Nomadland, el crudo retrato de la desesperanza norteamericana
- José Edgar Marín Pérez
- 4 marzo, 2021
- Columnas
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El pasado domingo 28 de febrero, se realizó la entrega de los Golden Globes, galardón que se entrega anualmente a lo más destacado de la industria cinematográfica y televisiva preponderantemente de los Estados Unidos, un año que para la industria del entretenimiento resultó ser sumamente complicado por la pandemia por el virus SARS-CoV-2. En este sentido, el film ganador a la mejor película fue Nomadland, una cinta que retrata una realidad lacerante en Norteamérica.
Seguramente usted apreciable lector se preguntará, ¿Por qué hablar de una película en Trinchera Global que es un espacio dedicado al análisis internacional?. Pues bien, a manera de respuesta se resalta que, si bien es cierto, la industria cinematográfica además de constituir una de las bellas artes que tiende a la sublimación de los sentidos, así como a la valoración estética de la actuación, la dirección, la fotografía y demás elementos técnicos, también es cierto, que en países como Francia, Alemania e Italia, por citar algunos, ésta industria es fomentada por el Estado a través de la implementación de políticas públicas que los han hecho países cinéfilos sumamente prolíficos, contrastando con la producción preponderante privada a través de grandes compañías de cine como en Estados Unidos o Reino Unido.
Por otro lado, se resalta que en los últimos años ha habido una tendencia interesante tanto en el cine independiente como en el comercial para acercar a la cinematografía hacia el análisis sociológico, para muestra está la laureada película “Parásitos” del director coreano Bon Joon-ho, quien además de cineasta es Sociólogo. En este orden de ideas, nuevamente una profesional de las Ciencias Sociales realiza una obra digna de análisis, la Politóloga Chloé Zhao, directora de Nomadland, quien nos regala una obra de arte sumamente compleja por su temática, así como la diversidad de emociones y sentimientos que gesta en el espectador como lo son el miedo, la soledad, la tristeza, la indignación, el resentimiento y la desesperanza, mismas que contrastan con la sencillez fílmica y actoral que la hacen exquisita.
A manera de contextualización, el film relata la historia de Fern interpretada magistralmente por Frances McDormand, una mujer de una temprana tercera edad, viuda y sin descendencia, que a la muerte de su esposo queda en el desamparo después de la quiebra de la empresa familiar, viéndose obligada a vivir en una furgoneta que adapta como casa habitación y en la que también se traslada por el territorio estadounidense en busca de empleos temporales mal pagados, cruzada que le lleva a convivir con una comunidad que vive en las mismas condiciones por distintos factores como el desempleo, la pérdida de patrimonio, conflictos familiares, la vejez o la soledad implacable.
Una película que refleja un ambiente que aunque distinto en condiciones socioeconómicas a los denominados “homeless” (sin techo o vagabundos), los “nómadas del camino” viven en condiciones de inseguridad, hacinamiento, conmiseración, resignación y acostumbramiento tóxico, muy parecidas a la de los primeros. Asimismo, el celuloide es una oda que rescata las tesis de las escuelas sociológicas del modernismo de autores como Giddens, Ritzer, Marcuse, Adorno o Habermas, por mencionar algunos, así como del posmodernismo de Bourdieu, Foucault o Baumman, entre otros. Lo anterior, toda vez de que es la descripción desgarradora de la macdonalización de la sociedad después de sucumbir frente al poder hegemónico de quien controla los medios de producción, el poder de la vorágine mercantilista de un capitalismo amoral y sin justicia social, aquel que denominan también como neoliberalismo, que asfixia la mano de obra principalmente la de los sectores vulnerables entre los que destacan los adultos mayores como se refleja en la película, así como la existencia humana puesta al servicio de los designios de una modernidad líquida que dicta patrones y estereotipos que la mayoría de las veces resultan imposibles de alcanzar para los invisibilizados socialmente.
Finalmente, Nomadland resulta ser un fenómenos social por sí mismo, ya que refleja una problemática latente en los Estados Unidos y en muchas otras partes del mundo, que lejos de cualquier conexidad ideológica enfocada en un “romanticismo aventurero”, muestra las raíces de una barbarie existencial que orilla a los nómadas del camino a aferrarse a un automotor, porque resulta ser que ese limitado espacio donde duermen, se alimentan, defecan, reflexionan, sueñan y muchas veces encuentran la muerte, es el último vestigio de lo que alguna vez llamaron hogar.
Twitter: @EdgarMaPe