MI ETERNO HASTA SIEMPRE

Hoy mí estimado lector me despido de esta columna, me despido de este cielo, de esta tierra, me despido de estas calles y de todos ustedes. Tengo una cita a la que no puedo faltar, a la que ningún hombre puede llegar tarde, la cita con ese fin último, con ese fin incierto, para algunos pero para mí, espero que sea la cita con la eternidad, con la luz infinita, la cita con el gran arquitecto del universo.

Pocos hablamos de la muerte con la naturalidad que debería de ser, como si habláramos de una boda o cumpleaños, y hablar de los detalles que hay alrededor de este acontecimiento, si va a ser por la tarde o por la mañana, en día festivo o laboral; A quiénes deberíamos de invitar, a quiénes no deseamos ver en ese momento, tener el tiempo para escoger las flores, retocarnos el bigote, escoger la ropa que deberemos de usar y sobretodo tener el tiempo para dejar todo en regla; preguntarle a los que amamos si ya están listos para dejarnos partir, decidir si queremos música o las plegarias más solemnes, si queremos ser cremados o sepultados, investigar si por la pandemia se puede llevar a cabo un funeral, revisar si todos nos han perdonado, si no tenemos deudas o disculpas pendientes, preguntar si en este viaje alguien nos acompañará o si iremos solos, preguntar si tenemos que llevar algo en especial o si solo es necesario nuestro corazón limpio, puro y sin mancha.

Lamento mucho no poder compartir con ustedes la información de lo que hay en el otro lado y así debatir la existencia del purgatorio, del infierno o hablar de los infiernos dantescos, pero seguramente lucharé hasta encontrar la luz, la más grande de todas las luces, esa luz que representa la verdad y el origen de todas las cosas, y no puede ser otra luz que la que emerge del Gran Arquitecto del Universo.

A mis amados hermanos esparcidos por el mundo, les envío un abrazo fraterno desde mi columna, en el eterno oriente, y mi promesa de amar y buscar la verdad por toda la eternidad.

A todos los que aquí se quedan solo les puedo decir que vivamos siempre como si cada instante fuera el último, con toda la pasión, guardando siempre en nuestra memoria y en nuestro corazón lo más hermoso, llenándonos a cada instante de anécdotas, de frases, de olores, de sabores, de brindis, de discurso, de palabras que consuelan el alma, de abrazos que acarician, de miradas que te muestran a Dios, de canciones que te hacen creer en los sueños, pero sobre todo llenémonos de vida, y procuremos dejar en los que se quedan un cumulo inagotable de recuerdos gratos, de enseñanzas que son para toda la vida, pero sobre todo:

 

“Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.

No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira;
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven; antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona,
cuando la vida dice aún: «Soy tuya»,
aunque sepamos bien que nos traiciona.”

-Manuel Gutiérrez Nájera

 

Y como dice el gran maestro Joaquín Sabina “Y morirme contigo si te matan, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata; porque amores que matan, nunca mueren.”

HASTA AQUÍ MIS LINEAS Y HASTA SIEMPRE MI ILUSTRE LECTOR
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