Fátima, la muestra precisa de un Estado rebasado
- José Edgar Marín Pérez
- 20 febrero, 2020
- Columnas
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Qué grado de descomposición social se encuentra viviendo nuestro país al ver que hemos perdido lamentablemente la capacidad de asombro, de levantar la voz contra el que transgrede el orden, de poner el dedo en la llaga contra cualquier acto que nos deshumaniza y nos lleva a preguntarnos necesariamente: ¿A dónde se dirige México?, ¿En qué momento el crimen y el odio se nos hicieron algo cotidiano?, ¿En qué momento las autoridades volverán a garantizar el acceso a una vida libre de violencia?.
Preguntas que al día de hoy continúan en el imaginario colectivo causando indignación, pero que tristemente tienen resonancia en la acción. Hoy, lamentamos la muerte de Fátima, una pequeña de tan sólo 7 años que tenía frente a sí una vida que hoy ha sido coartada abruptamente por la delincuencia.
Resulta indignante pensar que una mujer de tan corta edad haya sido nuevamente violentada en la Ciudad de México, días después del crimen de odio en contra de Ingrid Escamilla y más que haya voces al que estén tratando de minimizar el hecho bajo el argumento de que en el caso de Fátima se trataba de una menor de edad y que aún no se determina el móvil y las causas de la muerte por parte de las autoridades competentes. Como si el hecho de ser menor de edad fuera un atenuante para disminuir el grado de dolor de su familia, sus más cercanos y de una sociedad que ya está harta del abuso en contra de las mujeres de cualquier edad.
Se nos ha dicho constantemente que algunos causantes de estas conductas son el machismo, el acoso, el abuso en sus diferentes modalidades y el aumento de las conductas antisociales, también se nos repiten mediáticamente las acciones que deben implementar las mujeres para evitar la comisión de este tipo de delitos, como no andar en lugares obscuros, solitarios, en horarios “inconvenientes” e incluso nos han instado a promover la cultura de la denuncia con la finalidad de instituirla, pero lo único que sucede es que estos hechos indignantes continúan sucediendo todos los días.
Seguramente, quienes han perdido a un hijo no me dejaran mentir de que es como si una parte de nuestro ser hubiera sido amputada, pero qué sucede cuando esa amputación tiene nombre y apellido: indiferencia gubernamental y apatía social, ¿Cómo le explicas a esos padres que se cuentan por miles a lo largo y ancho de todo México, que el Estado encargado de garantizarnos el bien jurídico temporal a la manera de Bodino, no está cumpliendo con su deber social?, ¿Cómo le explicas a miles de mujeres y hombres que bien podrían ser las siguientes víctimas en un Estado que le da más importancia a conferencias matutinas para enaltecer la figura presidencial a la altura de un “rock-star” que en garantizar la seguridad de la ciudadanía?.
De acuerdo a las estadísticas actualizadas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de enero a diciembre de 2019, se rebasaron las 31 mil 688 víctimas de homicidio doloso en el país, superando así las 30 mil 852 contabilizadas en el mismo periodo de 2018, cifras que en muchos casos superan a la cifras negras de guerras y conflictos sociopolíticos en otras latitudes del mundo.
Asimismo, de acuerdo al último informe emitido por la Secretaría de Gobernación, actualmente se encuentran desaparecidos en México un total de 11 mil niños, siendo los estados de Tamaulipas, México, Puebla, Jalisco, Chihuahua y Nuevo León, los que tienen una mayor incidencia. Sin embargo, de nada sirven las cifras frías de los hechos delictivos cuando vemos la negligencia, la pasividad e indolencia de las autoridades de seguridad pública y de procuración de justicia, cifras que en lo que va de la presente administración federal continúan en aumento por el argumento falaz de la política de “abrazos y no balazos”.
Por ello, el caso de Fátima exige ser visto como una historia de vida, de una hija, nieta, estudiante, una niña que fue abrazada por su familia, que tenía una vida prometedora como mujer responsable de su papel y actuar en una sociedad descompuesta como la nuestra. Situación que nos lleva de la rabia a la indignación, de la minimizada movilización femenina al descontento colectivo, de la exigencia social de encontrar a los culpables a la incógnita de qué otras acciones podrá implementar el gobierno para controlar una ingobernabilidad que claramente está incrementándose.
Hoy una Fátima habita dentro de nosotros cual llama ardiendo, la Fátima del amor, de la ilusión y la inocencia, pero también de una Fátima desamparada que exige no ser una cifra más en la lista de las incapacidades del presente gobierno, que clama por la unidad nacional y que también exige no ser olvidada, si esto no sucede estaríamos entonces cediendo voluntariamente nuestro destino colectivo a un futuro ignominioso que parece habernos alcanzado.
Twitter: @EdgarMaPe