Las movilizaciones contra el sistema de pensiones francés, la nueva lucha de los “chalecos amarillos”
- José Edgar Marín Pérez
- 16 enero, 2020
- Columnas
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A finales del año 2018 e inicios de 2019 un fenómeno llamó fuertemente la atención de la comunidad internacional, la conformación de los denominados “chalecos amarillos”, un grupo social de manifestantes que surgieron después del anunció en 2018 del aumento a los hidrocarburos en Francia, un movimiento que luchó contra el gobierno del presidente Emmanuel Macron, sumando a amplios sectores populares que en franco descontento lograron revertir dicho incremento, no sin antes haber enfrentado grandes, violentas y prolongadas manifestaciones en París.
Pero, ¿Cómo entender el movimiento de los chalecos amarillos?. A manera de respuesta, “Ha sido un movimiento social en un contexto de crisis política y social. Es una parte de la sociedad que dice no aceptar sus condiciones de vida, que quiere pagar menos impuestos y, de alguna manera, rehúsa pagar la transición ecológica. Se ha dicho que los ‘chalecos amarillos’ eran una suerte de Francia invisible. En realidad, era invisible solo para quienes no quisieron verla […]” (Febbro, 2019, pág. 18). De lo anterior, se desprende que los chalecos amarillos son los olvidados o invisibilizados por el poder hegemónico tanto político como financiero, son la expresión legítima de sociedad que durante años ha permanecido sumida en la ignominia por los designios de la clase dominante y la economía de mercado.
No obstante, pese a la victoria política de éstos, en 2019 el gobierno francés adelantaba que al triunfo de la proclama del NO al alza de las gasolinas y diésel, el movimiento se desintegraría y habría de sucumbir ante la cotidianeidad como otros movimientos sociopolíticos, tal es caso de la denominada “Primavera árabe”, “Occupy Wall Street” o el movimiento “yo soy 132”. Sin embargo, al tiempo se observa que la expresión no desapareció, sino que siguió activa a través de las redes sociales como Twitter (difundiéndose en varias partes del mundo), conformándose capítulos en naciones como Chile o España, por citar algunas.
Bajo este tenor, a finales de 2019 e inicios de este 2020, ha vuelto a resurgir el movimiento con una nueva encomienda, echar abajo la reforma de pensiones propuesta por el presidente Macron, que consiste en aumentar la edad mínima para pensionarse en el país galo, pasando de los 62 a los 64 años (propuesta que resulta ser más “amigable” que la que en 2010 lanzó el ex presidente Sarcozy, que pretendía subir hasta los 67 años la edad mínima para el retiro), sólo que ahora los chalecos amarillos han decidido sumarse a las grandes corporaciones sindicales (que en Francia tienen un peso político importante), tal es el caso del que controla la “Société nationale des chemins de fer français” (SNCF), la empresa pública gala que controla la explotación de los ferrocarriles, una alianza que supone“[…] un movimiento social inédito, inesperado y sorprendente. Nadie anticipaba un movimiento respuesta de tal magnitud y duración, un movimiento radical y que desemboca en la lucha contra el orden neoliberal y capitalista” (Mahieux, 2019, pág. 87).
Siguiendo esta tónica, el pasado día 14 de enero se cumplió el día número 40 de la gran huelga nacional convocada por los sindicatos no reformistas, que mantienen en jaqué al gobierno de Macron en un estira y afloja que no sólo ha afectado a los sectores productivos y al establishment franceses, sino que también cuestiona en pleno siglo XXI el papel del Estado contemporáneo y sus principios fundamentales como la democracia, el principio de representación política y sobre todo el sistema republicano, fruto precisamente de la revolución francesa de 1789.
En este orden de ideas, la huelga general francesa pone de manifiesto también“[…] el nivel de inseguridad que ha aumentado con la liberalización del mercado laboral y la distancia de los servicios públicos en las zonas rurales”. (Le Bras, 2019, pág. 40). Situación que nos lleva a advertir la convulsión de una sociedad posmoderna que fortalece la macroeconomía apoyando los intereses transnacionales en el exterior (incluyendo los de carácter político), pero que se aleja de la justicia social y del espíritu integracionista de los diversos sectores populares, de los cuales los chalecos amarillos son muestra palpable de un ánimo renovado por la defensa sí de los intereses individuales y colectivos, pero también por redimensionar la “modernidad líquida” (Bauman, 2015) a la que el mundo contemporáneo se ha dejado reducir.
Twitter: @EdgarMaPe
Referencias:
Bauman, Z. (2015). Modernidad líquida. México: Fondo de Cultura Económica.
Febbro, E. (marzo-abril de 2019). Los “chalecos amarillos” se desarrollaron en un desierto político. (F.E.S., Ed.) Nueva Sociedad(280), 16-24.
Le Bras, H. (2019). El coche, los “chalecos amarillos” y el Rassemblement National. (UPC, Ed.) Razón y fe, 87-93.
Mahieux, C. (primavera de 2019). Los chalecos amarillos. (CGT, Ed.) Libre pensamiento(98), 87.