¿Quién se acuerda de Nicaragua?
- José Edgar Marín Pérez
- 21 marzo, 2019
- Columnas
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El próximo mes de abril se estará cumpliendo un año desde el inicio de las protestas más violentas en Nicaragua desde hace treinta años, manifestaciones que han gestado un movimiento de oposición que aunque ha escalado hasta el propio de Consejo de Seguridad de la ONU, lo cierto es que no ha podido escalar en la atención de los medios de comunicación internacionales.
Pero, ¿cómo surgió la actual crisis política de Nicaragua?, sin duda la nación centroamericana es una de las más caóticas en cuando a conflictos sociales en la historia moderna de América Latina. Por lo que para contextualizar la crisis nicaragüense se tiene que recordar el año de 1979, en el que es derrocado el dictador Anastasio Somoza Debayle, quien fuera el gobernante de facto desde 1967 (con sucesivos periodos presidenciales a modo para seguir en el poder), por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que encumbrara a un joven guerrillero llamado Daniel Ortega, quien a la postre se convirtiera en presidente en el año de 1985 (también con sucesivos periodos de gobierno al frente de la administración pública del país).
En este orden de ideas, a partir del año 2007 a la fecha, Nicaragua ha vivido tres periodos continuos de gobierno de Daniel Ortega, que se ha convertido en aquello contra lo que él luchó: un gobierno dictatorial y represivo. Basta recordar que precisamente la iniciativa que ocasionó el inicio de las manifestaciones populares fue el alza de las cuotas de seguridad social (particularmente aquellas vinculadas al régimen de pensiones) de los trabajadores en activo así como a los empresarios encargados de reportar éstas, situación que desencadenó una masiva movilización de amplios sectores sociales, principalmente de estudiantes universitarios.
Bajo este tenor, el régimen de Ortega es una mezcla sumamente inverosímil de socialismo con fuertes lazos capitalistas, particularmente con los Estados Unidos, para nadie son desconocidas las estrechas relaciones del gobierno de Managua con los gobiernos de Cuba durante la época castrista así como de Venezuela durante la administración de chavista y de Nicolás Maduro, siendo precisamente el gobierno bolivariano de Venezuela, quien durante la bonanza del mercado del petróleo ministraba de forma gratuita hidrocarburos a Nicaragua.
Lo anterior, aunado al gran apoyo político que recibió en el tiempo en el que su administración coincidió en tiempo con otros gobiernos de izquierda en Latinoamérica, como los gobiernos de los Kirchner en Argentina, con Uruguay con Mujica, con Brasil durante el gobierno de Lula da Silva, de Ecuador con Correa, de Chile con Bachelet y de Bolivia con Evo Morales, situación que encumbró al gobierno de Ortega, sin tomar en cuenta los fuertes lazos con el gobierno de los Estados Unidos desde los albores del pasado siglo XX, mismos que se vieron fortalecidos durante los gobiernos de Violeta Chamorro y su par norteamericano George Bush.
En otra tesitura, es de resaltar que durante el gobierno de Daniel Ortega se ha disparado la migración de miles de personas hacia los Estados Unidos, así como las cercanas Costa Rica y Panamá, con economías mucho más sólidas que la nicaragüense. Aunado a las múltiples denuncias de organismos de seguridad y policiacos que desde hace décadas han ligado al gobierno del actual presidente con grupos delictivos (específicamente con carteles colombianos, venezolanos y mexicanos), para la transportación de estupefacientes hacia el mercado más grande el planeta.
Continuando con el ámbito político, precisamente el acaparamiento del aparato electoral en Nicaragua resulta lamentable, ya que al gobierno sandinista no le ha bastado la persecución de sus adversarios políticos, misma que prácticamente ha sido erradicada (ya que de acuerdo al gobierno nicaragüense los niveles de aceptación de Daniel Ortega ascienden a casi el 60% de los gobernados), situación que ha sido denunciada por organizaciones internacionales como Human Right Watch (encargada de la defensa y promoción de los derechos humanos a nivel mundial), situación que ha propiciado que en la última jornada electoral el candidato Ortega impusiera como candidata a la Vicepresidencia (cargo que hoy ostenta), a su propia esposa Rosario Murillo, como una medida de absoluto nepotismo para asegurar el mantenimiento de su régimen como lo han hecho algunos dictadores en el pasado.
Por lo anterior, la escalada internacional del conflicto nicaragüense ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, así como del Consejo de Seguridad, no resuelve la situación cada vez más preocupante en el país centroamericano, toda vez que precisamente ese coqueteo entre socialismo y capitalismo ha sido la fórmula que le permite seguir vigente al gobierno de sandinista, siendo Ortega el claro ejemplo de aquello que vaticinaba como la muerte de las ideologías, Samuel P. Huntington a inicios del siglo XX en su obra la Lucha de las Civilizaciones.
Sin embargo, resurge la pregunta: ¿Por qué no cobra el mismo interés para la comunidad internacional el caso nicaragüense, así como Venezuela, Irán o Corea del Norte?, la respuesta es sencilla y aquellos estudiosos de la política pública quizás me darán la razón, porque Nicaragua no es rentable políticamente para ningún país dentro del concierto de las naciones.
Feliz inicio de primavera para todos mis lectores…
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