Lanza de Neptuno, que fue una violación flagrante a la soberanía de Pakistán, llevando a una operación bélica para acabar con vida y evitar con ello ser juzgado por una corte internacional, así como también era Vicepresidente durante la intervención norteamericana en Libia que llevó al derrocamiento y posterior muerte de Muamar el Gadafi, en una persecución mediática que se convirtió en un linchamiento público, o bien, qué decir de la fallida Operación Rápido y Furioso, que sí bien es cierto, fue comenzada durante el gobierno del expresidente George W. Bush, fue continuada y financiada por la administración Obama y por ende por el exVicepresidente Biden.
Una vez hecho este breve recordatorio, se destaca que la región del Donbass tiene dos fortalezas estratégicas, por un lado, es una región altamente productora de cereales, no por nada es conocida como el granero de Europa, mismos que son exportados para la zona occidental de dicho continente para la elaboración de pan en Francia, Holanda o Suiza, así como para la elaboración del vodka ruso y polaco y para la elaboración de la cerveza checa, belga y alemana, mientras que el otro aspecto importante es que precisamente por el Donbass pretende pasar el proyecto del gasoducto Nord Stream 2, que llevará gas ruso a Europa occidental, principalmente a Alemania, quien se convertiría en el principal distribuidor de gas para los crudos inviernos del viejo continente y a un menor costo que el gas estadounidense del estado de Texas.
Esta situación, ha molestado no sólo a los productores petroleros, a los actores políticos norteamericanos, sino también a los gobiernos de Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, porque con este nuevo gasoducto dejarían de recibir parte de los recursos económicos que actualmente les son pagados por Rusia, por el viejo gasoducto que pasa en las profundidades del mar Báltico en su camino hacia Alemania.
En este sentido, la última jugarreta de Estados Unidos y el gobierno ucraniano encabezado por el Presidente Volodímir Zelenski, al buscar incluir urgentemente al país de Europa Oriental en la Organización del Atlántico Norte (OTAN), para tratar de paliar una eventual invasión rusa en el Donbass, situación que se antoja por demás ridícula ya que habrá que recordar que precisamente Ucrania ha venido siendo el último juguete de Estados Unidos, quienes alentaran en su momento los tratados del Euromaidan, sin percatarse que ello abriría paso a los movimientos pro rusos que llevaron a la eventual separación de Crimea en 2014.
Finalmente, Ucrania puede convertirse en víctima de la ambición norteamericana y el deseo funesto de Joe Biden para desestabilizar a Rusia, la historia que es sabia ha demostrado como Estados Unidos “lanza la piedra y esconde la mano”, ya que lamentablemente Ucrania podría convertirse en la próxima misión propagandística occidental y sumirse en un conflicto como el de Osetia del Sur en 2008, en donde después de alentar hacia el conflicto, tanto Estados Unidos como la OTAN brillaron magníficamente por su ausencia.
Twitter: @EdgarMaPe