Irán, la piedra en el zapato de Estados Unidos
- José Edgar Marín Pérez
- 4 julio, 2019
- Columnas
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Históricamente, Asia meridional ha sido una región menospreciada por muchos internacionalistas a comparación de Europa o América. No obstante, en esta región en donde brillara la cultura persa, se encuentra una nación por demás apasionante a la luz de la Ciencia Política. Un país que ha transitado de la monarquía a cargo del “Shah” a la república teocrática islamista. Con un poder legislativo tripartita y con un ejecutivo sometido al Líder Supremo o Ayatolá (una especie de patriarca político, con jerarquía religiosa, militar y mediática), ese país es Irán.
Desentrañar la mala relación que ha existido entre Estados Unidos e Irán, no es tarea fácil, ésta data de la crisis política entre ambas naciones en 1979, con el entonces Ayatolá Ruhollah Jomeini y el presidente estadounidense Jimmy Carter, por la implantación de la República Islámica de Irán, gracias a la revolución religiosa impulsada por Jomeini, que marcó la culminación de la dependencia política y económica de Irán con respecto a los Estados Unidos y la extinta Unión Soviética.
A partir de ese momento, muchos fueron los encuentros y desencuentros entre ambas naciones, pasando por la intimidación de la Operación “Tormenta del desierto” en 1991 y la sucesiva invasión en 2003, ambas en Irak. Así como la intervención en la también vecina Afganistán, para acabar con el régimen talibán y Osama Bin Laden.
Siguiendo la cronología, “La Agencia Internacional de Energía Atómica publicó, en mayo de 2011, un informe en el que decía que tenía pruebas de que la República Islámica de Irán trabajaba en un iniciador para un explosivo nuclear. Además presentaba en él siete áreas de “preocupación” del programa nuclear por posible aspecto militar “no pacífico”. La Agencia redactó un informe idéntico en noviembre en el que, además, confirmaba que Irán había conseguido progresar en su programa nuclear a pesar de los ataques cibernéticos contra sus instalaciones”(Sainz de la Peña, 2012, p. 218). De lo anterior, se discierne que la alarma nuclear durante el gobierno del presidente Obama, se gestó no sólo por la utilización de la energía atómica para fines militares, sino como un mecanismo de alerta por el poder energético que adquirió la nación islámica, cuando en 2002 la National Iranian Oil Company reportó que las reservas de crudo en Irán ascendían a los 131 millones de barriles, situación que no ha menguado. Incluso, como se ha expuesto en otras ediciones de Trinchera Global, actualmente Irán se ha convertido en el principal socio comercial en hidrocarburos de China.
En otro orden de ideas, en mayo de 2018 la administración Trump decidió retirarse del acuerdo nuclear multilateral firmado en 2015, que incluyen a Irán y otras cinco naciones, surgiendo inmediatamente el cuestionamiento: ¿Qué es lo que le preocupa al gobierno de Estados Unidos, independientemente de las pruebas nucleares efectuadas por el gobierno de Irán?. Respondiendo, se advierte que Estado Unidos teme que el país islámico pueda convertirse en una gran potencia regional, lo que generaría una disputa con Arabia Saudita (socio de Estados Unidos), “Para los saudíes se trata, de nuevo, de extender su liderazgo regional […] Estas relaciones desde arriba refuerzan un Islam estatal, el saudita, pero están abocados a eliminar otra versión del Islam, el iraní”(Bosemberg, 2003, p. 20). Bajo este entendido, se afirma que el ascenso de Irán traería consigo una pugna entre musulmanes chiitas (iraníes) y musulmanes sunitas (árabes), además de una seria amenaza para Israel y los intereses regionales del movimiento sionista.
Siguiendo esta óptica, surge un nuevo cuestionamiento: ¿Cuál es la táctica iraní para hacer frente a los embates de Donald Trump?. A manera de respuesta: “[…] lo que busca Irán es su propia seguridad y el auto-convencimiento de no ser invadido por Estados Unidos, país que ha tildado a Irán de cómo parte del eje del mal y por tanto susceptible de ser atacado”(Revilla Montoya, 2008, p. 647). Partiendo de este supuesto, no es de extrañar el acercamiento comercial del gobierno iraní con Rusia y China, aunado al apoyo en contra de una probable intervención de la OTAN en Siria, así como el acercamiento militar que ha tenido con Líbano (desde marzo de este año), para limitar cualquier movimiento israelita en la región, siendo mecanismos diplomáticos de suma de voluntades a favor de la causa iraní, pero también para fraguar alianzas que le protejan contra cualquier amenaza.
Finalmente, la serie de intimidaciones de un ataque de EUA en contra de Irán realizadas por Trump antes de su participación en el G20, ponen de manifiesto dos cosas. Por un lado, las presiones internacionales para minar el ascenso iraní en el mercado del petróleo, para no desbancar a naciones como Qatar, Emiratos Árabes y Arabia Saudita (afines a EUA). Y por el otro, el estoicismo con fines electorales de una invasión norteamericana de cara a las elecciones de 2020.
Twitter: @EdgarMaPe
Referencias:
Bosemberg, L. E. (2003). Estados Unidos y el Medio Oriente: moderación, rivalidad y hegemonía. Historia Crítica (26).
Revilla Montoya, P. C. (2008). Irán: ¿Amenaza nuclear? (IIJ-UNAM) Anuario Mexicano de Derecho Internacional , VIII, 643-670.
Sainz de la Peña, J. A. (2012). Las negociaciones con Irán sobre la cuestión nuclear. UNISCI Discussion Papers (29), 217-226.