SIN TON NI SON

Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) compuso más de 626 obras musicales, aunque actualmente solo se conservan esas 626. Dependiendo de los gustos, de la calidad de los músicos y de los críticos, existen dos obras de Mozart que se consideran dentro de sus 10 mejores: el Concierto número 21 para Piano y la Sinfonía número 41. Wolfgang compuso 17 conciertos para piano en la segunda mitad de su carrera, estas piezas se consideran como los ejemplos típicos de concierto clásico. En muchos de estos conciertos se utiliza una adaptación de la forma sonata denominada “sonata-ritornello”, la cual presenta un diseño donde se combina la sonata habitual y el estilo de escritura propio de los conciertos de Vivaldi. En este tipo de composiciones, la orquesta repite los temas que se representan en las partes del solista. Se ha especulado que la “sonata-retornello” se haya desarrollado pensando en que los conciertos para piano serían entendidos mejor por la audiencia, debido a que en aquella época no se escuchaban muy claramente porque el volumen con que se emitía la melodía que emitía el piano era muy bajo.
El Concierto Número 21 de Mozart es uno de los más brillantes que compuso. El primer movimiento expresa motivos alegres, complacientes; el segundo, más lento, es plácido y hermoso. El último movimiento está lleno de pasajes técnicos sumamente atractivos.
Desgraciadamente en 1967 el segundo movimiento de este concierto fue utilizado como tema de la película romántica Elvira Madigan, y digo desgraciadamente porque a partir de entonces esta obra se conoce como “Concierto Elvira Madigan”, lo cual es una desafortunada denominación para una de las mejores composiciones de Mozart.
Por su parte, la Sinfonía número 41 se trata de un claro ejemplo de la habilidad de Mozart para escribir en el marco de la forma sonata, sin sacrificar la inmensidad de su talento creativo. Los tambores y las grandilocuentes trompetas que llenan el primer movimiento conceden a la pieza una sensación triunfalista, mientras que el cuarto movimiento consta de una fuga inmensa inspirada en Bach, con al menos seis temas diferentes que se conjuntan para ofrecer un final explosivo; todo lo anterior sucede dentro de la estructura formal de la sonata.
Esta sinfonía número 41 es conocida como “Júpiter”, tal vez por la grandiosidad de su primer movimiento, aunque no se sabe con precisión cuándo empezó a utilizarse este nombre, lo que sí se sabe es que Mozart no fue quien así la llamó. Su hijo aseguraba que el nombre se lo puso Peter Salomon, el mismo empresario que le encargo a Haydn la composición de las sinfonías Londres.
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