Organizarse para mejorar la vida de familias de trabajadores
Por: Laura Castillo García
Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México
Todos sabemos lo difícil que es lograr tener una casa propia; cuando nos independizamos de nuestros padres; por lo general empezamos rentando un cuarto o un pequeño departamento en donde llevamos una vida modesta porque el salario que ganamos apenas nos alcanza para medio comer, el transporte al trabajo y pagar el alquiler.
Muchos, muchos trabajadores ni siquiera sueñan con adquirir un departamento o una casa de interés social a crédito porque su salario mensual no alcanza para cubrir los requisitos económicos que exigen las instituciones crediticias de vivienda popular.
Cierto que hay empleados con suficiente salario y que, con tal de tener un techo propio, se endeudan prácticamente de por vida pues llegan a firmar contratos de hasta 20, 30 o 40 años con tal de que su familia tenga un espacio propio. Así, muchos se sienten felices cuando son seleccionados por alguna institución que otorga créditos para vivienda de interés social, como el Infonavit o el Fovissste, con los que generalmente quedan ligados de por vida, pese a que la propaganda oficial dice que el gobierno construye casas con recursos públicos para “beneficio” de los trabajadores.
No toda la gente corre con la “suerte” de ser seleccionado para obtener un crédito para una vivienda de interés social porque su raquítico salario no alcanza para cubrir los requisitos que exigen las instituciones crediticias, lo que los condena a rentar una vivienda de por vida.
Pero hay quien no se endeuda de por vida con instituciones gubernamentales: miles de personas han alcanzado su sueño de tener una casa propia gracias a que se han organizado con otros precaristas y, gracias a lucha y gestiones dirigidas por activistas de Antorcha Popular han comprado un terreno barato en donde han construido sus casas, lentamente y modestas, pero suyas, completa y legalmente suyas, mismas que se convierten en el patrimonio familiar y, por tanto, en la herencia que el jefe de familia deja a sus hijos.
Esa ha sido la muy noble tarea que desde 1986 ha asumido y realizado los activistas el Movimiento Antorchista Nacional, a través de Antorcha Popular y lo ha hecho de manera legal, acatando y respetando todas las normas legales para que los nuevos colonos ocupen sus lotes con la seguridad que les da haberlos comprado con todas las de la ley toda vez que los gobiernos de los estados los aprueban y cubiertos los pagos les entregan sus respectivas escrituras con lo que les dan certeza jurídica.
Así, miles de familias trabajadoras de todo el país se han hecho legalmente de un pedazo de México y ahí han levantado sus casas.
Pero si cientos de grupos de solicitantes de vivienda, dirigidos por Antorcha Popular, no han tenido problemas para ocupar los terrenos que previamente compraron, no fue la situación que hace 33 años vivieron 180 colonos del municipio de Ixtapaluca, Estado de México, quienes fundaron la colonia Citlalmina: por el simple hecho de haber comprado legalmente un terrero y ocuparlo para construir sus casas, fueron víctimas del odio y ambición de políticos mexiquenses y, por tanto, agredidos violentamente por un grupo de golpeadores contratados por el entonces gobernador del Estado de México, Ignacio Pichardo Pagaza, quien en contubernio con el entonces alcalde de Ixtapaluca, Manuel Alberto Medina Sansores, y motivados por su ambición y codicia, esos políticos corruptos pretendieron quitarles el terreno que previamente habían comprado –incluso bajo la aprobación de instituciones gubernamentales.
El 3 de noviembre de 1990, un día como cualquier otro, un grupo de golpeadores ingresó al terreno donde los colonos empezaban a construir sus modestas viviendas y a punta de balas y golpes de macanas, palos y patadas, expulsaron a la gente de su propiedad; no presentaron ningún de ilegalidad porque eso no era así; simplemente los golpearon, balearon y expulsaron de sus terrenos, como consta en registros periodísticos de la época. Una bala alcanzó al señor Gonzalo López Cid, residente de Chimalhuacán, pero que estaba en Ixtapaluca en solidaridad con sus compañeros precaristas. Tal vez la herida de bala no le habría causado la muerte si hubiera llegado a tiempo para que lo atendieran médicamente, pero su salida rápida del predio se la impidieron los matones, quienes, a pesar de que sabían que estaba herido de bala y que sus compañeros lo auxiliaban para llevarlo a un hospital, finalmente murió por causa de los brutales golpeas que le dieron los esbirros de Pichardo Pagaza y Medina Sansores, autores intelectuales de la pérdida de una vida valiosa, como fue la de López Cid, quien era un hombre honesto y trabajador y que luchó para que mexiquenses humildes accedieran a un terreno barato para construir sus viviendas.
Hace 33 años el gobierno del Estado de México, encabezado por Ignacio Pichardo Pagaza, quiso evitar que 180 familias trabajadoras se hicieran de un terreno barato para construir sus casas; hoy, gracias a su organización social, las gestiones y docenas de luchas que han emprendido, los residentes de Citlalmina viven con todas las comodidades de la vida moderna. De haber llegado a un terreno que ellos mismos tuvieron que desmontar y ahí construyeron sus casas, que empezaron desde los cimientos.
Hoy en Ciitlalmina viven 960 familias que gozan de todos los servicios básicos, además de escuelas básicas y de nivel medio superior; gimnasio polivalente, centro de salud, auditorio y macro plaza, comodidades que han logrado gracias a que los colonos originarios resistieron la brutal agresión sufrida en 1990 y a la defensa que de la gente y sus terrenos hizo el Movimiento Antorchista Nacional, dirigida por el líden nacional, Aquiles Córdova Morán, y a las posteriores gestiiones que dirigentes y activistas antorchistas, junto con los colonos, han realizado para lograr que hoy su colonia tenga todos los servicios de un asentamiento urbano moderno.