SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 3 agosto, 2022
- Columnas
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Hace algunas semanas escribí acerca de la sátira e ironía, entre otras figuras literarias. Bueno, pues, para abundar en el género de la sátira me voy a permitir recomendar a mis lectores acercarse a uno de los clásicos de la literatura, Oscar Wilde, y en especial la lectura de su magna obra “La importancia de llamarse Ernesto”, escrita en 1985. Esta obra nos presenta un enredo de identidades con dos jóvenes bastante disolutos, dos jovencitas y una hilarante y condescendiente dama de la nobleza como protagonistas. Algo muy habitual en Wilde no puede dejar de aparecer en esta novela y es que la obra se encuentra salpicada de secretos y malentendidos; el autor ataca a sus víctimas de la nobleza británica, con una sátira muy inteligente en lugar de hacerlo con insultos y con burlas. Los diálogos constituyen una portentosa fuente de citas, ya que los personajes no dejan de mencionar epigramas que son tan ingeniosos como sustanciosos.
Casi todos conocemos a Oscar Wilde por “El retrato de Dorian Gray”, en la que el cuadro de un joven superficial se va transformando con el paso del tiempo para reflejar su corrupción y todas sus faltas físicas y morales. Pero como ya he mencionado su obra magna es la que señalé en el párrafo anterior.
Ahora describamos un poco a este autor. Wilde fue un dramaturgo y ensayista irlandés que vivió entre 1854 y 1900, fue uno de los genios más agudos de la literatura occidental, además de ser uno de sus personajes más extravagantes. Es muy conocido por desnudar la hipocresía de la sociedad victoriana. También es de resaltar que su vida fue muy entretenida y tan fascinante como su obra y sus excentricidades lo hicieron sumamente famoso durante su época. Nació en Dublín y fue parte de una familia culta. Estudió en Oxford, donde se especializó en literatura clásica y poesía. En la universidad no tardó mucho en forjarse un nombre como escritor, además de hacerse notar a través de su comportamiento y el ostentoso modo de vestirse, que se convertiría en su sello personal.
Desde sus primeros años como estudiante en la universidad se sintió fascinado por el concepto del propio arte: qué es, por qué es importante y qué papel debería desempeñar en la vida y en la sociedad. Wilde se interesó mucho en el movimiento estético que floreció en Europa a finales del siglo XIX, y creyó firmemente en el concepto del “arte por el arte” -el arte no necesita ni justificación ni objetivo concreto alguno para existir-.
Wilde escribió la mayoría de su obra en la última década del siglo XIX. Y aunque se le conoce como novelista sus obras más famosas son de teatro, comedias de salón en las que su mordaz ingenio deja en evidencia las actitudes y las costumbres de la sociedad británica opulenta: En 1892 escribió “El abanico de Lady Windermere” que trata sobre una mujer que chantajea a su yerno; en 1895 sale “Un marido ideal” donde también utiliza el chantaje como fondo, pero esta vez el protagonista es un funcionario público. ¡Hay que leer a Oscar Wilde!
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