SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 15 enero, 2025
- Columnas
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Francisco Javier Escamilla Hernández
Platicando con un amigo salió el tema dl bien y el mal. ¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? ¿Es algo absoluto, o relativo? Por eso esta vez les comparto algunas reflexiones al respecto.
La humanidad siempre ha estado marcada por una dualidad inherente: lo bueno y lo malo. Esta dicotomía atraviesa todos los aspectos de la existencia, desde la moral y la ética hasta las decisiones diarias que definen nuestras vidas. Reflexionar sobre lo bueno y lo malo no solo nos permite comprender mejor el mundo que nos rodea, sino también cuestionar nuestras propias acciones y decisiones.
Por un lado, lo bueno representa lo que es justo, beneficioso y moralmente aceptable. Se manifiesta en actos de bondad, altruismo y empatía. Los valores como la solidaridad, el respeto y la honestidad constituyen pilares fundamentales de lo bueno. Por ejemplo, ayudar a alguien en necesidad, proteger el medio ambiente o trabajar en comunidad para el beneficio común son acciones que reflejan el impacto positivo que los seres humanos pueden tener. Lo bueno, además, fortalece los lazos sociales y genera confianza, aspectos indispensables para construir una sociedad armoniosa y equitativa.
Sin embargo, no se puede ignorar que también existe lo malo. Este lado de la dualidad incluye acciones egoístas, injustas y destructivas que perjudican a individuos y comunidades. Lo malo puede surgir del deseo de obtener poder, de la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno o de la falta de empatía. Las guerras, la discriminación y la corrupción son ejemplos evidentes de cómo lo malo puede dominar y causar sufrimiento. A menudo, lo malo se presenta como un camino más fácil o inmediato, pero sus consecuencias tienden a ser duraderas y dañinas.
Es importante destacar que lo bueno y lo malo no son conceptos absolutos. Lo que una cultura o persona considera bueno puede ser visto como malo por otra. Por ejemplo, en algunas sociedades, ciertas costumbres o tradiciones son altamente valoradas, mientras que en otras pueden ser objeto de crítica. Esta relatividad nos lleva a cuestionar cómo definimos estos términos y quién tiene la autoridad para hacerlo.
La coexistencia de lo bueno y lo malo es inevitable. Ambos elementos son necesarios para el aprendizaje y el crecimiento. Sin lo malo, lo bueno no sería valorado; sin desafíos, no habría progreso. La clave está en buscar un equilibrio, fomentando lo bueno en nuestras vidas y aprendiendo de los errores o dificultades.
Lo bueno y lo malo son dos caras de una misma moneda que nos invitan a reflexionar sobre nuestra naturaleza humana. Más allá de juzgar, lo importante es aprender de esta dualidad para tomar decisiones más conscientes y construir un mundo más justo y equilibrado.
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