Repensando el papel del maestro

Día del trabajo, día de la batalla de puebla, día de las madres y día del maestro, así es mayo en nuestro país, caracterizado por suspensiones y festejos. Sin embargo, a tan solo unos días del día del maestro, es interesante prestar atención al papel de los mismos, pues hablar de la educación formal sin aquellos que se dedican a la enseñanza, es prácticamente imposible.
Actualmente, la exigencia es mucha pero el apoyo a los mismos es poco o casi nulo. Históricamente se ha carecido de un acompañamiento real. Gobiernos van y gobiernos vienen, nuevos modelos educativos, nuevos planes y programas de estudio que se presentan como el gran remedio a todos nuestros males, y ahora pasaremos de grados a fases, pero nadie capacita a los maestros con el tiempo suficiente para su implementación.
La labor docente debe involucrar, puntualizo, debe involucrar a padres y madres de familia, autoridades educativas, el gobierno a diferentes niveles y a la sociedad en su conjunto, ya que los beneficios de la educación terminan permeando de forma generalizada para bien o para mal.
El tema de los maestros nos ha traído de cabeza, la educación de nuestro país por décadas no ha tenido los mejores resultados. Impartir clases requiere compromiso, dedicación y vocación, cualidades que lamentablemente algunos de los que están frente a un grupo no tienen o han olvidado. No se trata de ver cuántos grados académicos cuelgan en una pared, de tener un currículum inmenso como si eso pudiera garantizar que se cuenta con las capacidades o el perfil adecuado. Quien tiene la convicción de contribuir en la formación de profesionistas, ciudadanos y mejores seres humanos, son quienes deben estar frente a un grupo.
Denostar a los profesores con argumentos que los tachan de flojos e irresponsables resulta injusto, particularmente para aquellos que con lo poco que tienen hacen maravillas. Hablar de un maestro en México, particularmente en la educación pública, abre un abanico de posibilidades donde las problemáticas a las que se enfrentan son infinitas. No es lo mismo la zona centro, norte, o sur del país, a una zona urbana o rural, y aun en la zona rural, no será lo mismo estar en la sierra con comunidades donde el acceso a servicios básicos es limitado y en otras, donde sus usos y costumbres pueden interferir en la práctica educativa.
En lo que respecta a la percepción económica, la diferencia es inmensa desde prescolar hasta universidad, salarios exorbitantes que no siempre se refleja en su desempeño en el aula, mientras que otros con la suficiente preparación, pasión y entrega por lo que hacen, viven con sueldos míseros y con la incertidumbre de saber si volverán a ser contratados para un siguiente ciclo escolar.
No todas las experiencias que se pueden contar de quienes imparten clase son agradables, y lo digo por aquellos que solo improvisan, cuentan su vida (y en el examen no preguntan sobre la misma), no asisten, o hasta casos más extremos de abuso de autoridad, pero hay otros que son quienes dan lo mejor de sí, conscientes de que la paga más grande será la satisfacción de ver cómo los alumnos a los que impartieron clase, el día de mañana pueden ser grandes profesionistas que contribuyan a un mejor entorno social.
Es hora de replantear la imagen social del docente, no todos son “malos” y ustedes y yo lo sabemos, después de un periodo de pandemia que nos alejó por tanto tiempo de las aulas no se puede esperar que los maestros sean los grandes salvadores de la educación en México y hagan frente a una crisis que no es de ahora y, por el contrario, se ha exacerbado. Las y los alumnos traen consigo diferentes problemáticas personales y en muchos casos por más que el maestro trate de captar su atención, el desinterés por parte de los estudiantes los rebasa.
No olvidemos que las y los maestros son humanos, y los humanos se equivocan y también se cansan. Tratemos de valorar y reconocer a quienes con su ejemplo han marcado generaciones y que jamás se olvide que la mejor manera de transformar al mundo y a la sociedad, es la educación.