Las vírgenes juradas de Albania, la construcción social de una masculinidad adoptada.
- José Edgar Marín Pérez
- 30 enero, 2020
- Columnas
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Albania es uno de los países más inhóspitos de la península balcánica, una nación hermética desde las épocas del imperio otomano y su pasado socialista. En este orden de ideas, la transición albana hacia el capitalismo ha sido tortuosa, ya que aunque ha sido aceptada para formar parte del Consejo de Europa, la Organización Mundial del Comercio y la Organización del Atlántico Norte (OTAN), desde 2009 no ha sido tomada en cuenta para formar parte de la Unión Europea, situación que ha sido motivada en gran medida por el ostracismo político de los gobierno albanos, la multiculturalidad religiosa y los graves problemas de delincuencia organizada (mafia), que enfrentan.
En este contexto, un fenómeno social que existe en ese país de Europa Oriental es el de las denominadas “vírgenes juradas”. Bajo este tenor, “la ‘burnesha’ o ‘virgjineshë’, es decir, la ‘virgen jurada’, es una mujer que, aunque biológicamente mujer, elige ser hombre” (Stamile, 2016, pág. 93). Cabe destacar que el fenómeno social de las vírgenes juradas encuentra sus postulados en el Kanun, cuerpo normativo de carácter consuetudinario que rige desde el siglo XV en Albania y Kosovo, el cual ha sido difundido a través de la tradición oral. Cabe resaltar que para este cuerpo normativo la familia tiene un papel importante en la sociedad albana, con la finalidad de preservar la lengua (griega), religión y cultura fuertemente arraigadas desde la dominación macedonia.
Cabe destacar que para la cultura occidental, el rol “estereotipado” de la masculinidad tiene fuertes lazos con la cultura romana, en donde el “pater familias” era la cabeza del núcleo social primigenio, incluso para el derecho romano era considerado como “siu iuris” (persona con capacidad jurídica), contrastando con los “alieni iuris” (persona sin capacidad jurídica), entre los que se encontraban las mujeres, los hijos varones no emancipados, los esclavos y los “furiosi” (débiles mentales). Por lo anterior, las vírgenes juradas rompen con esa visión toda vez que “pueden asumir el papel de hombre ante la carencia de un líder familiar por muerte y por no haber otro que lo reemplace. Ellas renuncian a su condición femenina y al ejercicio de la sexualidad, se cortan el pelo y visten ropa de señor —y en algunas ocasiones se cambian el nombre—; y a cambio, se les permite fumar, beber, usar armas, disponer de sus bienes, hacer trabajos rudos y, sobre todo, mandar” (Pérez Sastre, 2015, pág. 10). De lo anterior, se desprende que estas mujeres renuncian libremente a su femineidad con la finalidad de asumir completamente el rol masculino y convertirse en patriarcas familiares.
Algunos sociólogos han semejado este caso con otros fenómenos como Hijras en la India, las Muxes en México, las Wigunduguid de Panamá o los Machi Weye en el sur de Chile antes de la colonización española. Sin embargo, cabe resaltar que a diferencia de algunos de estos, las vírgenes juradas no se vinculan a ninguna motivación por razón de preferencia sexual (homosexualidad o transexualidad), así como tampoco a creencias religiosas como en el caso de los Muxes del estado mexicano de Oaxaca en México, que bajo la idiosincrasia cosmogónica juchiteca son considerados incluso como un tercer sexo. Por el contrario, las vírgenes juradas albanesas se comprometen a tener esta calidad durante toda su vida para asumir el rol masculino, es decir, no se trata de mujeres disfrazadas de hombres, ni de mujeres que parecen hombres y se comportan como hombres, sino de la aceptación social de hombres independientemente de su naturaleza sexual; motivo por el cual la familia y la comunidad las tratan como hombres y acatan su autoridad.
Siguiendo esta óptica, actualmente las vírgenes juradas son en su mayoría ancianas que viven en comunidades agrícolas y de forma ermitaña, no por el hecho de tratar de esconder su pasado femenino, por el contrario adoptan esta forma de vida conscientes de un compromiso asumido bajo la formalidad del órgano más próximo de poder (el consejo de ancianos), por lo que la discreción que asumen de por vida se convierte en parte de la raigambre y orgullo que puedan asumir en el futuro, situación que hace interesante y digno de análisis a este fenómeno, sobre todo si se contrasta con la lucha feminista porque no se puede acusar a las vírgenes juradas de víctimas de violencia de género o de restricción en su libertad sexual, porque ellas a la luz del pensamiento Pierre Bourdieu son la expresión legítima de la construcción social de una masculinidad absoluta, con todos los derechos y obligaciones que estos conlleven.
Twter.@EdgarMaPe
Referencias:
Pérez Sastre, P. (2015). El hábito… Revista de la Universidad de Antioquia, 1-13.
Stamile, N. (2016). Mujeres por naturaleza y hombres por elección. En M. Blanco, R. San Segundo, & I. d. Género (Ed.), Investigación joven con perspectiva de género (págs. 93-110). Madrid: Universidad Carlos III de Madrid.