La salida estadounidense de Kabul, el “Saigón” del 2021.

El pasado día 30 de agosto, el presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, anunció la total retirada de las tropas estadounidenses del territorio de Afganistán, una intervención que duró 20 años, desde el año 2001, escalada militar que se gestó después del ataque al pentágono y las torres gemelas en septiembre de ese año y bajo el argumento de que sería para perseguir, erradicar, asegurar, procesar o eliminar a los responsables, que dicho sea de paso, de acuerdo a las autoridades norteamericanas de las administraciones Bush y Obama, principalmente, se acusó al gobierno talibán de aquel entonces de proteger a células del grupo terrorista de Al Qaeda, particularmente a Osama bin Laden, entonces líder principal de la agrupación.
Después de un conflicto armado de veinte años (el más largo en la historia de los Estados Unidos de América), el ambiente político se fue enrareciendo cada vez más, una intervención que surgió con el apoyo de las fuerzas aliadas de la OTAN pero sin la aprobación de la totalidad de sus integrantes, basta recordar que Francia siempre se opuso a dicha gesta militar. Aunado a lo anterior, la opinión pública norteamericana se fue desgastando durante estos años, ya que cientos de jóvenes reservistas fueron enviados en su momento a combatir en un lugar de oriente medio en el que nunca se vislumbraron las verdaderas intenciones de una intervención militar en un pueblo consumido por la vorágine de la insurgencia talibán, así como la crisis económico y política que dejó la invasión de la extinta Unión Soviética durante los últimos años de los años 70’s y el primer lustro de los años 80’s del pasado siglo XX y de la cual ya hemos hablado en otras ediciones de Trinchera Global.
Bajo este tenor, los medios de comunicación norteamericanos y la sociedad civil organizada, se dedicaron a criticar duramente a las administraciones demócratas y republicanas por igual, por el hecho de mantener las hostilidades en Afganistán, una guerra que le costó millones a los Estados Unidos, misma que fue mantenida con los recursos económicos que le fueron ministrados a la milicia por la propia Secretaría de Estado norteamericana. Asimismo, no se soslaya que precisamente el conflicto en Afganistán fue el trampolín que le permitió a las fuerzas de la OTAN intervenir posteriormente en Irak y Libia para deponer a los gobiernos de Sadam Hussein y Muamar el Gadafi.
Un conflicto armado que trajo consigo el relegamiento de las fuerzas talibanes hacia lugares inhóspitos de las montañas afganas que pese al constante asedio y bombardero de los aliados de la OTAN, supieron resistir estoicamente a tal grado que en pocas semanas de la firma del armisticio final de la guerra (compromiso de la actual administración Biden), en pocas semanas los talibanes volvieron a tomar todas las ciudades importantes de Afganistán, incluyendo la propia capital Kabul.
Sin embargo, la retirada de las tropas americanas de Afganistán hacen recordar la también penosa salida del ejército del país de las barras y las estrellas después de la caída de Saigón en 1975, hoy ciudad Ho Chi Minh, que trajo consigo no sólo la derrota de facto de Estados Unidos, sino también la desaparición del régimen de Vietnam del Sur. Bajo este entendido, lo que más pesa ahora en la opinión pública mundial es el drama que habrán de enfrentar en absoluta soledad los miles de afganos que no pudieron refugiarse en Estados Unidos y Europa, después de una salida no planeada por parte del gobierno de Joe Biden, que deja en completo estado de abandono a los miles de afganos que podrían enfrentar la persecución del régimen talibán por haber prestado servicios de inteligencia tan simples como el ser guías o traductores.
Finalmente, lo que impera en estos momentos, es por un lado la pesadumbre de un nuevo régimen de terror que se avecina, mismo que seguramente habrá de ser olvidado o solapado por los organismos internacionales que muestran el desgaste por una intervención tan larga e infructuosa, así como un probable coqueteo de las fuerzas beligerantes de oriente medio con el gobierno talibán para protegerse entre sí y muy probablemente servir de caldo de cultivo para un nuevo llamado hacia la yihad o guerra santa del Islam, una tan virulenta y despiadada que haga palidecer a todo el mundo occidental.
Twitter: @EdgarMaPe