George Soros, ¿La mente detrás del Estado Profundo?
- José Edgar Marín Pérez
- 30 julio, 2020
- Columnas
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Uno de los nombres que más se mencionan cuando se habla del Estado Profundo es el de George Soros, un magnate que se ha caracterizado por su influencia en distintos mercados bursátiles en el mundo, de hecho ha sido acusado de especulación en la caída que ha sufriera la Bolsa británica en 1992, así como la compraventa de emporios financieros por medio de información privilegiada que le brindan las calificadoras de riesgos, situación que le ponen en un lugar privilegiado con respecto a sus competidores.
Otro hecho que llama la atención ha sido su cercanía con los líderes de organismos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio y otros de naturaleza arbitral, es decir, que dirimen controversias comerciales internacionales, lo cual le da un carácter de juez y parte a la vez.
Sin embargo, la influencia de George Soros según ha quedado documentada por distintos cuerpos de inteligencia (principalmente de Medio Oriente, Sudamérica y Rusia), radica en el manejo de información a través de los medios de comunicación masiva que han manipulado datos con la finalidad de desacreditar gobiernos y actores políticos que le son adversos a sus fines geopolíticos y mercantilistas. Asimismo, existen acusaciones de que a través de sus corporaciones ha financiado a grupos contrarrevolucionarios, terroristas, golpistas y movimientos que reivindican derechos sociales, pero que al infiltrar a “reventadores” terminan desacreditándolos.
Por otro lado, resalta la cercanía de Soros con distintos “think thanks” (laboratorios de ideas que son financiados por fundaciones, partidos políticos e instituciones académicas) a lo largo del mundo para promover las ideas de la economía de mercado, siendo precisamente el partido demócrata uno de éstos, motivo por el cual la relación de codependencia política entre Soros y actores políticos de este instituto político como el matrimonio Clinton, Barack Obama, John Podesta, Nancy Pelosi y el actual candidato a la presidencia, han puesto en tela de juicio los escándalos de corrupción y pederastia de los cuales han sido acusados, tal es el caso del denominado Pizzagate, o bien, la presunta manipulación de la candidatura presidencial de 2012 por parte de Hillary Clinton y en detrimento de su adversario el senador Bernie Sanders, escándalos que fueron investigados en su momento por el FBI y la CIA (agencias acusadas de pertenecer al Estado Profundo), las cuales al arribo del gobierno del presidente Donal Trump fueron limpiadas de funcionarios ligados al antiguo régimen y para muestra está el nombramiento de William Barr como Fiscal General del gobierno norteamericano.
Bajo este orden de ideas, la candidatura presidencial de Donald Trump representa una amenaza a los intereses de George Soros, ya que el republicano ha dejado de manifiesto su interés de continuar con el combate en contra de las empresas del húngaro – estadounidense, en tiempos en los que Wall Street continúa imponiendo récords históricos en una recuperación se que antojaba imposible antes de la llegada de Trump, así como el perseguir a los militares que en colusión con actores políticos propiciaron la intervención en Afganistán e Irak, respectivamente, en la que también están fuertemente ligados George W. Bush y Dick Cheney, situación que por lo menos en el plano discursivo conlleva un intento de sanear al establishment norteamericano.
Siguiendo esta tónica, surge un cuestionamiento: ¿Cómo podrían arremeter los demócratas apoyados por George Soros para desestabilizar la elección presidencial?, a manera de respuesta se infiere que esa tarea ha comenzado a raíz de las manifestaciones multitudinarias a raíz del homicidio de George Floyd, caso en el que torpemente la administración Trump se enganchó en las acusaciones de la comunidad afroamericana por un hecho cometido por una pareja de policías de Minneapolis (aclarando que no se pretende minimizar este hecho lamentable), pero que en estricto sentido no era competencia federal. Asimismo, también están las acusaciones en contra de televisoras como CBS, CNN, así como la agencia Bloomberg (propiedad del excandidato demócrata a la presidencia Michael Bloomberg), que han situado la candidatura de Donald Trump a través de sus encuestas (en cuanto a la intención del voto se refiere), en un promedio de 5 puntos porcentuales por debajo de Joe Biden.
Finalmente, surge otros cuestionamientos: ¿Qué tanto estas acusaciones en contra de George Soros no forman parte de una teoría de la conspiración?. A manera de respuesta, resulta conveniente aclarar que pensar en la existencia de una mente que mueve los hilos del poder en Estados Unidos (no vinculada estrictamente a la acción político – partidista), resulta siniestra, pese al seguimiento que han hecho analistas internacionales como el Dr. Alfredo Jalife-Rahme, profesor de la UNAM, o bien, el español Rafael Palacios. Sin embargo, la simple sospecha comienza a encender los focos de alarma frente a una elección que no sólo está siendo la más disputada en lo que llevamos del siglo XXI, sino porque el golpeteo político entre Biden y Trump durante esta semana ha dejado en el aire la posibilidad de una elección fraudulenta, que marcaría negativamente a la democracia norteamericana y por ende al denominado “mundo libre”.
Twitter: @EdgarMaPe