A Mauricia y Eugenio
Por: Luis Daniel Cruz Monroy
La muerte es lo único que tenemos seguro, es una condición de la vida y es un proceso natural, pero a pesar de que, en culturas como la nuestra, hablar de muerte es algo que hasta cierto punto llega a ser cotidiano y festivo, experimentarla en alguien cercano o que quieres, se vuelve complicado.
El fin de semana pasado (25 de julio de 2020) se fueron dos personajes de la vida cultural y literaria de nuestra entidad, Emma Mauricia Moreno Carmona y Eugenio Núñez Ang, los cuales abonaron ricamente conocimiento y letras por muchos años y dejaron huella en varias generaciones, quienes los conocieron como amigos o profesores.
Específicamente, yo los conocí cuando apenas era un niño, ambos fueron amigos muy cercanos de mis papás, Roberto Fernández Iglesias y Margarita Monroy Herrera, quienes, en el caso de Mauri, la impulsaron a través de talleres literarios y publicaciones en tunAstral, como Noches fuera de casa, libro de cuento y la novela La tahona; lo cual se conllevó a una fraterna amistad.
Recuerdo que, por una larga temporada, éramos invitados a la casa de Mauri cada semana a comer, bajo la condición de que decidiéramos qué platillo debía de cocinar para nosotros, por supuesto que siempre había postre incluido; largas tardes de platica, análisis literario, carcajadas y alegría sería un calificativo que determinaba esa amistad y por consiguiente el carácter amoroso y fraterno de Mauri siempre salió a flote con ganas y mucho amor.
Sin olvidar su valentía, las ganas de vivir, la fuerza que imprimía a la vida, después de trabajar más de treinta años en una panadería y de sufrir lo que una mujer valiente sufrió durante la primera mitad del Siglo XX, la cual la forjó, y por supuesto se veía reflejado en su calidad literaria, en los temas que abordaba y sin olvidar su característico pelo pintado de colores alegres y folclóricos.
Por su parte, Eugenio, el cual también conocí desde niño, fue gran amigo de todos nosotros, en especial siempre viviré agradecido con él, no solo porque, como muchos alumnos y extraños, tomé diferentes cursos con él, específicamente de literatura y de cine; sino porque fue un gran ser humano conmigo, siempre dispuesto a escuchar, a darme consejos, a forjarme como persona y hasta sus últimos días un gran defensor de mi persona con quien fuera.
No olvido aquella vez que fue a casa a una reunión donde se podía hablar de todo, menos de Esvon Gamaliel, quien recién había fallecido; entre los presentes, José Luis Cardona, Lorena Valderrábanos, entre otros; la cual resultó en una noche de pura sabiduría y gratitud, para mí un parteaguas.
Eugenio no solo fue un académico destacado, era un hombre lleno de amor, tierno y muy lúcido, siempre tenía las palabras precisas y, aunque quizá en ese momento podrías no entender, al final tenía razón en todo; recuerdo el gran cariño que mi papá le tenía y todo empezó gracias a que Eugenio confió en él al otorgarle trabajo cuando volvió de Panamá en una segunda temporada a México, a partir de ahí, siempre fueron cómplices y un equipo robusto de trabajo literario para la promoción cultural.
Dos personajes emblemáticos, sobre todo queridos y respetados, los cuales tuvieron una vida de altibajos pero que les permitió convertirse en entrañables seres humanos que formaron una generación al marcar precedentes y romper paradigmas, que hasta hoy todos agradecemos.
Aunque no están físicamente, su labor, esfuerzo y cariño se verá reflejado en el recuerdo que tanta gente les tiene, sus nombres retumbarán a lo largo del tiempo y sus enseñanzas quedarán marcadas en todos aquellos que aún los replican.
Cuando niño, crecer a lado de personajes como ellos, no te permite dimensionar el valor que tienen, porque en la inocencia, el cariño y la convivencia están sobre cualquier otra cosa, hoy me despido de mis amigos, los cuales me ayudaron a crecer y evolucionar, a ver la vida diferente, a romper barreras y entender que uno llegará tan lejos como quiera.
Hasta siempre Mauri y Eugenio, me imagino que ya están haciendo fiesta con mi papá y todos los amigos que les vieron felices.