EL VALLE DEPORTIVO
- Pedro Eric Fuentes López
- 2 julio, 2019
- Columnas
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“La vida es una carrera…. No llores si la pista es áspera y la meta distante.
Un día la alcanzarás…”
Con la proliferación de los famosos cursos de verano para niños y jóvenes que han concluido su ciclo escolar, se abre la venta de oportunidad para que en materia deportiva se finquen los conocimientos básicos y la enseñanza y desarrollo de las diversas actividades mediante la recreación. El aprendizaje de las disciplinas corresponde básicamente a presentarles los fundamentos para que, más tarde puedan o quieran acceder al que más les llame la atención. Por supuesto que tienen una doble misión: activar física y mentalmente a los participantes y echarles una manita a los papás…
Soy fiel testigo del impacto socio deportivo emocional que tienen estos cursos porque durante más de una década fui instructor en el Centro de Desarrollo del Deporte “General Agustín Millán” tiempo en el cual pude disfrutar más delicias que sinsabores que producía “trabajar” en vacaciones. Comencé muy chavo y lo disfrutaba tanto que las anécdotas abren un surco en la memoria. Por ejemplo, aquella misión de llegar temprano a la administración del “Agustín”, checar tu tarjeta de entrada y esperar a los niños para que, en su momento abordáramos un autobús rumbo a la lejana Ciudad Deportiva (así parecía hace años) para trabajar en las canchas de basquetbol, que dicho sea de paso por las constantes lluvias, producto de la temporada, había que llegar incluso con un “jalador” para sacar el agua estancada y comenzar la faena que duraba hasta las 14:00 horas.
Era simple y sencillamente sensacional. Los instructores estábamos repartidos por horas para hacer el deporte que nos habían designado. Entonces comenzaba un ritual que se convertía en un estilo de vida. Unos por acá, otros por allá, y unos más por acullá. La idea era abarcar los deportes básicos en su iniciación, acercar mediante el juego recreativo la especialidad y así crecieron varias generaciones con nosotros. Aquella época fue mágica, no había problemas sociales (o al menos no se sabían) íbamos y veníamos juntos en el camión, y con Tláloc de testigo nos bañaba a todos por igual. Ver los rostros de los niños y jovencitos, con sus mejillas color jitomate y su cabello prácticamente empapado de sudor y lluvia bebiendo a sorbos prolongados su agua que les mandaba su mamá, anhelando el regreso triunfal del deber cumplido sin lesionados, no más allá de los consabidos raspones de rodillas y codos y de la resolana que hacía mella en todos, pero en cambio, el pago era más que estimulante: “…gracias maestro!…”
Que palabras tan inmensas, con un toque de confianza, de esperanza, de cariño y de comprensión. Pasaron los años y con ellos había que seguir en otros lares pero toda la vida recordando esas bases estructurales del deporte social, del incluyente, de arropar y cobijar a quienes menos tenían. Eso lo hacía más atractivo y además de que se fue ganando todo un pulso enigmático entre la población. Sin duda fueron los cimientos de los que posteriormente surgieron y también se han consolidado gracias a la visión de abrir más espacios para el más puro desarrollo del deporte inicial, ese que no distingue condición alguna, aquel que aspira a detectar y llevar de la mano a los futuros campeones de la vida y del deporte, pero sobre cualquier factor (cualquiera eh) estaban los valores de la familia, de la hermandad, de la amistad, que se trasladaban a un empuje cada vez más fuerte a la hora de regresar al siguiente ciclo escolar.
Varias ocasiones escuché que era el blanco perfecto para que los papás dejaran a sus hijos para que se cansaran y no dieran tanta “lata” por la tarde y/o hasta que se durmieran más temprano, pero resulta que en varios casos era como activar el desarrollo motriz al 1,000 % y la avalancha llegaba con todo. Claro, eran los menos pero si llegaba a ocurrir. Refiero eso porque en realidad, el grueso de padres de familia trabajaban o contaban solo con algunos días de asueto que no coincidían con “las vacaciones” de sus hijos, por tanto habría que mantenerlos ocupados durante el día y que mejor manera de hacerlo con el ingreso al deporte.
La verdad es que vale la pena que los pequeños sigan contando con este amplio mosaico de alternativas. Hoy existen por racimos y aparecen por doquier, acá el comentario es que acudan no a dónde les queda más cerca si no donde les otorguen esa plena confianza y respaldo, con personal capacitado, con los servicios respectivos y con la variedad de actividades que permitan un conocimiento de opciones que a la postre serán el gancho ideal para ser pate de la historia del deporte.
Pásenla bien!!!