La marca de los sismos
- Elva María Maya Marquez
- 20 septiembre, 2019
- Columnas
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Hay heridas que nunca cierran y la que dejó el sismo de 1985 en la sociedad mexicana es una de ellas, aquel jueves 19 de septiembre a las 7:19 hrs., la capital del país fue testigo del estruendo del sismo de magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter que provocó daños severos, incontables en edificios y que causo la muerte de una cifra de personas que tampoco se conoce.
El sismo de 1985, fue un fenómeno natural que impactó al país en lo político, económico y social, donde las enseñanzas fueron muchas pero también se evidenciaron situaciones muy lamentables, como el desconocimiento de gran parte de la población para reaccionar ante un acontecimiento de este tipo, pero aún más grave, la falta de protocolos de actuación por parten de las instancias correspondientes y la incapacidad del gobierno para coordinar la ayuda.
Durante 32 años se conmemoró el sismo del 19 de septiembre de 1985, pero en 2017 la historia parecía repetirse con los sismos del jueves 07 y martes 19 del mismo mes. El primero; a las 11 de la noche con 49 minutos que causo daños en Oaxaca y Chiapas, y el segundo; a las 13:14 hrs., con afectaciones en la capital del país, el Estado de México, Guerrero, Morelos, Puebla, Tlaxcala y Veracruz con una intensidad de 8.2 y 7.1 grados respectivamente.
¿Cómo diferenciar el sismo de 1985 con los de 2017?. El primero; puede ser visto como una entera confusión, caos y desconcierto que dejo al descubierto la poca capacidad de respuesta por parte del Estado, y los de la historia reciente, en particular el del 19 de septiembre; puede ser recordado como el de la corrupción.
A dos años de lo acontecido, la reconstrucción es un tema pendiente y se planea que para finales de 2020 se logre concluir con la reconstrucción de viviendas, escuelas y edificios dañados aseguro el presidente López Obrador. El balance presentado por el Comisionado Nacional de Reconstrucción, David Cervantes, destaca afectaciones en más de 186 mil viviendas, 19 mil escuelas, alrededor de 297 hospitales y más de 2 mil recintos históricos y culturales ubicados en más de 700 municipios que recibieron una declaratoria de desastre, donde el “avance” promedio es de un escaso y triste 30%.
Por su parte, el Secretario de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano, Román Meyer, argumentó que no se contaba con datos certeros que permitieran conocer la magnitud del desastre, lo que llevo a la realización de su propio recuento de daños. En algunas entidades los afectados nunca recibieron los apoyos prometidos por el gobierno anterior, la mayoría de las familias hizo uso de sus propios recursos y, en entidades como Chiapas, Morelos y Guerrero, la mayoría de familias afectadas recibieron incompletos sus apoyos.
Sucesos de este tipo han logrado ir más allá de la tragedia y no solo mueven a la sociedad, hacen que las conciencias se sacudan, hacen resonar una y otra vez en el pensamiento de más de uno, todo lo que podemos hacer para tratar de estar mejor preparados ante situaciones que no avisan. Acontecimientos de esta naturaleza muestran lo mejor y lo peor de los ciudadanos, ya que algunos no perdieron la oportunidad de sacar provecho del desastre y lucrar con la desgracia de los damnificados y de esa solidaridad desbordada que surgió en aquel momento, parece que hoy solo queda el recuerdo.
Nunca será posible aceptar lo ocurrido, hacer un pacto con el sismo, decir: lo que pasó pasó y es mejor olvidarlo; pudo haber sido peor, no son tantos muertos, pero nadie se traga estás cuentas alegres, nadie cree en el olvido. Estaremos de luto para siempre y los muertos no morirán mientras tengamos vida, sabias palabras de José Emilio Pacheco.